Este jueves 18 de agosto, Édgar Silva decidió parquear su carro dentro de un lavacar en San Francisco de Dos Ríos y sorpresivamente se puso a vender los aguacates de su finca.
El comunicador confiesa que nunca había tenido que hacer esto, sin embargo, tenía más de 80 kilos de aguacate listos para la venta y argumentó que se iban a perder si no salía a la calle comerciarlos. Ante su preocupación, uno de sus ahijados le dio la opción de venderlo en el centro de lavado de vehículos y, sin pensarlo mucho, Silva acomodó siete cajas llenas de producto en la cajuela de su carro y se dirigió al negocio.
Cuando llegó al sitio, Silva publicó en sus redes sociales un video en el que ofrecía aguacates, así como la ubicación del lugar en el que se encontraba. En cuestión de minutos ya había una fila de vecinos interesados en comprar producto.
“Cuando lo anuncié en las redes, honestamente no pensé que fuera a llegar la gente que llegó y en el tiempo que llegó. Yo pensé que iba a ser más esporádico, pero la gente llegó demasiado rápido y había fila y todo. Yo había reservado todo el día para estar ahí y, al final, me quedé como hasta las 2:30 p. m. o 3 p. m. Es decir, vendí todo relativamente rápido, porque llegó bastante gente. Es la primera vez que me instalo en un lugar público y lo hago”, comenta.
Precio justo
El periodista vende el aguacate en su finca, ubicada en Santa María de Dota, a ¢2.500 el kilo. Considera que este es un precio justo por lo que conlleva el cultivo y cosecha de las plantaciones.
“La agricultura es muy bonita y tiene hasta su parte romántica, pero es tremendamente difícil. A veces la gente es muy grosera con los productores, porque producir un aguacate le lleva a uno nueve meses y hay que cuidarlos para que no se lo coma ningún bicho, ningún hongo y es tremendamente dedicado el oficio.
“Pero vea, hace como tres semanas me buscó un intermediario que compra aguacate en la Zona de los Santos y me ofrecía pagar ¢1.000 para abajo el kilo, y yo digo que no porque pucha, los insumos están demasiado caros. Cada vez que uno va a abonar son, sin mentir, ¢700.000 de abono y eso uno lo tiene que hacer cada uno o dos meses... vieras cómo duele. Entonces es mejor para uno, literalmente, lanzarse a la calle”, asegura.
Además, Silva es enfático en que él no acepta el “regateo” pues por su experiencia sabe y ha visto que “hay un montón de muy buenos productores que muchas veces no son bien tratados”.
“La gente tiene que entender que cuando uno va a un mall, no va a regatear en una tienda grande en la que va a comprar... nadie pide que le vendan una sueta más barata, entonces ¿por qué se lo hacen a los agricultores?”, cuestiona.
Édgar explica que casi nunca le queda producto, pues ya tiene compradores fijos: amigos, vecinos y restaurantes. Sin embargo, en esta ocasión tuvo que hacer un corte porque “necesitábamos limpiar el árbol”.
Además, tenía una orden de compra de un supermercado y debía cumplir con la entrega del producto.
Su buena experiencia con la venta de aguacates en la calle, lo hizo reflexionar acerca de la dificultad que tienen muchos pequeños productores para vender el producto. Y considera que, quizá, él podría ser una voz para ellos.
“Yo también puedo ser un vocero de todos ellos, para que la gente no sea tan injusta cuando dicen: ‘es mejor el aguacate mexicano’. Porque pues sí, puede ser que ellos sean los exportadores mas grandes del mundo, pero pucha, aquí los agricultores hacen un gran esfuerzo para producir bien.
“Y lo de ayer lo pellizca a uno a decir: ‘pucha, yo podría ayudar a pequeños productores que les está costando vender en este momento. Tal vez podría comprarles o llevármelos un día’. Honestamente lo de ayer (jueves 18) me está haciendo pensar de qué forma puedo ayudarles a los amigos que uno conoce y que producen aguacate, porque de verdad les está costando vender y si lo venden es a un precio miserable”, finaliza.