“¡Menta menta menta, tu amor es de menta!/¡Menta menta menta, tu aliento me tienta!” Si usted vivió la añorable época del chiqui chiqui en los años 80, posiblemente le ocurra igual que a mí al leer el estribillo de una de las canciones más emblemáticas del grupo La Banda en aquellos tiempos: desde que entrevisté a su intérprete, el cantante Alexis Jiménez, no he podido quitarme la pegajosa pieza de la mente, tal cual me está ocurriendo cuando escribo estas líneas.
La historia del puriscaleño y su vínculo con la música chiqui chiqui es muy particular y ciertamente corta, pues apenas había cumplido la mayoría de edad cuando su talento y una seguidilla de casualidades se conjugaron para que fuera elegido nada menos que como el sustituto del ya renombrado Omar Briceño, voz principal del icónico grupo La Banda, quien había decidido buscar la internacionalización.
Alexis, quien sigue vinculado a la música pero ha desarrollado una prolífica carrera en el área de publicidad y mercadeo, se sorprendió un poco ante mi llamada para saber qué había sido de la vida de la voz de uno de los más emblemáticos temas del grupo fundado —como tantos otros— por Alfredo ‘Chino’ Moreno, y en mucho recordado por su principal éxito, la bendita pastilla del amor.
Durante los primeros 10 minutos de conversación lo primero que se infiere es que al otro lado del teléfono está una persona cuya retórica, vocabulario, la forma de esbozar sus ideas y la consistencia de su verbo en general, lo delatan como un lector voraz.
Le pregunto y me lo confirma, pero él no es para nada un intelectualoide encopetado, pues durante las varias horas que demoramos durante la posterior entrevista, entre remembranzas, filosofadas, duros señalamientos para el gobierno actual, confesiones y un caudal de risotadas—cuenta unos chistes buenísimos—, Alexis Jiménez se percibe, si pudiera describirlo con un adjetivo, como auténtico.
Durante la primera conversación muestra agradecimiento por el interés en volver sobre su vida a pesar de haberse retirado de los espectáculos masivos hace casi tres décadas pero, sobre todo, porque considera que su permanencia en el ámbito público fue bastante corto, acaso tres años.
“Viera que a mí me extraña cómo después de tanto tiempo la gente se acuerda de mí y sí, en gran parte por la relación con La pastilla del amor. Lógicamente yo me siento agradecido y hasta orgulloso, algo tuve que haber hecho bien puesto que pasó tanto tiempo, incluso viví muchos años fuera del país y que aún haya quienes me reconozcan y me feliciten... me hacen pasar ratos muy bonitos cuando eso ocurre”, manifiesta.
También tiene que ver, hay que decirlo, que el paso de los años ha sido grácil con él y se mantiene en muy buena forma física. Sus rasgos faciales suman las huellas del tiempo pero su fisonomía sigue remitiendo al muchacho de cabello ensortijado que salía vestido de ángel, junto a sus compañeros, en el también popular video de La pastilla del amor.
De vuelta a sus inicios como cantante popular, cuando describe la forma en que alcanzó un puesto de honor en La Banda —por entonces en plena cumbre— siendo él un recién egresado del Liceo Samuel Sáenz Flores, en Heredia, insiste con entusiasmo desbordado en una analogía: “Para mí aquello fue como pasar de jugar en un equipo nacional a que me fichara el Real Madrid, fue algo increíble”.
Alexis, el tercero de cuatro hermanos, hijo de un maestro y de una ama de casa, se crió en Santiago de Puriscal en lo recuerda como una infancia en el campo, entrañable, llena de verdor y juegos en las plazas y calles con la chiquillada de la época.
Justo cuando terminó la primaria a su papá lo transfirieron para que diera clases en Heredia y por ello cursó toda la secundaria en el Samuel Sáenz. “En aquel tiempo aquel era el liceo de los pipicillos, entonces mientras todos mis compañeros usaban (tenis) Nike de cuero, yo andaba con Bilsa. No fue que me importara mucho pero como yo empecé con La Banda prácticamente poco después de salir del cole, todo el mundo era como ‘¡maees! ¿qué hace este mae ahí!?’”.
Y es que posiblemente las nuevas generaciones no puedan imaginar un mundo sin Internet, sin siquiera televisión por cable, en el que los artistas nacionales que se ganaban un lugar entre el público se convertían en verdaderos figurones locales, con el plus de que durante las giras que realizaban por todo el país se volvían celebridades entre la fanaticada rural.
Para peores, cuenta Alexis, al entrar al cole era un chiquillo muy “aminorado” en vista de su corta estatura. “Yo fui de los que creció tarde, ya en cuarto año me estiré ¡antes de eso era el legítimo chinche! (risas) y pues ya ahí estaba más empoderado. Aunque no era el más popular de la clase ni mucho menos, de todas formas ya me había enamorado perdidamente del arte y pasaba metido de oyente en las lecciones de artes plásticas”, rememora.
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Hasta la fecha sigue ese affaire con las artes gráficas, pues es muy ducho para dibujar y pintar, pero la suerte ya estaba echada y, aunque se decantó siempre por el área artística, lo hizo más bien por la música, al punto de que salió del colegio directo a la Universidad Nacional (UNA), donde cursó la carrera durante tres años, hasta que se percató de que lo suyo no era la enseñanza de la música.
El gran salto
Si bien ya al finalizar el colegio tenía un cuaderno con unas 200 canciones escritas por él, fue hasta después de pasar por la Escuela de Música que se percató de que quería ser un artista a toda costa. Dio la casualidad que un tío suyo era muy amigo de don Luis Salas, por entonces director de arte y repertorio del sello CBS Indica.
Se trataba del “mero mero”, el que decidía a quien grababa y qué se grababa; el tío de Alexis le pidió que escuchara a un sobrino que “canta muy lindo” y pronto estaba el muchachillo bajándose de un bus, guitarra en mano, a la gran cita.
“Me pusieron un par de micrófonos y, a la instrucción de ‘dale play’ al encargado, la música comenzó a sonar... don Luis cerró los ojos, echó la cabeza hacia atrás y me dijo, sin aspavientos porque era muy comedido, pero sí con gran parsimonia: ‘Muchacho ¿de dónde salió usted?’”.
De seguido, don Luis le dijo que por su corta edad él no lo podía firmar, a pesar del prometedor futuro que le auguraba. Justo por esos días La Banda estaba buscando el reemplazo de Omar Briceño quien, como se dijo antes, había renunciado. Entonces don Luis le dijo a Alexis que le diera dos minutos.
Acto seguido, llamó por teléfono a Chino Moreno, quien se encontraba en Radio Titania, donde trabajaba, y le dijo: “Chino, véngase para acá inmediatamente”.
“Y efectivamente, Chino llegó en aquella moto negra, icónica ya en él, en la que se desplazaba siempre y con la que incluso salió en el video de La pastilla. Apenas entró le dice don Luis con una risilla: ‘Chino, le presento a la nueva voz de La Banda’”, rememora Alexis en medio de nostalgia y alborozo.
— Diay, don Luis, ¿por qué?-- preguntó Chino. Don Luis no contestó, se echó una risilla mientras Alexis se acomodaba y esperaba, de nuevo, el “dale play”. Entonces la música sonó.
Al escuchar aquello, Chino, con su habitual porte y verbo cálido y puntual, le dijo: “Jiménez, usted está listo, ¿Cuento con usted, tiene hambre, tiene ganas?”.
A mí se me aguan los ojos cuando Alexis rememora el hermoso pasaje... y a él también.
“Por supuesto que le dije que sí, claro que por dentro sentía una mezcla de ilusión y pavor. Todo fluyó muy rápido y pronto empecé a involucrarme con el grupo y a ir a las presentaciones de La Banda... yo llegaba y veía a Omar Briceño ¡era un monstruo!”
“Se comía los escenarios, se paraba en el centro y gobernaba totalmente la noche, además de que tenía un atractivo poderosísimo, era grande, alto, con aquel pelo largo que estaba de moda... lógico ¡yo aterrado!”, cuenta como si se hubiera transportado en el tiempo.
Sin embargo, en lo que él llama su “empirismo” en esto de convertirse en un protagonista del medio artístico nacional, le faltan las palabras para manifestar su agradecimiento imperecedero y admiración ya no solo por el artistazo que que encontró en Briceño, sino también por sus dotes como persona, como ser humano.
“A Omar yo siempre lo voy a querer, lo voy a respetar. Él era muy serio en su trabajo pero a la hora de guiarme fue muy dulce, condescendiente, honorable, siempre me decía ‘Jiménez, cualquier cosa que necesite preguntarme yo con mucho gusto’. Nunca hubo celo, nunca me vio como que iba a reemplazar el legado de él en La Banda y eso me ayudó a que desde el día a uno, cuando debuté con La Banda, yo me tiré como una cría de pirañas encima del mundo; hasta entonces había sido muy tímido ¡todos se extrañaban!”, rememora emocionado.
A propósito, cuando de Chino Moreno se trata, Alexis entra en un extenso análisis con argumentos de erudito pero también emocionales sobre toda la gesta que ha construido Moreno durante más de medio siglo de estar aportando, con señorío, profesionalismo, seriedad y tremendas dotes como ser humano, al ambiente musical del país. “A Chino deberíamos hacerle un tremendo homenaje en vida, es una autoridad absoluta en el gremio, un melómano como pocos”.
No es que haya sido un santo, tuve un par de aventuras salvajes en aquellas épocas pero desde muy joven me percaté de que, definitivamente, yo soy hombre de una sola mujer.
— Alexis Jiménez, cantante y publicista
Levar anclas
La aventura de Alexis con La Banda se prolongó por unos tres años y constituye, a no dudarlo, una de las experiencias más enriquecedoras de su vida... y también la que le confirió un sinnúmero de anécdotas de todo tipo que causan desde risas hasta sonrojos... pero ya casito vamos a eso, cuando lleguemos al final.
El caso es que el, ávido y ambicioso de conocimiento como es, había empezado a sentir que había tocado techo y que su salida de La Banda era la “crónica de una muerte anunciada”, como lo reseña él.
Justo estaba en esos devaneos cuando viajaron a Guatemala en una gira de presentaciones que, por cierto, aún recuerda con asombro por el “pegue” del grupo. Él, ya totalmente empoderado, era el “muchachillo” joven de la agrupación que brincaba por todo lado, se subía por los parlantes y se inyectaba de tal forma que parecía al “hombre araña”.
Durante ese periplo lo contactaron unos ejecutivos guatemaltecos que le propusieron trabajar con ellos en producción, en un estudio de grabación profesional y él no desdeñó la oportunidad de ampliar sus conocimientos y profesionalizarse en otras áreas más allá de la cantada. Así lo hizo y duró tres años conociendo, aprendiendo y realizando jingles y otros trabajos propios del oficio, los cuales le permitieron expandirse profesionalmente.
“Yo salí por la puerta grande de La Banda y disfruté hasta el último día de mi último concierto. Creo que he sido el único músico que le puso por escrito una carta formal de renuncia, con todos los honores y agradecimientos del caso y hasta la fecha, Chino es muy generoso conmigo, creo que me quiere casi como un hijo. De hecho después de mi regreso al país estaban requiriendo de un cantante y volví con La Banda por un año (en el que incluso produjo y cantó Tonta, su último disco con el grupo y que fue incluido en un LP titulado La Banda 10).
“Eso sí, yo me sentía como el soldado que ya había cumplido su servicio militar. Por esos días conocí a mi primera esposa y se me presentó la oportunidad de irme a trabajar con una empresa que le proporcionaba la publicidad a nivel mundial a Coca-Cola Internacional, entonces nos fuimos a vivir a Atlanta y ahí estuvimos 10 años. Me dieron entrenamiento casi militar en unos aspectos pero, en otros, me humanizaron mucho sobre la forma en que funciona el ser humano”, explica Alexis.
Sin embargo, la música siguió siendo parte medular de su vida, como ocurre hasta el día de hoy, y en su momento fue contratado para componerle tres canciones al famoso salsero Rey Ruiz, cuyos productores eligieron a Alexis por encima de otros prestigiosos compositores latinoamericanos, tal como lo reseñó la prensa costarricense en su momento.
¿Y las cosas del amor?
Citando el nombre de aquel famoso tema de Ana Gabriel y Vicky Carr, Alexis no tiene el menor reparo en contar que se ha casado y divorciado dos veces: tiene dos de sus hijos de su primer matrimonio, Alina, de 24, y Geovanny, de 22. En el 2016 se casó por segunda ocasión y se divorció en el 2020.
Pero su paternidad reviste una hermosa historia que tiene que ver con otra hija, Nataly, y que nos remite a sus tiempos de artista, cuando eĺ era uno de los figurones más atractivos de la época y quien —juzgue usted— ha ido sumando calendarios, en opinión de muchas —hice mi propio sondeo— sin que su guapura se vea afectada, solo modificada por el paso normal de la edad.
“En un momento me involucré de forma pasajera con una muchacha que iba a verme cantar. A los meses una prima de ella me buscó para decirme que estaba embarazada de mí. Intenté buscarla, siempre por medio de la prima, quien después me dijo que tranquilo, que la muchacha se había casado y yo me desentendí del asunto porque creí que si se había casado, lo del embarazo no era cierto, o no era mío”, narra Alexis.
Sin embargo, hace siete años recibió la llamada de una jovencita de 17 años, quien se presentó como Nataly y le dijo que era su hija. “¿Usted es Nataly? A mí hace años me dijeron que tenía una hija, pero me la perdieron, quise estar en tu vida. Ahora que apareciste vení para que te conozcan mis hijos, mi familia”.
Ante la pregunta obligada de si se cercioró con alguna prueba de paternidad, Alexis contesta: “Ella me dice papi y ya no necesito nada más que eso. De hecho, ahora tiene 27 años, es la mayor y me abueleó ¡tengo dos nietos! Los dos por parte de ella porque de los tres, es la única de mis hijos que se ha casado”, cuenta Alexis con gran alegría.
Pero bueno, de vuelta al complicado ambiente que vivió algunas veces como estrella de La Banda, cuenta que como era usual en aquellos años, los músicos de tarima eran admirados y hasta acosados en algunos casos por sus seguidoras. Alexis no se considera impoluto en ese tema, pero tampoco se dejó llevar por aquel ambiente en el que le llovían desde miradas y piropos de las admiradoras, hasta alguna que otra persecución que casi terminó en agresión.
“Mirá, yo nunca he sido un santo y por ahí, en mis tiempos de La Banda tuve un par de aventuras salvajes, pero la verdad es que por encima de todo yo toda mi vida he sido un hombre de una sola mujer, a mí ‘nunca se me juntó el ganado’ como dicen. Eso sí, Dios guarde hubieran existido las redes sociales en esa época, o los teléfonos celulares. Creo que no hubiera podido manejar tanta tensión”, reflexiona con algo de picardía.
Lo que sí no es para él un recuerdo agradable fueron las ocasiones en las que el asunto de las fans se salió de control. “En los salones (de baile) no tanto, pero en los conciertos de Música Derby sí hubo casos... No se me olvida una vez en la que terminamos nosotros y de seguido subió a la tarima el grupo que seguía, entonces como que la seguridad se despistó y a mí me agarró un grupo de chamacas; esa vez quedé en calzoncillos y hasta protegiéndome los genitales, ellas peleando entre ellas a manazo limpio, quizá fue el día de acoso más serio; andaba estrenando un reloj lindísimo y en medio del zafarrancho hasta eso perdí. Eso no tenía nada de agradable, pero no me quejo: bendito Dios esas excepciones fueron parte de la carrera y por dicha, fueron las mínimas”.
Hoy, Alexis continúa con sus trabajos en publicidad. Dice que le encantan los retos de levantar negocios caídos y continúa con sus shows, en especial en dos hoteles de Guanacaste en los que él es el artista signature desde hace años, en un espectáculo en el que no solo toca música y canta, sino que hace las veces de anfitrión.
Por lo mismo, hoy está radicado en Santa Cruz de Guanacaste, dada la cercanía con los hoteles, pero ahora reparte su tiempo entre la pampa y el cantón de Grecia, pues ahí reside Hazel, su actual pareja y con la que empezó una relación de convivio hace tres meses.
“Nos hemos acoplado muy bien, ella es muy inteligente, tratamos de compartir tiempo juntos, ya sea que yo venga a Grecia o que ella se vaya para mi casa en Guanacaste cuando el trabajo se lo permite. Estoy ilusionado y tranquilo”, dice Alexis... ¡como si no se le notara!.
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