Convertirse en mamá ha sido la mayor alegría en la vida de Cindy Villata, tal y como lo exponen la mayoría de madres, sin embargo, adaptarse a su nueva vida fue un proceso de cambio que costó pero en el que encontró su mejor versión.
Luego de que naciera su hija, Irene Marenco Villalta, hoy de dos años, Cindy experimentó dos depresiones post parto que la hicieron sentirse muy ansiosa, temerosa de quedarse sola con su bebé e incluso, llegó a creer que su niña podía vivir sin necesitar de ella. Hoy Cindy habla de esto porque cree que es importante contar con ayuda familiar y además profesional, y que las mujeres no deben ocultar sus sentimientos por temor a que las encasillen como “malas madres”.
Con el respaldo de su esposo, el presentador de Repretel, Ítalo Marenco y de su familia cercana, Cindy logró sobreponerse a la depresión que vivió por varios meses. Cuando Irene cumplió un año, ella cayó en cuenta de que debía volver a cuidar más de sí misma.
La expresentadora de televisión afirma que ella nunca se ha desvelado por los números de la balanza y que poco después de dar a luz a Irene volvió a los 65 kilos que pesaba al iniciar el embarazo; no obstante, ella se notaba “pochotona”, que los pantalones le quedaban un poco más tallados, pero lo que la alertó principalmente fue el índice de grasa corporal y visceral que aumentó en el embarazo y que no pudo bajar en todos esos meses.
“Tuve a Irene de casi 39 años y el cuerpo no es el mismo de una mujer de 20 que se embaraza y que vuelve más fácil a cómo estaba después de que tiene a su bebé. El metabolismo es más lento. Venía con un poquito de peso arriba, de grasa corporal. En eso me enfoqué porque luego esa grasa se te mete en los órganos y te mata.
“Luego del embarazo me dieron un par de depresiones post parto no tan fuertes, pero que sí estuvieron ahí, uno no tiene las ganas ni el entusiasmo de estar pensando en cuidarse, uno está más concentrado en la bebé. Un día me dije que debía hacer un cambio por mi hija, que quería durarle, salir a correr con ella, aguantar el trote y así muchas cosas”, contó Cindy, quien trabaja como country manager y en el área de telecomunicaciones de una empresa en Argentina.
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Cambio de adentro hacia afuera
Desde hace seis meses, Cindy empezó a experimentar un cambio más notorio. Varió su plan alimenticio, pues aunque todo este tiempo hacía ejercicio y estaba con nutricionista, no lograba bajar su nivel de grasa corporal. Además, se sentía muy cansada.
“Visualmente no era tan evidente. Yo siempre pesé entre 58 y 60 kilos. Me embaracé y estaba en 65, estaba más gruesita, las personas no lo percibían, no era tan evidente, pero me veía los pantalones talladillos. Yo decía que era el momento de cuidarme más. Se vino la pandemia y fue peor para media humanidad. Nos encerraron y me puse a querer hacer algo diferente y lo que hice fue comer más. Me fui a medir y la grasa seguía igual, tenía grasa visceral alta y fue el momento de cambiar”, cuenta.
Si bien Cindy luce más estilizada, asegura que el cambio fundamental lo experimenta internamente. Gracias a una dieta keto, específicamente la clean (una limpia que se basa en comer lo que se siembre que no contenga carbohidratos y lo que se pesca) ella ha visto mejorías.
“Estoy en 60 kilos, que es mi peso de soltera, y la grasa visceral también bajó, está como de chiquilla de 15. De la grasa corporal me queda bajar pero porque quiero, pues ya está en niveles normales y saludables. Me siento sana, lo del peso y cambio físico llega por añadidura, mi plan era bajar la grasa. A nivel de energía el cambio es increíble, antes estaba cansada todo el tiempo al trabajar, al estar con mi hija o al salir. Me siento muchísimo mejor de ánimo”, confió.