Pitazos, madrazos, filones de vehículos, decenas de micrófonos, molotes de gente y gentíos... en medio de aquel frenesí, en setiembre del 2008 pude sentarme a conversar por una hora con María José Castillo Gutiérrez quien, con 18 años recién estrenados se convertía oficialmente en “famositica”, tras lograr convertirse entre los cuatro finalistas del popular concurso Latin American Idol.
Un año antes, en el 2007, esta linda trigueña oriunda de Barva de Heredia se había convertido en la ganadora de la primera emisión de Nace una estrella, de Canal 7. Su talento vocal más su personalidad simpática pero sin estridencias, bastante humilde y transparente pronto le confirieron el cariño de muchos costarricenses y, cuando Costa Rica empezó a sonar en el continente por cuenta de sus extraordinarias presentaciones en Latin American Idol, ni para qué.
El clímax de aquel affaire de Costa Rica con María José se daría aquel 26 de setiembre del 2008 cuando, tras dos meses y medio en Argentina, país en que la producción afinaba detalles en una especie de concentración y ensayos con los cuatro finalistas, se les dio a los muchachos como premio a su esfuerzo la oportunidad de viajar a sus países para que compartieran con sus familias, amigos y prensa local, antes de volver a tomar un avión ya, ahora sí, rumbo a la gran final.
Por ese entonces, hay que decirlo, las redes sociales estaban en pañales y la televisión continental, con sus concursos, eran seguidos por millones, todo un boom que explica por qué María José Castillo se convirtió en un fenómeno en aquel momento. No solo era seguida en el país, si no que tenía tremenda legión de fans en otros países hispanoparlantes.
Después de sortear todos los obstáculos ya descritos y con varias horas de retraso porque el vehículo que traía a María José literalmente no podía avanzar --máxime porque ella intentaba devolver las muestras de cariño desde el carro--, tuvimos nuestro rato a solas.
Lo que percibí desde el minuto uno en aquel primer encuentro, 13 años atrás, fue exactamente lo mismo que me ocurrió este miércoles cuando, tras buscarla por varios días logré contactarla en la ciudad en la que vive ahora, Bogotá, Colombia.
Del archivo:
En medio del frenesí del 2008, la post-adolescente se condujo con una madurez impresionante por la sencillez de sus respuestas, incluso cuando se le preguntaba qué se sentía y cómo manejaba la gran presión de enfrentarse, cantando en vivo, a una audiencia compuesta por millones de personas y, en el caso de ella, a la compuesta por los ticos quienes, en su gran mayoría, se montaron en el tren del eufórico apoyo hacia ella.
Posiblemente como yo me he manejado siempre en la estridencia, aquellas respuestas pausadas de María José Castillo me impresionaron. Me impresionaron entonces, y me impresionaron ahora, cuando finalmente la localicé en medio de la gran duda de por qué estaba viviendo en Colombia. La otrora chiquilla hoy tiene 31 años recién cumplidos, y sí, literalmente “De niña a mujer” --como dice la veterana canción--.
Hubo un segundo acto, a principios del 2017 cuando María José y yo coincidimos en Guatemala, de pura casualidad y por razones de trabajo. Casi una década después de nuestro primer encuentro, redescubrí a una muchacha sin el peso de la fama, con su aura intacta, ya casi convertida en odontóloga pero siempre con sus “chivitos” privados por aquí y por allá, en un balance hermoso entre la delicada profesión médica y el también retador y lúdico oficio de cantante.
“Siento que en mi vida todo se ha ido acomodando espontáneamente, el concurso (Latin American Idol) me ayudó a madurar y parte del aprendizaje que tengo ahora es que no me aferro a lo material, vender la clínica me permitió salir del país, llevo cuatro o cinco años de no vivir en Costa Rica (...) si el día de mañana, cuando termine la especialidad me quiero ir a China o a otro lugar, o me regreso a mi Costa Rica amada, pues así será.
— María José Castillo
Ese encuentro en Guate nos acercó, más allá del tema periodístico y entonces descubrí a una María José aún muy joven pero ya más madura, como es lógico. En realidad María José Castillo es una mujer metida a grande, en el mejor sentido. No por nada, ella puede administrar sus afectos excepto la llamada diaria, sin excepción, en la que conversa con su abuela paterna, doña Marcelina, con quien sostiene un vínculo hermoso y cuyas tertulias van desde trivialidades como --”¿Mamita cómo le fue en la universidad hoy?-- hasta si comió bien, si sigue muy frío Bogotá, si se está cuidando, que cómo le fue en los exámenes y filosofadas más profundas.
Igual María está rodeada de un equipo de apoyo integrado por sus padres y sus cinco hermanos (son seis en total, cinco mujeres y un hombre). Y sus amigos de siempre en el país.
Por ahora, repasemos su aquí y ahora en Colombia, un país al que quiere muchísimo pero, aclara, “como Costa Rica no hay dos”.
Su otra gran pasión
Se podría decir que María José Castillo urdió un plan B ante su potencial como cantante pero no, fue al contrario: ella se enamoró de la odontología desde muy pequeña y casi paralelamente se dio su talento como cantante.
Su gran plus profesional justamente estriba en que no se “casó” solo con uno de sus talentos y, aparejado a la música, María José empezó a cursar estudios de odontología recién salida del colegio. Ya desprolija de la fama aquella que la pudo desubicar --cosa que no ocurrió--, ingresó en la carrera de sus sueños y se convirtió en una más en las aulas universitarias.
Una vez que se graduó como odontóloga incluso montó su propia clínica en San José, pero luego tuvo la oportunidad de estudiar inglés en Miami durante un año, no solo por la importancia que reviste el ser bilingüe, sino porque ya tenía en mente aplicar por un posgrado y el inglés es imprescindible por todas las razones.
Es así como, tras un primer intento que no fructificó, insistió en aplicar para una beca y lo logró, narra con satisfacción y orgullo del bueno. “Estoy super feliz porque estoy sacando una especialidad en Odontopediatría en una de las universidades más prestigiosas de Colombia, la Pontificia Universidad Javeriana” dice con aquella inconfundible voz un poco “ronqueta” pero a la vez, muy cálida.
Asegura, eso sí, que el grado de exigencia la ha llevado a seguir una gran disciplina en cuanto a horarios y estilo de vida.
Lo cierto es que, aunque María José Castillo sigue enamorada de la música --porque esto no se negocia en el ADN--, ha continuado con paso firme con sendas en las que intenta empatar sus sueños y destrezas.
“Como te dije, obtener esa beca no fue fácil pero ahí es donde uno se mide, como la primera vez que lo intenté no lo logré, tuvo más valía haber ingresado en odontopediatría, vieras que yo lo sentía en mi corazón desde que empecé en Costa Rica, honestamente estoy viviendo una etapa muy feliz, de mucho empuje, como todas las carreras tan exigentes duermo poco por los trabajos de la universidad, ahí voy balanceando, estoy muy agradecida porque esto me encanta y sé que me va a permitir en el futuro colaborar con tantísima gente...” reflexiona María José.
De armas tomar
A pesar de que se trataba de una decisión no tan fácil de tomar, cuando María José se decantó por buscar especializarse fuera del país vendió la clínica dental que tenía en Escazú y con parte del dinero se ayudó a financiar algunos gastos en Miami. En Colombia, eso sí, accedió a una beca completa.
“Vieras que tal vez por la experiencia que tuve con todo lo relativo al concurso (Latin American Idol) maduré más rápido y aprendí a aprovechar las oportunidades, yo no me aferro a lo material, la clínica me costó mucho pero igual me permitió salir del país, llevo cuatro o cinco años de no vivir en Costa Rica y estas experiencias no las cambio por nada, me encanta porque uno prueba otras escuelas, otros estilos de vida, aquí son super militares, uno viene de un sistema más suave, en cambio aquí si te dicen a las 7, es a las 7, en la universidad los horarios no se negocian y no hay excusas” cuenta María, quien confiesa que no todo ha sido miel sobre hojuelas.
“Acá la gente no es que sea grosera, es que simplemente están acostumbrados a decir las cosas sin filtro, al principio me costó, he llorado, me he deprimido en algunos momentos pero ahora me siento más fuerte, más identificada, aprendí a organizarme mejor y ya voy con todo”, dice entre risas.
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Y es que María José no la ha tenido fácil, ella viajó a Bogotá a hacer el primer examen justamente antes de que se decantara la pandemia por la covid-19 en el planeta, y ya no pudo regresar a Costa Rica.
“Yo pasé toda la pandemia acá el año pasado, fue super rudo, acá había toque de queda y simplemente había que acatarlo, pero como te digo, uno va aprendiendo y hay cosas que me encantan de los colombianos, son muy trabajadores, muy ‘echados pa’lante”, reflexiona.
Ella vive en Chapinero, una localidad que queda como a 20 minutos de la universidad. En medio de todo el jaleo que implica tanto estudio y disciplina, se las arregló para estar más que bien acompañada, pues tiene dos perritos Shit Zu, Lisboa y Moscú. De inmediato le pregunto si se inspiró en La Casa de Papel y cuenta que con la primera no. “Es que yo viajé a Lisboa y me enamoré perdidamente de esa ciudad, por eso le puse ese nombre a la perrita, que fue la primera que tuve. Ya después traje a Moscú y ahí sí me inspiré en el personaje”, dice con la voz enternecida al hablar de sus adoradas mascotas.
¿Y en asuntos de amor?
Por supuesto no podía faltar la pregunta: “Bueno hija, a todo esto ¿cómo anda ese corazoncito?.”.
--(Risas) ¡Ay ya me la esperaba!--dice, y continúa con tono divertido: “¡Qué va, con qué tiempo!. En esa parte se puede pensar que mi vida es un poco aburrida ja ja, la verdad es que estoy muy enfocada en la universidad, uno no puede decir que tiene novio porque se le ahuyenta el ganado... estoy solterita y a la orden, aprovechando toda esta experiencia y también aprendiendo a que a veces hay que ‘comer callao’, como dicen aquí”.
Por ahora, María José disfruta la ciudad que tanto le gusta e incluso aprendió a disfrutar el frío, por algo a Bogotá le dicen “la nevera”.
“A las 5:30 de la madrugada a uno se le congelan las manos (a esa hora, por cierto, empieza su jornada cotidiana), pero igual el clima es cambiante, a veces hace sol a mediodía pero en la noche el frío puede llegar a nueve grados, ya uno se acostumbra pero cuando viene alguien a visitarme se pone guantes y todo”, asegura.
Aunque es casi imperceptible, a veces se le percibe un dejo de acento bogotano. “Síii, a veces me dicen pero gente de Costa Rica, lo que pasa es que el acento aquí es muy neutro, se parece bastante a como hablamos nosotros, aunque es curioso porque a mí nadie me adivina la nacionalidad por el acento, más bien me preguntan siempre si soy de la costa (colombiana)”.
Y bueno, visto lo visto, es evidente que, por ahora, la faceta de María José como cantante está en pausa.
“Ah sí, en la parte artística no he hecho casi nada, por ejemplo fui a grabar una canción pero es lo más que he hecho, no me estresa pero tampoco me cierro, a veces cuando voy a Costa Rica hago uno que otro evento, sí me hace un poco de falta, por ejemplo aquí me gustaría ir a cantar en algún lado pero bueno, ya se dará en su momento”.
Con todo el futuro por delante, empezando su tercera década de vida, María se manifiesta más que agradecida con la vida por el abanico de oportunidades que ha tenido siempre y que la han encumbrado en los diferentes quehaceres a los que se ha dedicado.
“Todas las experiencias nos hacen madurar, yo siento que todo se ha ido acomodando como tiene que ser, no sé qué habría pasado por ejemplo si yo hubiera ganado el concurso, al día de hoy no me puedo imaginar mi vida sin la odontología y más con esta oportunidad que estoy teniendo y aprovechando al máximo. Gracias a esa tremenda experiencia se me abrieron muchas puertas, yo creo que ya las cosas que están para uno están escritas, he aprendido con la madurez el valor de estar en paz con uno mismo, de no hacerle daño a nadie, de no preocuparme demasiado por el mañana y de agradecer todos los días por todas las bendiciones, empezando por la familia que tengo y por el maravilloso país, mi país, Costa Rica. A veces los ticos nos quejamos pero de verdad, y a pesar de que me gusta muchísimo Colombia y otros países y lugares que he conocido, como mi país no hay dos”.