La vida de Felipe de Edimburgo no fue nada fácil, pero aún así, al pasar los años y enfrentar diversas tormentas, terminó convirtiéndose en uno de los hombres más importantes no solo del Reino Unido, sino del mundo. Nunca fue la sombra de su esposa, la reina Isabell II, pese a que por protocolo siempre debía de caminar seis pasos atrás de ella.
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Las banderas del Palacio de Buckingham están a media asta. Inglaterra llora. La reina se quedó viuda. El príncipe Felipe, duque de Edimburgo, falleció este viernes 9 de abril a los 99 años, su último suspiro lo dio en paz en el Castillo de Windsor, anunció la familia real. Murió el consorte y su leyenda lo supera.
Fue un apasionado de la pintura, también piloto y jinete. Brindó servicio militar con la Marina Real Británica durante la Segunda Guerra Mundial, participó en las batallas de Creta y del Cabo Matapán (1941).
Siempre fue cabeza dura y logró cumplir sus sueños pese a que su posición de consorte de la reina británica muchas veces trató de frenarlo. Su sentido del humor negro siempre destacó, fue autocrítico y se convirtió en la base de la estabilidad íntima de la familia real, no de la institución de la corona, sino de él, su esposa, hijos y nietos. Su trabajo era ser el cable a tierra.
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Vale la pena recalcarlo, Felipe nunca fue la sombra de su esposa y por el contrario, parece que entre sus logros militares, sus pasiones, sus juergas, sus supuestas infidelidades y hasta sus reveses; se convirtió en uno de los personajes más llamativos de la monarquía inglesa. Como bien lo dijo la propia Isabel, su esposo fue su soporte: “Es alguien que no acepta fácilmente los cumplidos, pero ha sido simplemente mi roca durante todos estos años”, afirmó la monarca en la celebración de sus bodas de oro (50 años de casados), en 1997.
El príncipe apátrida
Felipe nació el 10 de junio de 1921 en la isla de Corfú, en Grecia. Fue hijo del príncipe Andrés de Grecia y Dinamarca y de la princesa Alicia de Battenberg.
Tras un golpe de Estado en 1922, su padre fue desterrado de Grecia por un tribunal revolucionario. La familia tuvo que huir a Francia para salvar sus vidas, en ese escape el pequeño Felipe de apenas 18 meses fue escondido en una caja de naranjas.
A los siete años, Felipe se trasladó a Inglaterra para vivir con unos parientes, para ese momento su madre fue diagnosticada con esquizofrenia, algo que al pequeño lo golpearía por el resto de su vida.
Estudió en Alemania donde convivió por algún tiempo con sus hermanas, luego fue aceptado en el internado Gordonstoun School, en Escocia.
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En 1939 Felipe se preparaba para su carrera naval en la Universidad Naval Real Británica en Dartmouth. Durante una visita que el rey Jorge VI hizo al centro de estudios en compañía de su esposa Isabel y sus hijas Isabel y Margarita, fue el propio Felipe el encargado de acompañar a las princesas.
Isabel apenas tenía 13 años, Felipe ya rondaba los 18. La pequeña quedó encantada con el adolescente y parece que el flechazo fue inevitable. La relación fue siendo mucho más cercana con el paso de los años ya que a ambos los une un lazo de sangre, son parientes lejanos por parte de la reina Victoria. Felipe visitaba a su tío Luis Mountbatten en el Castillo de Windsor y en sus visitas fue conociendo más a la princesa.
Llegó la Guerra Mundial y, con ella, Felipe asumió su labor para defender a Inglaterra. El conflicto armado hizo que Felipe e Isabel se alejaran físicamente, pero no se olvidaron. Al volver como todo un héroe se puso en contacto con su enamorada y finiquitaron la decisión que muchos en la familia de Felipe querían: se iban a casar.
Él renunció a todo para concretar su boda con Isabel. Renunció a su título de príncipe de Grecia y Dinamarca, adoptó el apellido Mountbatten (de su familia materna), cambió su religión de la ortodoxa griega al anglicanismo y se convirtió en súbdito británico naturalizado.
El matrimonio de Felipe e Isabel se llevó a cabo el 20 de noviembre de 1947 en la Abadía de Westminster. Poco antes del enlace, el rey Jorge lo declaró su alteza real duque de Edimburgo, conde de Merioneth y barón de Greenwich. La pareja tuvo cuatro hijos: Carlos, Ana, Andrés y Eduardo.
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Cuando el rey Jorge falleció (6 de febrero de 1952), Felipe e Isabel se encontraban en una gira por Kenia. Fue el duque quien le dio la mala noticia a su esposa y desde ese momento cayó sobre ellos el peso del trono del Reino Unido. Felipe abandonó su carrera naval y se dedicó a ser el soporte de la nueva reina, así durante los 73 años que estuvieron casados.
Un duque particular
La vida del duque de Edimburgo fue todo menos aburrida. Muchas veces la familia real tuvo que ajustarse la faja ante algunas de las desabridas situaciones que provocó Felipe. Y aunque el carácter fuerte y autoritario del príncipe siempre salió a relucir en la relación, él era feliz de por fin establecerse en una familia, algo que la vida le había negado.
Se le tildó de mujeriego y de haber engañado a Isabel varias veces, se iba de paseo y de juerga con sus amigos. Nunca tuvo un filtro para decir las cosas, en más de una ocasión se metió en problemas por su excesiva sinceridad y sus comentarios espontáneos que mostraban su ingenio y fisga.
Desde que se convirtió en el consorte de la reina trató de modernizar la institución de la corona británica, algunas veces lo logró, otras tuvo que aguantarse la rigurosidad. Según informa el diario El País de España, al príncipe se le debe que en el Palacio de Buckingham dejaran de enviarse mensajes por medio de los trabajadores, ordenando instalar una línea telefónica interna. Además, gracias a él llegó la calefacción al edificio.
En el plano de la fidelidad se ha dicho que, en sus primeros años de matrimonio, Felipe estaba tan aburrido de ser tan solo el consorte de la reina que se refugiaba en fiestas con sus mejores amigos y que entre tanta vida social nunca faltaron las amantes.
El periódico El Mundo de España, enumeró algunas de sus conquistas en un artículo. “Desde aquella época se le han atribuido amantes como Daphne du Maurier, cuyo marido trabajaba en la oficina del príncipe, la dueña de un cabaret y amiga de la infancia Hélène Cordet, madre de uno de sus ahijados, y Pat Kirkwood, una estrella musical”, explica el diario.
Se agregan otras mujeres a la lista, la mayoría más jóvenes que él, entre ellas una princesa, una duquesa, dos condesas y otras damas con título o sin título, agregó la publicación. Eso sí, queda bien claro que ninguna de las “aventuras” del príncipe se han confirmado, por lo que con el tiempo han pasado al plano de las leyendas de la monarquía.
Pero pese a todos estos señalamientos de infidelidades, la pareja sobrevivió no solo al tiempo sino también a las dificultades. Sea amor o compromiso, Felipe siempre estuvo detrás de su esposa para apoyarla, su trabajo fue que la reina pudiera reinar.
Hablando de las particularidades del duque, él trató siempre de ser él mismo en la medida de lo posible, se encargó de trabajar para la corona como correspondía. Participó en más de 22.000 actos oficiales, pero su principal valor fue ser “el único hombre del mundo en tratar a la reina como un ser humano, de igual a igual”, explicó una vez Lord Charteris, exsecretario privado de la monarca.
Según admitió, le hicieron falta años de aprendizaje para encontrar su lugar a la sombra de Isabel II y en el corazón de los británicos, pero luego disfrutó de un alto índice de popularidad, al igual que su esposa, informa AFP.
Otra de las artistas más importantes de la vida del duque fue su relación intensa con su primogénito Carlos. Se dice que el padre siempre se mostró frío con el heredero del trono y que nunca se desarrolló una relación íntima entre ellos.
Felipe, siempre Felipe
Sus chistes de humor negro y sus declaraciones salidas de tono siempre fueron un punto que llamó la atención de la prensa británica y la internacional. Algunas (o muchas) veces, las palabras del príncipe estaban completamente fuera de lugar, pero parece que a él poco le importaba lo que pensaran los demás.
Su entorno le oyó maldecir mil veces su suerte, gruñir contra la pérdida de valores o contra las locuras de sus cuatro hijos en los años 1980, y hasta contra “los malditos perros” de la reina, siempre pegándosele a las piernas, explica AFP.
No le gustaba, por ejemplo, su trabajo más público al representar a la monarquía en actos oficiales. “Damas y caballeros, se presenta ante ustedes la persona con más experiencia en el mundo en descubrir placas conmemorativas”, solía decir en sus últimos actos públicos, antes de retirarse finalmente de la escena oficial en 2017.
Algo de lo que sí disfrutaba era trabajar para ayudar a los jóvenes y también en defensa del medio ambiente (aunque fue duramente criticado por su afición a la caza). En 1956 fundó el programa Premio Duque de Edimburgo, concebido para enseñarles a los jóvenes el sentido de la autonomía y la afición por el servicio público.
Además, fue el primer presidente del Fondo Mundial para la Naturaleza, también fungió como presidente de la World Wildlife Fund International y durante muchos años dio charlas de protección al medio ambiente y hasta escribió libros sobre el tema.
Felipe, duque de Edimburgo, esposo de la reina Isabel II de Inglaterra, falleció, pero su legado y su particular forma de ser le sucederán en la historia.