Los miembros de una tribu de la isla Tanna, en el archipiélago de Vanuatu, creen que el espíritu del príncipe Felipe de Edimburgo sigue vivo, pese a la noticia de su muerte, el viernes anterior en Londres.
Albi, jefe de la aldea de Yakel, afirmó que aún es muy pronto para saber si alguno de los miembros de la realeza británica se convertirá en el sucesor del culto, según reporta AFP.
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Por años, los aldeanos veneraron a Felipe como su líder y el anuncio de su muerte física los ha llenado de dolor. Sin embargo, afirman que su espíritu está a la deriva en busca de un nuevo hogar.
Aunque muchos forasteros suponían que el hijo mayor de Felipe, Carlos, o sus nietos Guillermo y Enrique, le sucederían en el lugar especial que Felipe tenía en el corazón de los aldeanos, Albi dijo que nada era seguro.
“El espíritu del príncipe Felipe ha abandonado su cuerpo, pero sigue vivo, es demasiado pronto para decir dónde residirá”, dijo a la AFP.
Bajo una bandera británica que ondeaba a media asta, Albi se unió el lunes a los ancianos de Yaohnanen, otro pueblo que rinde culto a Felipe, para debatir cómo marcar su muerte.
Los jefes hablaron, por turnos, en las minuciosas discusiones sobre lo que significa esa muerte para su sistema de creencias tradicional. En ese sentido, es probable que se necesiten varios días para llegar a una resolución.
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Albi tuvo palabras de consuelo para la reina Isabel II, deseándole alegría porque aunque “el cuerpo de Felipe se haya perdido”, su espíritu no ha muerto, según él.
Los jefes de Yakel dijeron que enviarán un mensaje confidencial a la familia real tras el fallecimiento de Felipe.
Se cree que el Culto del Príncipe Felipe comenzó a finales de los años 1970, tras una visita del duque de Edimburgo a Vanuatu.
Los funcionarios británicos que investigaron el fenómeno llegaron a la conclusión de que tenía su origen en una antigua leyenda sobre un hijo de piel pálida que regresaba.
Los antropólogos creen, por su parte, que el culto es una forma para los habitantes de esta isla volcánica de encontrar una conexión espiritual con el mundo exterior.