
Solo de verlo, da risa. Al menos cuando está en su estado normal —que es casi siempre— con aquel rictus facial con el que parece estarse riendo siempre y que en realidad le cae de perlas con su personalidad.
Opo habitualmente no solo es alegre y jodedor, sino que se mueve por la vida sin darle mucha bola al drama, salvo, por supuesto, cuando la vida lo revuelca.
Es curioso, tenemos más de 25 años de ser muy amigos y a pesar de haber compartido los mejores y los más tristes momentos, así como extensas tertulias, no fue sino hasta esta semana que, con motivo de esta entrevista, desmenucé la particular historia de este hombre multifacético en su parte laboral y su veta artística, quien al día de hoy es el papá de 10 hijos procreados con cuatro mujeres diferentes.
“Diay Yurita, es que yo siempre he sido muy enamorado, me encantan las mujeres, pero no es culpa mía ¡son los genes!”, dice muerto de risa, para no variar.
Antes de proseguir con su legajo de vida, incluida una particular anécdota bastante desconocida sobre su parentesco familiar con costarricenses de la talla de don Ricardo Jiménez Oreamuno, tres veces presidente de Costa Rica, corresponde ubicarnos en tiempos recientes en los que Opo ha vivido el dolor y la reinvención como nunca antes.
Decía que Opo y yo hemos compartido muchísimas alegrías, aventuras, risotadas y también lágrimas, sobre todo en el último lustro, cuando perdimos a uno de nuestros mejores amigos en común, el abogado Henry Vega, fallecido en un accidente durante el Tope Nacional en diciembre del 2017.
Solo un año después, también en diciembre, Marín sufriría el peor golpe de su vida hasta ahora cuando, tras un problema de salud súbito, su novia durante 16 años, Shey Ramos, falleció luego de varias semanas hospitalizada, con apenas 33 años.
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La prolongada relación de Opo y Shey, con quien empezó a “jalar” cuando ella tenía 18, siempre generó chismorreos, críticas y comentarios por la diferencia de edad que le llevaba él (más de 30 años). Pero Shey, una hermosa muchacha, profesional, administradora de empresas y emprendedora con diversos negocios propios, optó por la sabia decisión de vivir su vida sin mortificarse por los decires ajenos y, como es sabido por todos los allegados a ambos, conformaban una pareja muy estable y feliz.
La súbita partida de Shey sumió a Opo en un inmenso dolor, pero tampoco se dejó volcar. Asido al apoyo de tantos conocidos y amigos, y también de sus familiares, se alió con el tiempo que tal vez no lo cure todo, pero sí lo aplaca, y en los últimos tres años la ha tenido presente, dedicándole hermosas memorias y recuerdos en sus redes sociales.
No es de extrañarse que Opo haya recibido tanta contención, pues lo que se da siempre se devuelve y si hay un rasgo que caracteriza al humorista es la solidaridad y lo servicial que es con su gente. Además, está dotado de una ecuanimidad que transmite cuando se encuentra en una situación en la que, sabe, su acompañamiento y solidaridad son realmente importantes.
Apenas conociéndolo por cuenta de la promotora artística, periodista y varios etcéteras, Viviam Quesada, quien me lo presentó, ambos rememoraron cómo Opo, gran amigo de Viviam, no se separó de ella desde que empezó la labor de parto de uno de los dos hijos de la comunicadora, y la acompañó hasta que nació la criatura.
Años después, durante el durísimo episodio de la muerte de nuestro amado Henry, Opo fue de los primeros en asistir a la funeraria ataviado con gran elegancia y dignidad, con rostro sereno, y también estuvo puntual al día siguiente, a las 8.a. m., durante el funeral.
En medio del dolor y el desconcierto por semejante tragedia, él se mantuvo incólume y luego nos reunió a un grupito y nos llevó a desayunar a la Soda Tikal, en Tibás, donde dirigió con solemnidad y humor, una tertulia en honor a Henry y que nos ayudó a todos a empezar a digerir el duro golpe y la vida sin él.
El (buen) karma le devolvería en un gran apoyo masivo, un año después —con el fallecimiento de Shey— toda la solidaridad e inteligencia emocional con la que nos ayudó a muchos a asumir el trance de muerte de Henry.
De santo ni un pelo
Por supuesto que Opito —como le decimos a veces de cariño, cuando no nos saca la piedra— tiene sus defectos, como todo el mundo y él se encarga de basurearse y de reírse de sí mismo y de sus historias de vida, que realmente tienen un tenor macondiano.
Por ejemplo, no tiene el menor empacho en desplegar loas, amor y una gran admiración por su madre, doña Gladys Eugenia Oreamuno Quirós, hermana menor del recordado escritor Alfredo Oreamuno “Sinatra”, legendario por sus famosas obras, como Un harapo en el camino.
Pero de seguido cuenta con toda naturalidad que su mamá era una mujer muy hermosa, se casó varias veces, tuvo nueve hijos de señores diferentes e incluso Opo y su gemela —sí, tiene una hermana gemela, Ana Bell, muy buena gente pero calma, que como Opo no hay dos— son hijos de un mensajero que trabajó en la misma empresa que doña Gladys durante un tiempo.
Antes de proseguir con la historia de su heroica mamá, quien sacó a todos sus hijos adelante prácticamente sola, Opo agrega que del apellido materno viene el parentesco con los Oreamuno de Cartago. “Somos familia de don Ricardo Jiménez, tres veces presidente y el único que ha ocupado los tres poderes de la República... lo que pasa es que nosotros somos los parientes pobres, de sangre azul como el gran patriota, solo que sangre azul muy sencilla”, dice con orgullo pero claro, entre risas.
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De vuelta a la historia de su mamá y su prolífica descendencia, Opo cuenta que el primer esposo murió; el segundo se desapareció, luego ella tuvo otros romances y al final, ya con los hijos grandes terminó reencontrándose con el novio de la escuela, con quien la señora —quien hoy tiene 90 años— sentó cabeza.
Entre esos romances contó el que la señora tuvo con Daniel Ruiz Muñoz, un mensajero de la empresa Uribe y Pagés donde ella se desempeñaba como secretaria ejecutiva. “Con los Uribe hay una relación familiar porque don Luis Uribe era primo hermano de mi abuela materna, entonces toda la familia tuvo en su momento trabajito ahí, en cuenta yo, que carajillo era mensajero”, rememora.
— ¿Opo pero entonces vos no sos Marín, sos Ruiz?— le pregunto algo confundida.
— Ah sí, es que en esos tiempos mi mamá aparecía casada con el primer esposo, Antonio Marín, del que enviudó, y era muy complicado hacer el cambio de apellidos, pero sí, mi tata está vivo, yo lo voy a visitar. Diay, de fijo de él heredé yo la hablada esa que tengo, porque a pura hablada conquistó a mi mamá y al final se la llevó entre las patas ¡ y nada menos que con gemelos!— dice con tono divertido.
Ya a estas alturas uno va entendiendo a lo que Opo dijo al principio sobre los genes: él a su vez es padre de 10 hijos, seis producto del matrimonio con quien fue su esposa y con la que hoy tiene una muy buena relación, y otros cuatro hijos “por fuera”, todos concebidos en “noches de pasión” en relaciones más bien casuales.
Sin embargo, él no hace diferencia y ha tratado de hacer lo humanamente posible por ser un buen progenitor y también un buen abuelo, pues su prole ya va por ocho nietos.
Cuenta que visto lo visto, hace unos años tomó la decisión de someterse a una vasectomía, y que ya en la clínica hubo quienes le dijeron que la fertilidad de él era atípica y que mejor no se operara, pues eventualmente podía vender su “producto” en un banco de semen. “¡Ta loco! dije yo, no, no, ¡córteme esa vara!”, dice muerto de risa y queda en el aire la duda de si estaba vacilando con la anécdota... o no.
Un artistazo
Antes de culminar esta historia con el reencuentro de Opo con el amor transitamos por sus inicios en el ámbito artístico del país que se originaron, como era de esperarse, cuando se convirtió en el contador de chistes desde la escuela.
“Mi madre es familia de artistas pero por el lado de mi tata heredé lo jodedor, el ingenio para los apodos. Yo hacía de Juan Santamaría en las asambleas, estuve en la banda, también se me daba muy bien pintar caricaturas, hacer carteles, nunca me dio pena subirme a un escenario y ahí me fui haciendo hasta que ya en el colegio empecé con una guitarrilla a cantar con un amigo mío de entonces, Víctor Cardona...
“Un día nos mandamos a cantar en la Taberna Mi Rinita, donde hoy está Mi Taberna esquinera en Tibás, donde uno dobla para Santo Domingo. Entonces el dueño nos dijo que él nos daba alguito y los clientes también, entonces ya nos íbamos a serenatear y así comenzó todo lo de los shows, que ya después fueron incluyendo la parte cómica y demás”.
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Conforme se dio a conocer empezó a amenizar fiestas, luego los contrataron en la Casa España, en el Centro Comercial El Pueblo y hasta en el Hotel Herradura, cuando era propiedad de don Natsú Asada, ya fallecido.
Se casó joven, a los 22 años, y empezó a pulsearla en todo tipo de trabajos: talleres de enderezado y pintura, misceláneo, mensajero, lijando carros, en una marquetería...
“Hasta que me salió un trabajo en Evisa Excursiones y Viajes S.A., los dueños me querían mucho, ahí duré nueve años trabajando en cuestiones de trámites migratorios y después me independicé y monté la oficina Trámites Administrativos y MIgratorios, TRAYMI S.A.”, cuenta Opo, quien tuvo ese negocio durante 20 años, en San José centro, hasta que las oficinas de Migración y Extranjería se mudaron a La Uruca.
En ese momento su agencia dejó de ser negocio para él, pero justamente le surgió la oportunidad de empezar en Radio Omega con el espacio de bromas Los consentidos de Omega, en el que se establecería durante otros 20 años.
Cuenta, fascinado, una anécdota al respecto: “Omega me mandó a México junto con Miller Chavarría a ver programas de ese tipo que ya había en varios países del continente, como El show del Panda en el D.F. o El vacilón de la mañana en Nueva York, y diay como yo soy tan cabrón me cayó a pelo el personaje por la facilidad que tengo para chingar e imitar”.
“Pero ya cuando estábamos al aire, don Jorge Hernández, fundador de Omega y quien se convertiría en mi segundo papá, le dijo a Luis Cárdenas que era el administrador, que él no estaba muy de acuerdo con ese tipo de humor y que había varias llamadas protestando porque era ‘muy brusco’. Entonces Luis le dijo ‘diay, don Jorge, yo lo puedo quitar pero desde ya deja 10 millones de colones al mes... Diay, hasta ahí llego la incomodidad. Tan bello don Jorge, ¡qué señor!”, puntualiza el humorista.
Opo sigue vigente desde hace dos años y medio con su programa Los consentidos de Opo Marín, que se transmite de lunes a viernes, de 3 a 4:30 p. m. en Radio Actual 107.1 FM, con entrevistas a distintos exponentes de todas las ramas del arte en el país, combinado con segmentos de humor y variedades.
“Para el amor no hay edad”
Llegamos a la nueva oportunidad que se está dando Opo en el amor, en una relación que empezó como una amistad y fue mutando orgánicamente hasta formalizar un noviazgo en el que ya él y Kimberly Palma, de 29 años, llevan tres meses.
“No han faltado las críticas pero si no me importaron antes mucho menos me van a importar ahora, a estas alturas... ya uno con la experiencia que tiene pues le hace caso al corazón.
“Yo perdí mi matrimonio hace muchos años por mis bohemias, ya luego uno va madurando y por eso cuando apareció en mi vida mi Shey, increíblemente maravillosa, lindísima, me hizo demasiado feliz y la he llorado muchísimo, pero a veces las situaciones se van dando espontáneamente y Kimberly es una gran mujer, muy luchadora. Yo conozco a su familia, ella a la mía, ahí estamos conociéndonos, yo me siento muy bien con ella, estoy tratando de sanar un poquito mi duelo”, se sincera Opo, por primera vez durante toda la entrevista con tono serio y sereno.
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— A todas luces se ve que por alguna razón tenés afinidad por relaciones con mujeres más jóvenes y que son amores correspondidos, ¿cómo analizás esa particularidad en tu vida?
— Sí, claro, siempre ha sido mi afinidad con la mujer joven, para qué te voy a mentir.
Yo soy espontáneo, ya uno con la madurez, al menos en mi caso, me conduzco como un caballero, siempre ando bien cuidado, perfumado. No es un tema de plata porque yo no soy un mae adinerado, pero sí me jacto de tener un montón de amigos. Yo a la mujer que está conmigo le doy su lugar, por eso hice oficial mi relación con Kimberly hace tres meses en redes sociales.
“En esto no hay ningún secreto, yo soy cortés, detallista, de esos amantes a la antigua, como dice la canción. Soy sobreprotector en el buen sentido, paso pendiente de si ya almorzó, cómo le fue en el trabajo... para mí regalarle un chocolate con mucho amor vale más que darle un IPhone o cosas materiales a la persona. Si se puede uno dar un gusto, se lo da, pero un día de estos comimos arroz y frijoles con huevo e igual la pasamos muy bien” reflexiona, y agrega con vehemencia: “A mí me resbala que me digan ‘viejo sátiro’. Mientras la otra persona y yo seamos felices ,¿cómo me va a importar un rábano lo que diga la gente?”
