El sonido de las primeras herraduras sobre el pavimento comenzó a hacer eco cerca de Plaza González Víquez minutos antes del mediodía de este lunes 26 de diciembre. Era el anuncio de que algo grande se aproximaba.
No era para menos, pues desde hacía dos años el Día Nacional del Caballista pasaba sin pena ni gloria en el centro de San José: la pandemia había obligado a cancelar la celebración, tal y como ocurrió con el Festival de la Luz, el Carnaval y los festejos capitalinos, pero este 2022 iba a ser diferente: era una nueva oportunidad para revivir una tradición josefina.
Conforme avanzaban los minutos cada vez más caballos engalanaban la vía principal con peinados perfectamente hechos para la ocasión y con accesorios que solamente se utilizan en fechas especiales. Todo estaba listo para el esperado regreso del Tope Nacional.
A ambos lados de la calle, sobre las aceras, decenas de personas caminaban con sus bancos al hombro y bolsas plásticas con paquetes de comida. No era muy difícil adivinar hacia donde se dirigían, pues sud sombrerod, camisas de cuadros, jeans y botas las delataban: buscaban un buen lugar para acomodarse y poder disfrutar de la fiesta equina.
Mientras tanto, un grupo de mariachis bajaba una guitarra, una trompeta, un acordeón y sombreros de charro de una microbús parqueada cerca de Plaza González Víquez. La música mexicana y los topes son un maridaje que no falla.
A la cabeza del desfile, el médico veterinario Omar González portaba una banda azul que lo distinguía como el dedicado del Tope Nacional.
“Esto es lograr un objetivo en la parte personal y como médico profesional yo solo puedo agradecer a todos los caballistas que en algún momento me han buscado y les he servido para ayudarles como veterinario. Estoy muy feliz porque yo no provengo de una familia de caballistas, pero es algo que soñé desde niño y verlo realizado hoy es un sueño”, afirmó González.
El veterinario ha participado en más de 35 topes y confesó que cuando Johnny Araya, alcalde de San José, lo llamó para decirle que lo habían escogido como el dedicado, no pudo contener las lágrimas.
González desfiló sobre su caballo O.G. Mujeriego, un equino iberoamericano a quien quiere y cuida desde hace varios años.
Un regreso esperado
De las diademas luminosas que hasta hace unos días eran el producto estrella de los vendedores ambulantes, ya no quedaba rastro. Ahora era el turno de las fajas y los monederos de cuero; aunque también había quienes ofrecían marionetas, manguitos y hasta un póster de la banda surcoreana BTS… lo importante era pulsearla para vender.
A lo lejos ya se veía al alcalde de San José encabezando el desfile sobre un caballo de su familia, llamado Tiro.
“Este es un regreso muy feliz. Estoy contento de ver tantos caballistas disfrutando. Yo creo que hoy volvemos a recuperar una de las tradiciones más apreciadas por los costarricenses”, comentó Araya.
Sin embargo, pese a que a ambos lados de la Avenida Segunda y Paseo Colón había público disfrutando del desfile, que esperaba a aproximadamente 4.000 caballistas, no todos estaban felices.
En las inmediaciones del Teatro Nacional, minutos antes de que los caballistas llegaran, un grupo de activistas se manifestaron pacíficamente en contra del maltrato animal con pancartas.
“No hagas de la tortura un espectáculo”, “Tu diversión, su tortura”, “Para los caballos no es divertido” y “Alcohol+Tope=Cultura de violencia” fueron algunos de los carteles y mantas que tomaron la Avenida Segunda para manifestarse en contra del evento equino.
No obstante, los manifestantes no detuvieron la actividad, que a eso de las 4:30 p. m. todavía engalanaba las calles josefinas. A esas alturas todos ya habían asimilado el inevitable olor a boñiga que parecía no importarle un público que bailaba, reía y grababa cada minuto del recorrido.
Pero quizá lo que más llamó la atención fue que a diferencia de años anteriores, este 2022 había pocos caballistas consumiendo licor, aunque tampoco faltaron los jinetes que consumían cerveza y botaban las latas en plena vía pública.
Lo cierto es que el Tope Nacional volvió a congregar a los amantes de los caballos, quienes por fin pudieron desempolvar sus sombreros y sus botas para lucir acorde a la actividad.