Quizá solo las generaciones que ya peinan canas se ubiquen de inmediato en aquel nostálgico pasado musical de los años 80, cuando un jovencito con cara de niño irrumpió en la escena musical de Costa Rica con gran suceso.
Valentino fue el nombre artístico con el que se dio a conocer y, más de 30 años después, es imposible recordarlo sin evocar de inmediato dos de los temas que lo volvieron todo un fenómeno juvenil en aquellos tiempos: Linda mujer y Nadie te amará como yo.
Lo cierto es que Edwin Ortiz –ese es su nombre real– se radicó en México desde hace más de tres décadas, no sin antes pasar temporadas en Miami, Sao Paulo e incluso, en Madrid, donde intentó internacionalizar y consolidar su carrera artística.
Sin embargo, como lo contaría años después, en su aún temprana juventud se percató del costo personal y emocional que demandaba una carrera artística y dio un viraje en su vida.
Recién lo contactamos por medio de su cuenta de Facebook en donde aparece como Valentino Grimaldi, y en la que se aparece el otrora cantante postadolescente convertido ya en un señorón de casi 55 años muy bien llevados, con una musculosa anatomía labrada a punta de la disciplina casi militar con la que maneja los otros ámbitos de su vida, incluidos sus distintos negocios que le han permitido tener orden financiero y darse el gusto de radicarse desde hace años en Puerto Vallarta, ciudad que considera su segundo hogar.
Durante una extensa conversación telefónica, Valentino habla sin el más mínimo reparo sobre su pasado como artista, sus finanzas, tu TOC (Trastorno Obsesivo Compulsivo) a la hora de mantener su casa y las rutinas de su vida en orden y al día, de su soltería por elección tras haber convivido en el pasado con distintas parejas y de decisión de dar un paso al costado y decirle un adiós tempranero al mundo artístico.
Por supuesto que hubo margen para recordar ese pasado que lo encumbró en la palestra musical de la Costa Rica de los años 80, con aquella cara de niño que tanta gente recuerda, en una faceta que él atesora como parte de su pasado.
Aunque no lo dice, a todas luces Valentino es un lector voraz, a juzgar por la riqueza de su vocabulario y la forma en que esboza sus ideas: es un gran conversador de esos con los que fácilmente vuelan hasta tres horas.
Es un hecho que se siente orgulloso de la vida que se ha labrado ya estando a mediados de su quinta década, pero sigue supremamente agradecido con el público que lo disfrutó en su faceta de cantante y que al día de hoy, aún le escribe para contarle las anécdotas de antaño con y por sus canciones.
“¡Ay, hazme un gran favor, pon en la nota cómo aparezco en redes sociales porque vieras cómo me escribe gente, tan linda, no sabes las anécdotas tan hermosas que me cuentan, pero muchos me dicen que les costó encontrarme porque hay muchos ‘Valentinos’”, dice con su acento mexicano tras más de 20 años de haberse radicado en el país azteca.
Ya entrando en materia, o sea, en cómo son sus días en la actualidad, Edwin o “Vin” --como lo llaman mayoritariamente desde hace tiempo sus nuevos conocidos y quienes lo tratan por asuntos de negocios-- empezó con su faceta empresarial acaso a sus 30 años, cuando decidió retirarse del espectáculo tempranamente y montó una fonda-taquería en el D.F.
Por supuesto, no todo ha sido miel sobre hojuelas.
“Algo que me ayudó mucho fue el haberme involucrado con el ejercicio físico. Cuando llegué a México yo era flaquillo, yo no tenía dinero, yo no sé cómo le hice, lo que llaman rascar el check para allá y para acá... era 1986 y mi mamá me vino a visitar, entonces me pagó mi primer gimnasio y me siguió ayudando con 50 dólares al mes (la señora falleció a finales de ese mismo año, pero Valentino la cita como si estuviera presente, para él, lo está).
“A partir de ahí me hice súper disciplinado en cuanto al ejercicio, el costarricense tiene una genética increíble, entonces empecé a trabajar en agencias de modelos y actualmente soy socio de una de ellas, Yerba Mate Films, que recluta actores, modelos, edecanes...” dice sin ambages, a todas luces orgulloso de su versatilidad para incursionar en diversos negocios.
“Yo trabajé muchísimo con empresas, en aquel entonces comí con eso, el estar fit me abrió muchas puertas, inclusive más que las de la música... al fin y al cabo esta empresa terminó arreglándome mis papeles, ya tengo mi residencia en este país. Ya no modelo más por la edad pero estoy consciente de que yo soy muy eficiente y bueno para todo: si me pones a arreglar una casa, un jardín... no sé, si quieres que haga de mimo, me preparo y lo hago bien”, reflexiona.
En los últimos años ha reforzado sus inversiones con alquileres de alojamientos Airbnb, en México, Costa Rica y en San Francisco, California, donde tiene una propiedad. También, en conjunto con varios familiares costarricenses que son conductores, tiene varios vehículos trabajando en Uber.
Otra decisión de la que se siente muy orgulloso es haber dejado de beber alcohol hace 10 años. “Llegó un momento en el que sentí que el licor me estaba absorbiendo. Yo tengo un factor hereditario de varios familiares con problemas de alcoholismo, entonces tomé la decisión y paré, he ido cultivando buenos hábitos, duermo lo que tengo que dormir, voy al gimnasio todos los días y como lo que mi doctor me recomienda”, narra Valentino.
El color de sus días
Además de vivir en una casa cómoda, con vista al mar y de disfrutar la paz que le da el andar siempre adelante, prácticamente nunca procastina, Valentino es feliz con tres perritos que fueron entrenados por él y que son el postre de su día a día.
“Yo he tratado de nutrirme emocionalmente, lo que a mí me llena quizá a otra persona no pero por ejemplo a mí me hacen feliz mis perritos, mis plantas, los colores de mi casa, tener todo bien cuidado y ordenado, tengo un cuarto de huéspedes y yo me pongo feliz porque cuando viene mi familia o amigos, sé que se sienten como en un hotel”, asegura el musculoso compatriota.
Eso sí, aclara que es prudente a la hora de elegir a sus invitados.: “Uno con los años va conociéndose, ya no me pasa, pero antes hubo casos en que terminaba como el meme de Mi pobre angelito, así como ‘¡los odio a todos!’, pero como te digo, ya a estas alturas uno busca paz y por eso a mi casa vienen las personas indicadas, sin saturar”.
En este apartado da paso a su otra gran elección, la de su soltería, tras haber tenido diversas relaciones con parejas con las que sigue manteniendo una gran amistad.
“Con la madurez he descubierto que las relaciones de pareja son muy difíciles, ya lo había experimentado precisamente con el tema de ser artista, el ser humano deja de tener su propia esencia para ser artista... yo elegí felizmente ser un desconocido, que nadie me pele, irme con mis perros a la montaña... sigo amando la música, pero veo cómo hoy muchos quieren fama y dinero y al final se convierten en esclavos de su fama, con los casos de finales terribles que podemos enumerar por decenas”, asegura.
Valentino, a todas luces, intenta seguir por la vida ligero de equipaje. “Hoy todos creen que la lana y la fama te dan poder, cuando me di cuenta de por dónde iba el asunto y me estaba metiendo en una prisión tomé la decisión de vivir libre... y eso aplica para las relaciones afectivas”.
Ante la pregunta de rigor, ¿cómo anda ese corazón?, no tiene el menor empacho en asegurar que ha optado por la soltería, última palabra, al menos, por ahora.
“Las relaciones humanas son muy difíciles, las he disfrutado y ha habido tiempos muy lindos, pero a estas alturas no cambio mi libertad ni mi independencia por nada, de hecho tengo dos exparejas de las cuales soy amiguísimo, hay cariño, lealtad, lo único que no tenemos es sexo pero nos queremos mucho, yo trato de llevar una vida en la que todo se decante en santa paz... la vida es muy corta para estarse complicando”.
Y vuelve a citar a su mamá quien es una presencia espiritual permanente en la vida de Edwin, el penúltimo de seis hermanos.
“Ella me decía que nunca dejara de tener mi espacio, mis cuatro paredes, que era mejor tirarte con una morsa y vigilar la parte individual antes que sujetarnos a otra persona”, rememora.
En los últimos tiempos, ha entendido lo que le quiso decir su madre, cuando habla de que “es muy difícil vivir tus cosas individuales sin ahogar a la otra persona”.
Y así, Valentino sigue sus días sin rumiar el pasado, pero tampoco huyéndole.
Habitualmente se levanta de la cama a eso de las 7:30, da una caminata infaltable por la playa, junto a sus perros, luego regresa, se ducha y le da seguimiento a sus negocios.
A la una de la tarde tiene cita impostergable con su entrenador, en el gimnasio, y luego almuerza en una fondita que queda en pleno centro de Puerto Vallarta.
Hasta antes de la pandemia, Valentino venía a Costa Rica con frecuencia, por trabajo pero también para departir con varios de sus hermanos, principalmente con Ana Cecilia Ortiz, su hermana mayor y quien se diera a conocer años atrás como presentadora en el SINART.
Ahora espera la oportunidad pronta de viajar al país que tanto ama, su país de origen, al que quiere tanto como a México porque ese tipo de amores no son excluyentes.
De momento, parte de su rutina implica contestar mensajes de fans de su música y también de su rutina de ejercicios y alimentación.
Con lo ordenado que es, Valentino trata de responder en un tris. Si no lo logra, espera a hacerlo en cuanto pueda. Pone todo en perspectiva y, ante cualquier, pero cualquier contingencia intenta, por sobre todo, que nada ni nadie le robe la paz.
A todo esto, le pedí tímidamente (una legítima ‘polada’) que a manera de despedida y que cuando tuviera un chancecito, me dedicara una estrofa de Linda Mujer, a capella, en un audio cortito.
Termino esta entrevista y miro que tengo cuatro wsapps de Valentino en mi bandeja.
Ojalá pero, si no ocurre, no es necesario: desde el momento en que entablamos conversaciones, no he podido quitarme de la mente aquella canción por la que tantas lágrimas lloré en mi adolescencia/juventud, aunque con protagonistas diferentes: Linda mujer, hasta el día de hoy, sigue vigente mientras en los corazones de los eternos enamorados del amor, del drama y del romance perenne...