Huele a cine, pero mejor. Las palomitas de tantos colores y sabores en las urnas de Happy Pop son un viaje en el tiempo a la infancia.
Crecimos, sí, pero nunca les perdimos el gusto.
La diferencia es que ahora no tenemos que resignarnos al menú binario de dulces o saladas, a caramelo o mantequilla o simplemente sal; o a las de tres minutos en el microondas.
Una ilusión casi infantil se posa en la mirada de quienes se acercan por primera vez a los locales de Happy Pop. Hay palomitas de maíz para todos los gustos.
Las hay de los sabores tradicionales, pero también de queso cheddar ; tocineta; ajo rostizado y parmesano; búfalo; tutifrutti ; caramelo, amaretto y almendras; o de caramelo, chocolate blanco y chocolate oscuro. Pronto, quizá habrá también caramelo salado.
Algunas son más comerciales; otras llevan impregnado un toque artesanal y un sello muy propio.
“Las de ajo y parmesano y las Zebra (caramelo y chocolate) y Almendro son de las que nos sentimos más orgullosos cuando la gente las pide, porque son las más diferentes”, asegura Ginna Hidalgo, gerente general de Happy Pop.
A fin de cuentas, la satisfacción en el rostro de Hidalgo no tiene tanto que ver con sabores, sino con la de los clientes que se acercan por primera vez.
Así, un par de estudiantes de la Universidad de Costa Rica llegaron la tarde de este jueves al local que se ubica frente a la biblioteca Carlos Monge.
La mirada curiosa de Belkis Martínez y Paula Pamela Solano llevó a Hidalgo a ofrecerles muestras para que conocieran todos los sabores.
— ¿Cuáles quieren probar?
—Básicamente, todas.
Las dos amigas se sumergieron en una expedición de sabores: algunos más dulces, otros más discretos.
En cuestión de minutos parecían estar jugando a las adivinanzas para determinar el sabor de cada color de las palomitas de tutifutti.
“Es una idea bastante curiosa”, dijo Solano. “Por mí, yo vendría siempre”.
Los tiempos cambian. La idea de dar vida a ventanillas y quioscos dedicados exclusivamente a vender palomitas de maíz, y no dentro de un cine, podría parecer descabellada.
Devolviéndonos en el tiempo, esa costumbre de comer palomitas en el cine tampoco tuvo mucho sentido en su momento. En los años 20, el disfrute de las salas de proyección estaba reservado solamente para la clase alta, y ningún propietario hubiese querido manchar las alfombras o las costosas butacas con alimentos o bebidas.
Sin embargo, con la introducción del sonido al cine, el sétimo arte fue abierto para todo el público y con la Gran Depresión de 1929, las palomitas de maíz que se vendían en carritos afuera de las salas se convirtieron en el aperitivo idóneo y barato para saciar las largas sesiones cinematográficas, de acuerdo con la revista Smithsonian.
En 1931, fue una visionaria mujer quien decidió abrir el primer puesto de palomitas dentro de un cine.
Ochenta y cinco años después, un grupo de amigos ticos decidió cambiar el concepto. ¿Acaso las palomitas son inherentes al cine?
Fue así como desarrollaron un producto gourmet y artesanal que, según Hildalgo, poco tendría que ver con las palomitas que se comercian en los cines.
“Me gusta creer que vendemos cosas mucho mejores. Si ves la forma de la palomita, el tamaño, el producto es muy diferente”, dice.
El primer quiosco de Happy Pop abrió en agosto en Multiplaza Escazú. En noviembre abrió la ventanilla que se ubica frente a la UCR y un mes más tarde, el local que hacía las de fábrica, en Sabana, se convirtió en su tercer punto de ventas.
“Fue curioso porque por el olor llegaba la gente a preguntar: ‘¿Ustedes están haciendo palomitas? ¿No me pueden vender?. En diciembre dijimos: ‘Diay, si nos vienen a pedir, ¿cómo no vamos a usar el local para vender?”, explica Hidalgo.
El éxito de Happy Pop ha sido tal, que en abril se inaugurará un nuevo quiosco en City Mall.
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