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Cada día llega puntual al trabajo, cargando una vianda con el almuerzo casero que le prepara su cocinera chilena. Durante un par de horas memoriza libretos y luego graba hasta avanzada la noche.
En Estados Unidos, Mario Kreutzberger (el querido Don Francisco), es una celebridad reconocida en la calle. Debe ser la figura latina más influyente del país más poderoso del mundo, pero él pareciera no percatarse de eso. Solo trabaja con la esperanza de cumplir medio siglo en la televisión.
El mesero parecía discutir con la muchacha que atendía la mesa de Don Francisco, una veinteañera que había llegado hacía pocos meses a Estados Unidos, inmigrando de Cuba. “Claro que los carros los regalamos de verdad”, le respondió Don Francisco a la joven, con total normalidad, como si le hubiesen preguntado la hora.
“¿Ves que era cierto?”, le dice entonces la mesera a su colega y compatriota en tono de reproche ante la mirada del animador chileno. Pero ella sin sentirse avergonzada por el pequeño bochorno, más bien contraatacó moviendo su rostro de lado a lado: “¿Cómo va a ser cierto, Don Francisco, que usted le regala un carro nuevo a la gente. Eso es imposible”.
Y es que en Miami, como en muchas ciudades de Estados Unidos, donde habitan casi 50 millones de hispanos, los programas de televisión de Don Francisco provocan una fascinación casi mágica.
Al ver que el conductor chileno entabló un diálogo con los meseros, dos comensales de mesas aledañas se sumaron a la conversación. Y los siguieron cuatro, ocho, hasta dieciséis personas. Casi la mitad del restaurante (...) Lo mismo ocurrió al día siguiente, en Bal Harbour Shops, uno de los centros comerciales más elegantes de Miami Beach.
Aunque el tipo de público era distinto, casi nadie se resistía a acercársele. Desde el año 2000, más de la mitad de los niños que nacen en Estados Unidos son hispanos. Y todos aprenden muy pronto quién es Don Francisco.
Una semana antes de que Mario Kreutzberger abordara un crucero por el Caribe junto a su señora, sus hijos y todos sus nietos para celebrar sus 70 años, el diario chileno
Lo más impropio que hace al volante es leer sus correos electrónicos en su BlackBerry.
Desde hace 18 años, vive en la misma casa, construida en una isla al norte de Miami Beach. Según un censo elaborado en el 2000, el suburbio donde habita el conductor de televisión está catalogado como una de las 10 comunidades residenciales más acaudaladas de EE. UU.
Entre sus célebres vecinos están Julio y Enrique Iglesias, un jeque árabe y uno de los fundadores de Calvin Klein.
Allí, Don Francisco vive con su señora, Temmy Muchnik, quien pasa largas temporadas en Santiago, Chile, para estar cerca de sus nietos. Un matrimonio de chilenos habita también en la casa y se ocupa de las labores domésticas, así como de preparar comida chilena.
Su hogar es del tipo “inteligente”, a través de pantallas LCD se pueden programar las luces, la temperatura ambiente, la alarma, entre otras comodidades.
La elegante decoración integra motivos alusivos al judaísmo, religión que profesan los dueños de la casa. También hay pinturas de Matta, Botero y Carmen Aldunate.
A cinco minutos de su tecnológica morada está uno de los restaurantes favoritos del chileno: la Parrillada Las Vacas Gordas, en Normandy Drive. El dueño del local, el uruguayo Luis Gajer, es amigo de Don Francisco, por lo que cuando este le dijo que iba a ir a cenar con un periodista chileno no dudó en mantener su establecimiento abierto hasta la medianoche.
Gajer se sentó a la mesa de los comensales con una copa de vino y un puro, para hablar de Don Francisco. “Ustedes en Chile quizás no alcanzan a dimensionar lo enorme que es este hombre”, comentó .
Uno de los datos que aparecen en la conversación es que cualquier candidato presidencial norteamericano sabe que uno de los eventos clave de la campaña es la entrevista que le realice Don Francisco. Ya se ha vuelto una obligación.
Por esa época, Don Francisco era funcionario del canal 13 de Chile. Entonces, partió a probar suerte al mercado norteamericano, donde nadie lo conocía, pero sin dejar de lado su programa en su tierra natal. Su primer contrato con Univisión fue semanal, así que dos noches a la semana dormía en avión.
Al poco tiempo logró un contrato por un año en Univisión. La compañía –como él llama al canal– comenzó a requerirlo cada vez más, por lo que decidió arrendar una habitación en Miami.
Cuenta que los viajes y los cambios de ambiente lo deprimieron. Así que para no sentirse tan ajeno cuando estaba en el extranjero se hizo en Miami una réplica de los objetos que tenía en Chile: duplicó los muebles y la ropa.
Esta rutina duró hasta 1992, cuando las condiciones le permitieron radicar en EE. UU.
Desde entonces, su jornada ha sido, prácticamente, la misma: trabaja 12 horas diarias, desde el mediodía hasta casi la medianoche.
Don Francisco adora la rutina. Aunque trata de producir todo el tiempo ideas novedosas para sus programas
Trabaja desde hace décadas con las mismas personas; cada vez que comienza una grabación sube al escenario cantando la misma canción (
Si bien, el canal le habilitó un moderno y lujoso camerino, él solo ocupa una pequeña habitación en la que apenas cabe una mesa y su viejo sofá. Ahí mismo almuerza todos los días la comida casera.
Tampoco ocupa mucho su grande y cómoda oficina formal en el área administrativa. Solo pasa por ahí, todos los días, cargando su vianda y su boina azul.
A simple vista, parece un empleado más de la televisora. Pero lo cierto es que sus programas producen un tercio de los ingresos del canal y él es la figura más relevante y rentable de Univisión.
Después de apagar las velas, y mientras miraba el océano, escribió la siguiente frase: “La vida es una maratón en la que conforme pasa el tiempo, el avance se vuelve más difícil y lento”.
Pese a que Mario Kreutzberger ha conseguido mucho más de lo que cualquiera pudiese imaginar, él se toma la vida como una maratón, en la que la meta se aleja un par de kilómetros cuando pareciera que está a punto de llegar.
Según dice, pensó que su carrera duraría 30 años, luego 40 y ahora su sueño más próximo es llegar a los 50 años haciendo televisión. Esa meta se cumple en 2012. Su contrato actual le alcanza de sobra para lograrlo, pero él no se confía.
Pero ahí no acaban sus sueños: desde hace tiempo tiene el proyecto de crear un canal segmentado para las personas entradas en años. Dejar la televisión no está entre sus planes. “Si yo dejo de hacer esto, me muero”, repite una y otra vez el carismático Don Francisco.