Tiene una voz profunda y una sonrisa perenne, implacable, que no se borra ni en medio de las peores adversidades que puede enfrentar un ser humano.
Es justamente su actitud frente a la vida la que le ha permitido al Padre Mix ganarse no solo un espacio en el dial, sino también el cariño de sus oyentes.
El positivismo que exhala Andrés Zamora podría parecer incluso contradictorio para quienes sepan que a su hermano lo ultimaron a puñaladas frente a su casa para robarle un celular, que tuvo un padre ausente, que debió trabajar desde los 10 años vendiendo palmito en la feria del agricultor de Santo Domingo de Heredia o que tuvo que reescribir su vida tras un divorcio de cuya historia se reserva los detalles.
La diferencia tiene que ver con una promesa que se repite cada día, cuando abre el micrófono y saluda al país a través del 91.5 FM: muchos años atrás le garantizó a su abuelo, el difunto locutor Carlos Luis Jara, que sería diferente a los locutores de su época y que descubriría la manera de hacer que la radio despertara la esperanza de las personas.
De hecho, su abuelo –a quien llama “papá” sin hacer ninguna aclaración– había intentado mantenerlo alejado de los medios de comunicación, pues no quería que el retoño algún día se viera sumergido en el ambiente que puede propiciar el ser locutor de radio.
“Aquí pasa de todo: te invitan, te llaman por teléfono; si sos tomador, te sobran las invitaciones; si sos fiestero, te sobran las fiestas”, admite Zamora. Eso sí, asegura que él ha sabido poner barreras y lidiar con esas llamadas comprometedoras.
Sin embargo, bien dice el dicho que nadie manda en el corazón, y el de Zamora estaba ligado a los micrófonos desde 1991, cuando era apenas un colegial y acompañó a Jara al programa radial Consejos de oro .
Aunque desde ese momento supo que quería ser como su abuelo, al salir del colegio entró a estudiar Ingeniería Electrónica en la Universidad Nacional.
Por esas coincidencias inexplicables de la vida, Zamora fue reclutado como asistente técnico en radio Fides. La ventana para hacer algo más que instalar repetidoras y cambiando equipos y enlaces durante las rayerías llegó cuando el locutor Carlos Hernández –hoy en Sinfonola– enfermó de varicela y no podía presentarse a trabajar.
“En ese momento, el único que estaba era yo. El padre William me dijo: ‘Andrés, ocupo que usted haga controles’. Y ahí empezó la aventura”, relata Zamora.
Recuerda aquel día con lujo de detalles: año 94, programa Cristo Alabando , 5:16 de la tarde.
“Di la hora, agradecí por estar en sintonía, ni sé cómo lo dije ni nada. Solo recuerdo que dejé el micrófono abierto y que la canción que seguía no sonó porque en los nervios, estaba abriendo un canal que no era el correcto. Yo lo único que empecé a decir fue: ‘Ay Dios mío, ay Dios mío, ¿por qué no suena? ¡Aaaay, Dios mío!’”.
El micrófono habrá estado abierto por unos cuatro minutos, hasta que una recepcionista entró en la cabina para advertirle que los radioescuchas estaban reportando lo sucedido.
“Me quedé pálido, frío. Se me fueron las palabras. Lo bajé lentamente (el micrófono) como si todos me estuvieran viendo” “Empecé a recibir mensajes por beeper: ‘Muchacho, tiene el micrófono abierto. Tranquilo’ , ‘Todo va a pasar, no se preocupe’, ‘Es la primera vez, lo entendemos. Bendiciones’”, prosigue.
Lo siguiente sería una demostración de carácter: pedir al padre William una segunda oportunidad, seguir los consejos de Jara de practicar frente al espejo para infundirse seguridad y atravesar una noche larga y angustiosa antes del gran momento.
Andrés Zamora terminó haciendo toda la incapacidad de Hernández y halló ahí su verdadera vocación.
De sueño a realidad. Tras 8 años y medio en Fides y otros 11 en Omega, llegó al Padre Mix una propuesta para iniciar una radio centrada en la farándula y el espectáculo.
“Tardé nueve meses tratando de decidir. Cuando se me hizo la negociación, yo propuse la radio que yo soñaba, que era una radio motivacional a la par de la música que la gente busca bailar”, afirma. “La radio me esperó”.
Aunque asegura haber recibido mejores propuestas salariales en otras radios, la ilusión de por fin concretar la promesa que había hecho hizo que la balanza se volcara hacia lo que él llama “un regalo de Dios”.
En este mayo, se cumplen tres años desde que Zamora se convirtió en el capitán de ese barco llamado Q’ Teja, y no se arrepiente.
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De hecho, uno de los momentos más estremecedores ocurrió en un martes de noviembre del año pasado, cuando, estando al aire, un hombre llamó para decirle lo mucho que lo detestaba.
Tenía un cáncer terminal y una vez, mientras una ambulancia lo trasladaba al hospital para su sesión de quimioterapia, escuchó la voz del Padre Mix a través del radio del vehículo. Tal era su odio, que amenazó con bajarse de la ambulancia si no cambiaban la emisora.
Cuando un médico le dijo que le restaban solo de dos a tres meses de vida, contó al aire, comprendió que era momento de establecer una relación espiritual y sin saber por dónde comenzar, lo único que se le ocurrió fue poner al Padre Mix.
“No quiero irme sin darle las gracias, porque usted cambió mi vida, padre”, dijo aquel hombre en medio de sollozos.
Al escuchar semejante historia, Zamora comprendió la necesidad urgente de buscar a ese seguidor para darle un abrazo de reconciliación. “Dígame dónde lo veo y yo dejo la radio tirada ya”.
Sin embargo, el hombre le dijo que llegaría personalmente a la radio el jueves, y nunca apareció.
Luego, Zamora se enteraría de que había ingresado grave al hospital ese jueves y que había fallecido. Pese a ello, este es, para el Padre Mix, uno de los “momentos cúspides de felicidad” en Q’ Teja: el tiempo le demostró que la radio sí podía despertar la fe ajena.
Borrón y cuenta nueva. Q’ Teja trajo consigo un viraje de timón en la vida de Zamora, hoy de 38 años. Casi al mismo tiempo que dio el zarpazo inicial a Q’ Teja, su trabajo como animador de eventos lo llevó a conocer a quien hoy es su segunda esposa.
Yirlany Garro estaba embarazada para entonces y entre ambos surgió una amistad que derivó un año después en un romance inesperado. Este mes se cumplirán dos años desde que se colocaron los anillos de bodas, cuenta, mientras suena de fondo en la radio el tema Ámame , de Marlene.
Fue así como llegó a la vida de Zamora su segunda hija, Valentina (de su primer matrimonio tiene a Mariángel, de 14 años). “Yir tiene una hija que yo vi desde que nació, estando incluso en el vientre de su madre. Desde ese momento es una hija de corazón mía. Es que una hija que el cielo fabricó para mi vida”, afirma.
Y de nuevo, es su actitud frente a la vida la que lo hace particular: “Si fuéramos perfectos, el lápiz no traería borrador. Yo reescribí mi historia”.