Un hombre sin escrúpulos que no se deja llevar por el amor; el único ser humano al que el capo colombiano Pablo Escobar demostró tenerle respeto... Ese fue el mexicano Amado Carrillo, conocido como El Señor de los Cielos. Pero en la televisión su nombre se cambió a Aurelio Casillas.
Aurelio Casillas es un hombre fornido, alto, guapo, con poder, con estilo, con dinero... el capo más capo de los capos. Por su parte, Rafael Amaya, el actor que interpretó al narcotraficante durante seis años y siete temporadas en la narcoserie El Señor de los Cielos producida por Telemundo y Caracol (al principio), había probado las mieles del éxito en la actuación con papeles importantes en novelas del corazón, pero Casillas le caló profundo... tanto que el artista vio su vida personal afectada por el personaje del narco.
Excesos, drogas y alcohol. Todo lo que el famoso que se creyó El Señor de los Cielos pudo probar.
Fue tal la adicción que Amaya fue ingresado a una clínica de rehabilitación. Fue su amigo y compadre, el cantante mexicano Roberto Tapia, quien ayudó al actor. El amigo sabía de que Amaya estaba mal, que tenía muchos días de estar escondido, posiblemente consumiendo; así que viajó desde Culiacán hasta Acapulco para rescatar a su amigo.
De acuerdo con información de medios internacionales como Infobae, El Universal, People y Los Ángeles Times; el cantante encontró a su amigo muy mal. “Estaba en malas condiciones, pero deseando que alguien lo ayudara. Agarramos sus cosas y las subimos al carro y nos arrancamos de vuelta”, explicó el artista a los medios de comunicación cuando confirmó que él y otros allegados a Amaya lo llevaron a internar a la clínica Baja del Sol, propiedad del exboxeador mexicano Julio César Chávez.
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“En el coche él venía llorando. Yo le estaba haciendo ver todas las cosas chingonas que tenía en su vida y que las estaba tirando por la borda”, dijo Tapia a la revista People en una entrevista exclusiva que publicó el medio en español con el propio Rafael Amaya, quien en esa ocasión habló abiertamente sobre sus adicciones.
“Perdí mi paz interior, el amor que le tenía a mi familia, a mi trabajo. Poco a poco me fui sumergiendo en el fango oscuro del alcohol y las drogas, viviendo todos los excesos posibles habidos y por haber”, dijo Rafael Amaya a People.
Soy un ser humano, no soy un robot. Me dejé llevar por el alcohol, las banalidades”, confiesa arrepentido Amaya, quien tras gozar de las mieles del éxito creía firmemente que si la gente que lo rodeaba no tenía autos lujosos y yates, no estaba a su nivel. “Estaba cegado por el manto oscuro de la drogadicción”.
En la misma entrevista, el expugilista Chávez contó que cuando el actor llegó a la clínica estaba en un estado psicótico. “Cuando llegó, la verdad no le quisimos decir a Rafa, pero sí llegó un poco psicótico, todavía creyéndose El Señor de los Cielos. Pero pasaron los días y ahora meses, y la evolución de Rafa ha sido increíble”, contó Chávez.
Positivo
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La parte positiva de esta noticia es que gracias a su fuerza de voluntad y a la ayuda de personas que lo quieren, Amaya cumplió de manera positiva y con compromiso la rehabilitación que recibió en la clínica.
El 22 de diciembre el artista salió del centro y pudo pasar la Navidad acompañado de sus seres queridos. Celebró las fiestas en la casa de su compadre Tapia y ahora retomó con más fuerza la relación con su familia.
Dice estar listo para volver a la actuación, incluso que está abierto al amor, algo que no quería mientras estaba consumido en las adicciones.