Visualicemos un tubo de acero brillante y firme que se extiende del suelo al techo, pero borremos de la imagen un bar o el escenario de un club nocturno. Imaginémoslo mejor en un gimnasio, rodeado de luces de colores y música para bailar: así es el pole dance.
Veamos esta disciplina más allá de la sensualidad y admirémosla como una actividad de alto nivel que exige temple, fuerza y agilidad y que es el maridaje perfecto entre deporte y arte. Lo practican hombres y mujeres, aunque es más popular entre el público femenino, es apto para hacerlo a cualquier edad, no hay límites para tomar impulso y dar vueltas en el tubo. No es solo bailar alrededor de él, sino subirse, colgarse, sostenerse solo con la fuerza del cuerpo, es aguantar con cada músculo nuestro propio peso y a partir de ahí, comenzar con la fantasía.
Aunque el pole dance está ligado en el imaginario todavía a los lugares de entretenimiento para adultos e incluso etiquetado como un medio de cosificación de la mujer, lo cierto es que esta actividad evolucionó hasta llegar a ser evaluada por sus movimientos acrobáticos y disputarse en competencias internacionales donde es calificada por especialistas.
Se desarrolló más allá de los bares y night clubs para explotar en diferentes disciplinas. Hay pole sport, pole artístico y pole exótico. Los bailarines resaltan sus habilidades en cada categoría para ir al máximo.
“Es un deporte exigente, pero se practica al ritmo de cada uno. En la primera clase no te van a poner a subir de una vez al techo”, explicó Alexandra Badilla, instructora de pole dance de la academia Úmuk, en Heredia.
Alexandra es un claro ejemplo de que para practicar pole dance no hay edades. Ella inició a los 20 años con danza aérea y telas, pero cuando descubrió el tubo, se enamoró y desde entonces no ha dejado de girar y girar.
La historia del pole dance
No hay datos específicos sobre los orígenes de la danza en el tubo; sin embargo, algunos sitios especializados indican que la raíz del pole dance es antigua.
“Con el pole dance empecé a aprender que mi cuerpo es maravilloso, lo respeto y lo honro. Me tocó quitarme los complejos, pero solitos se fueron yendo. Descubrí que puedo hacer muchas cosas con mi cuerpo”
— Alexandra Badilla, instructora de pole dance
La revista AS afirma que los primeros vestigios de esta práctica se remontan a los mallkhamb, en la India. Este era una especie de pilar gimnástico que se usaba para practicar yoga y aumentar la fuerza muscular, explicó la publicación.
Según el diario español Vozpópuli, el deporte comenzó a practicarse en la India cerca del año 1135 después de Cristo, pero que fue hasta el siglo XVIII que empezó a popularizarse, principalmente entre los luchadores como un entrenamiento para adquirir mayor fuerza.
AS agregó que también se cree que inició gracias a las ferias circenses ambulantes que eran muy comunes a principios del sigo XX.
Lo que sí es real es que en las últimas décadas el pole dance ha mutado de considerarse solo algo erótico a un estilo de vida saludable.
Según Vozpópuli, en 1994 el pole se empezó a verse como algo más que un show y entenderse más bien como un deporte, gracias a la canadiense Fawnia Dietrich, la primera maestra del pole dance del mundo.
Ella trabajaba como bailarina exótica en un club de stripdance en Canadá, donde le enseñaba de manera esporádica algunos trucos y ejercicios a sus compañeras. El éxito de las clases fue tal que decidió emprender un negocio con sus conocimientos e instaló su propio estudio de enseñanza del pole dance.
La popularidad fue en crecimiento y el pole como un deporte y arte profesional fue rompiendo barreras hasta que en el 2005, en Alemania, se realizó el primer concurso oficial. De ahí en adelante se han desarrollado diferentes competiciones con reglamentos para la práctica y la evaluación.
Historias de vida y de pole dance
Está comprobado que el pole dance tiene muchos beneficios para la salud. En un entrenamiento bajo la supervisión de un especialista, la persona que lo practica puede quemar entre 400 y 800 calorías, explicó AS.
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Ayuda también a eliminar toxinas, a mejorar la circulación de la sangre. Aumenta la fortaleza del cuerpo, sobre todo en los brazos y las piernas, porque sostienen el peso del cuerpo.
Además, esta disciplina es un gran impulso para trabajar la salud mental, pues quien lo practica trabaja la seguridad en sí mismo, se divierte, fomenta la disciplina, aporta ilusión y el cumplimiento de metas. Todo esto contribuye a que bajen los niveles de estrés y ansiedad en las personas. Mejora la calidad del sueño porque estimula la producción de endorfinas (que generan efecto de placer y bienestar) y aumenta los niveles de serotonina (conocida como la hormona de la felicidad).
“Las personas que lo practican dejan atrás los complejos, son más seguras, aprenden a amar sus cuerpos. He tenido alumnos a niños, niñas, jóvenes y adultos, incluso tuve una señora mayor de 70 años. Estoy tratando de traer a mi abuelita a clases”, comentó Alexandra, quien se certificó como instructora de pole dance hace ya varios años.
“Se fortalece todo el cuerpo, hay muchos ejercicios diferentes. El secreto es que si sus brazos aprenden a soportar su propio peso, todo va a fluir, a ser equilibrado”, agregó.
Badilla es casada y tiene un hijo. Justamente en este deporte convertido en arte, muchas amas de casa, empresarias y estudiantes han encontrado un espacio de esparcimiento y crecimiento personal.
Ejemplos de ello son Maureen Ruiz y Monserrath Vargas, ambas comunicadoras de profesión, un trabajo que constantemente está lleno de estrés.
Maureen tiene 26 años y al menos cuatro de practicar pole dance. Antes no había hecho deporte de manera formal, más allá del colegio cuando intentó hacer atletismo, pero se lastimó las rodillas y dejó de practicarlo.
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Desde su juventud admiró el pole dance como arte y deporte, pero no había podido inscribirse en una academia hasta que comenzó a trabajar. Lo que no se imaginó fue que esta disciplina la ayudaría a ser una persona más segura.
“Cuando empecé a hacer pole fue después de una relación en la que quedé muy maltratada a nivel psicológico. Me sentía cohibida, pero cuando descubrí esto empecé a despertar, a empoderarme, a descubrirme más allá de un físico”, comentó.
Incluso, contó que antes del pole, ella no usaba blusas cortas, pero después aprendió a dejar las penas y los complejos de lado. “Salirme de mi zona de confort cuando me dijeron que había que usar top para tener libre la piel para los agarres fue difícil, pero uno va avanzando y encuentra empoderamiento”, afirmó.
Una historia similar es la de Monserrath, quien por acompañar a una amiga se inscribió en clases de pole dance. De eso han pasado ya seis años y todavía sigue practicando con las mismas ganas de la primera lección, esa en la que su amiga se subió al tubo al primer intento, algo que a Monserrath le costó tres meses lograr. Sin embargo, el pole se trata de perseverancia.
Esta periodista de 38 años había intentado correr y jugar fútbol, pero “era muy mala”, según recordó. No acostumbraba a hacer actividad física, de hecho el gimnasio nunca le gustó.
“A la mayoría de personas no les cuesta tanto acostumbrarse al pole, pero a mí sí. En la vida académica y laboral siempre he sido muy segura, estudiando siempre fui de buenas notas y en mi carrera me va muy bien. Cuando estaba en el colegio era como la ‘nerdilla’, era muy reservada, pero el pole dance me ha ayudado en temas de seguridad personal”, dijo.
El proceso de Monserrath fue poco a poco. Comenzó a tomarle el gusto a la práctica y fue descubriendo cosas en ella que no sabía que tenía. Le llamaban mucho la atención las fotografías de bailarinas disfrazadas y haciendo maromas en los tubos, pero creía que no era algo para ella porque siempre se consideró tímida.
Cuando empezó lo hizo en pole sport, haciendo figuras. Luego tomó un curso de exotic (ese en el que se baila en el tubo con zapatos de tacón de hasta 10 centímetros de alto). “Uno se va destapando poco a poco porque no se puede hacer pole con mucha ropa”, dijo entre risas.
“El pole es completamente retador. Cuando uno se pone una meta o aprende una figura que no le sale, se puede frustrar, pero conforme avanza entiende que todo es práctica y que hay días que no salen las cosas y otros donde se logran”
— Maureen Ruiz, practicante de pole dance
Así, como ha llevado su proceso, Monserrath sacó fuerza de su interior y ahora usa diferentes atuendos especiales que ha comprado para realizar sus acrobacias. “Hay algo muy importante y es que en el pole dance se da un ambiente de sororidad. He ido a varias academias y siempre las compañeras te cuidan y aplauden cuando logras una figura, te toman la foto, te arreglan la ropa. Es un ambiente muy seguro, controlado”, narró.
La maestra Alexandra coincide con ellas. Incluso contó que sentía pena de estar descalza frente a otras personas o de usar licras cortas fuera de su casa. Ahora, vuela sin zapatos y hasta en atuendos sensuales que le dan toda la libertad de expresarse en el pole.
Los hombres también hacen pole dance
Sí, no es una cuestión de mujeres. El pole dance tiene también eso: no es excluyente. Así fue como conocimos la historia de Diego Rodríguez, de 26 años y con cinco de ser atleta de pole.
Todo comenzó porque acompañó a una amiga a una clase. No se imaginó que quedaría prendado no solo de la parte deportiva exigente de la actividad, sino también de la artística.
No es tan común que haya hombres que practiquen esta disciplina, pero Diego los invita a retarse a si mismos y a derribar los límites del machismo para disfrutar de una práctica completa en muchos sentidos.
“La disciplina es totalmente necesaria porque como cualquier deporte tiene esos detalles: exige fuerza, flexibilidad, horas y horas de entrenamiento. Hay que estar preparado físicamente para subirse a un tubo de tres metros de altura y que su vida dependa de un agarre”, dijo el artista.
Su especialidad es el pole sport, le llama más la atención por los tipos de acrobacias que realiza. Este bailarín de pole ha conocido pocos hombres en la disciplina porque considera que hay mucho tabú alrededor del baile en el tubo. “Muchos lo ven como algo totalmente femenino, no lo ven como un deporte, pero yo los reto a que hagan lo que yo hago ahí arriba, no es nada fácil”, aseveró.
En cuanto a la práctica, reconoce que se le facilitan muchos ejercicios de fuerza, aunque sabe que no es muy flexible, pero con constancia ha logrado mejorar su desempeño.
“Se lo recomiendo a otros hombres porque nos pone en contacto con una parte interna que tal vez no conocemos. No sabemos muchas veces qué tan artísticos pueden ser los hombres, pero yo al menos nunca me imaginé estar en un tubo dando vueltas, haciendo figuras o pasos de danza. Si quieren un deporte que los va a retar es este”, afirmó.
Y así es como algo que se veía con malos ojos, con tabú, prejuicios y reserva, que se dejaba solo para los cabarets, se convirtió en un deporte de alto impacto, en un arte llevado al máximo y en un escape de los problemas del día a día. Así es como el pole dance pasó del bar y la discoteca a los gimnasios, e incluso en muchos casos, a las casas de atletas que quieren darle un saborcito diferente a las rutinas diarias.
Los detalles del tubo
- Por lo general se utilizan tubos de acero inoxidable, no tienen que ser muy delgados porque tienden a pandearse.
- Se usan tubos cromados, aunque otros no tienen cromo del todo.
- Se montan en estructuras de perlin, cemento o madera. Deben de ir atornillados tanto en el techo como en el piso.
- Durante los entrenamientos, los atletas utilizan alcohol para desinfectar los tubos. No se debe de usar crema o aceite en el cuerpo.
¿Qué se necesita para hacer pole dance?
- Primero que todo, buena actitud.
- Ropa ligera.
- Ganas de aprender.
- Constancia.
- Disciplina.