Los niños tienen derecho a soñar. Aunque parezca que todo está en contra, siempre hay un camino para conquistar los sueños.
Lisbeth Valverde Brenes fue una de esas niñas que, a pesar de la adversidad, decidió trabajar duro por sus más grandes anhelos. Actualmente no solo es la maestra de educación especial y guía turística de Osa, también es la Miss Costa Rica 2023.
Tuvieron que pasar 10 certámenes de belleza, muchos sacrificios, rifas y ventas de empanadas para lograr sus objetivos. Se trata de situaciones de la vida de las que no se arrepiente, pues hoy tiene claro que todas valieron la pena y forjaron la mujer que es.
A sus 28 años, la embajadora de la belleza costarricense representará al país en el prestigioso certamen de Miss Universo, que se llevará a cabo el próximo mes de noviembre en El Salvador.
Conseguir el título es la culminación de una etapa, una que comenzó cuando era una adolescente de 16 años que, sin experiencia alguna, decidió aventurarse en el mundo de los certámenes de belleza. Fue su hermana mayor, Janeth, quien la impulsó.
Hoy, la reina de belleza quiere servir de ejemplo para esos niños que viven con limitaciones económicas o de otra índole. Ella sabe que salir adelante es posible.
En entrevista con La Nación, la menor de cuatro hermanos relata cómo llegó a convertirse en Miss Costa Rica. Además, narró cómo su infancia y su mama, Margoth Brenes, marcaron su vida.
—Participó en 10 concursos de belleza antes del Miss Costa Rica, ¿por qué esperó tanto tiempo?
—Yo empecé a los 16 años y en concursos nacionales. Luego, cuando entré a la universidad, se me abrió la oportunidad de empezar a competir internacionalmente. Pero bueno, los concursos de belleza también son bastante caros y siempre hubo esas limitaciones para mí, porque en ese tiempo, cuando inicié en concursos internacionales, tenía que pagar alquiler, los gastos de la universidad, buscar beca. Entonces hubo un momento en mi vida que tuve que decidir si seguía en los concursos o si terminaba mi carrera universitaria, y finalmente aposté por seguir estudiando.
“Sin embargo, yo soy mucho de terminar etapas y quería poder venir al Miss Costa Rica; y bueno, el tiempo de Dios es perfecto. Tenía un poco de susto que tal vez se me pasara la edad o que este año no hicieran el concurso y ya no tener la posibilidad, pero estaba para mí”.
—¿Qué le dice a esa Lisbeth de 16 que soñaba con esta corona?
—Que no se canse. Yo crecí en una familia de escasos recursos y, a esa edad, usted tiene muchas cosas en la mente, porque uno sueña súper en grande, pero al mismo tiempo ve tantas limitaciones a nivel económico, entonces uno dice como: ‘Ay no, no lo voy a lograr,’ porque uno cree que las muchachas que participan en esos concursos vienen de familias muy acomodadas y que tal vez va a ser muy difícil para uno.
“Entonces le diría que siga buscando y tocando puertas. También que siga fiel a su personalidad, que siga aferrándose a sus sueños, que luche, que trabaje y que se esfuerce, porque lo va a lograr”.
—Nunca fue fácil...
—Yo creo que los sueños grandes nunca son fáciles. Yo tuve muchos retos en el camino, momentos en los que realmente pensé que no lo iba a lograr e incluso a esta altura siempre llegan momentos en los que uno dice: ´¿Será, para mí?’ o ‘¿Será que sí lo voy a lograr?’, porque siempre hay retos en el camino durante el proceso, días en los que me sentía muy cansada.
“Por ejemplo, al principio del concurso yo tenía los pies en carne viva, literal. Yo sudo mucho y entonces cuando practicábamos la coreografía, el hecho de sudar tanto con los zapatos y demás me tenía físicamente agotada; pero yo creo que es importante reconocer ese esfuerzo que se hace y entender que para lograr cosas grandes siempre hay que pasar por donde asustan”
—¿Qué sacrificios ha tenido que hacer por este sueño?
—Muchos... incluso perdí un curso de la universidad. Me acuerdo que tal vez me quería comprar algo o ir al cine, pero tenía que comprar un boleto para ir a un concurso, entonces mejor ahorraba el dinero. Recuerdo que también tuve que hacer rifas, vender empanadas con mi mamá para buscar dinero para los concursos, pero yo tenía ese sueño y quería esforzarme por alcanzarlo.
—¿Qué es lo más difícil de tener que verse bien siempre?
—Yo creo que mantenerse, porque a veces nos pasan cosas en nuestra intimidad que no es necesario mostrárselas al mundo, pero que sí nos afectan internamente, sentimentalmente. Y esa es la parte más difícil, no solo como verse bonita, sino mantenerlo y siempre andar radiante, siempre proyectar esa felicidad. Pero yo creo que también es una responsabilidad, porque somos ejemplo para muchas chicas, para muchas personas jóvenes que lo ven como una inspiración. Entonces es importante siempre llenarse de Dios, de esa fortaleza y aunque tal vez no nos sintamos muy bien, siempre salir proyectando porque somos un ejemplo para la juventud.
—¿Qué considera que debe mejorar usted para el Miss Universo?
—Una reina de belleza es un complemento de muchas habilidades, de muchos aspectos, y es importante para mí pulir todos, porque yo creo que siempre se puede mejorar. Yo soy una persona que me encanta aprender, me encanta escuchar, porque es difícil a veces hacerse autoevaluación y decir: ‘bueno, ¿cómo me veo?’; a mí me encanta escuchar la opinión de las personas expertas que tienen experiencia en todo ese tema de Miss Universo, por ejemplo.
—¿Es muy dura con usted misma?
—Sí, porque soy muy comprometida, entonces si yo me pongo una meta la tengo que cumplir. Y a veces sí, es difícil, porque no todos los días son de felicidad, no todos los días te va bien. Y muchas veces llegué a mi casa y lloraba porque me sentía frustrada porque algo no me salió, porque algo me pasó. Uno es perfeccionista, le encanta siempre dar lo mejor, pero yo creo que incluso eso es algo que puedo trabajar. Esa seguridad de que siempre puedo creer en mí, aunque no todo salga bien, siempre se puede levantar y seguir adelante.
—Me hablaba de que creció en un hogar muy humilde, ¿cómo fue esa niñez?
—La niñez probablemente es una de las etapas de mi vida que recuerdo con mucho cariño, pero a veces también con un poco de tristeza, porque hubo muchos momentos difíciles. Mis papás se separaron cuando yo tenía tres años, entonces yo me quedé con mi mamá en San Ramón de Alajuela y mis hermanos y mi papá se fueron a vivir a la zona sur, entonces yo no crecí con mi familia unida, y pasaban los meses y yo no podía ver a mis hermanos ni a mi papá. Entonces eso te afecta porque, muchas veces, me sentía muy sola.
“Mi mamá es una mujer muy trabajadora, yo la recuerdo tener hasta cuatro trabajos, entonces no pasaba mucho tiempo en la casa, yo pasaba mucho tiempo solita y es algo que hasta la actualidad sigo como de alguna forma practicando, porque a mí me encanta estar sola, y es por el hecho de que de niña pasé mucho tiempo sola. A veces, durante la adolescencia, me costaba mucho socializar porque estaba muy acostumbrada a esa soledad y a estar siempre tranquila en mi casa, en mi zona de confort.
“Yo recuerdo que por nuestras limitaciones teníamos que alquilar apartamentos que, en algún momento, estaban en barrios hasta un poco peligrosos de San Ramón, hasta que mi mamá solicitó un bono de la vivienda y nos dieron una casa en San Juan de San Ramón. Sin embargo, había mucha drogadicción, prostitución y mi mamá por eso me mantenía muy encerrada, porque ella me decía: ‘usted va a la escuela y se regresan en el bus y se mete en la casa y no le habla a nadie, no le abra la puerta a nadie’, porque ella siempre le dio miedo que el ambiente pudiera influenciar mi vida. De verdad, yo eso se lo agradezco mucho, porque tengo amigos, vecinos, incluso familiares, que crecieron en el mismo ambiente y que no lo lograron”.
—Su mamá siempre ha estado apoyándola en su sueño, es claro...
—Sí, aunque a ella le daba mucho miedo. Cuando tenía que ir a competir fuera de Costa Rica me decía que ella quería ir conmigo, pero es que no podíamos pagar dos boletos. Y a mí también me daba miedo ir sola, pero era tanta la emoción que me iba así. En Malasia, una vez, lo que llevaba eran $50 extra, porque con costos y me alcanzaba para llegar hasta ahí y yo dije: ‘si pasa una emergencia o algo yo ahí resuelvo’. Pero mi mamá siempre estaba ahí para todo y cuando ocupaba plata me decía: ‘bueno, ahí tengo ¢50.000 debajo del colchón y lo sacaba de emergencia, me los daba para que yo me pudiera ir... de verdad que sin ella no lo hubiera logrado.
—¿Cree que con esa realidad se valoran más las cosas?
—Totalmente. Incluso yo creo que por eso también estudié educación especial, porque aprendí a valorar mucho el hecho de trabajar con población con discapacidad. Estamos muy acostumbrados a que tal vez no tenemos ningún tipo de condición de discapacidad, a sentir la vida como maravillosa, porque ese fue el cuerpo en el que nos tocó nacer; pero cuando vemos a una persona que nació en una condición que no eligió, una condición genética, mental, psicosocial, que simplemente el destino o la vida hizo que pasara así, pues me hace recordar y me hace valorar lo que yo tengo.
—Me hablaba de que vendió empanadas e hizo rifas, pero ¿tuvo otros trabajos para costaer los certámenes?
—Sí, bueno, cuando estaba en el cole no podía tener un trabajo formal porque era menor de edad, pero mi mamá trabajaba cocinando en un restaurante, entonces los fines de semana me daban de trabajo en el Catering Service. Luego busque trabajo los fines de semana con una amiga que tenía una boutique y cuando ya entré a la universidad apliqué para una beca y hacía horas asistente. Era un trabajo de medio tiempo, tenía que trabajar 20 horas semanales y con eso me daba un beneficio económico y me pagaban la universidad, entonces con eso yo podía costearme los gastos de mi apartamento, mi alimentación, más lo poquito que me pudiera ayudar mi mamá.
“Para los concursos siempre hice actividades, porque ese era un gasto demasiado grande. Yo tenía el apoyo de varios amigos y personas que me daban vestidos o me daban accesorios, pero el boleto siempre había que pagarlo. Recuerdo que la primera vez que me dieron la responsabilidad de ir a un concurso fue a Alemania, entonces yo organicé un concierto, hice comidas y diferentes actividades, y aún así no logré el dinero necesario para pagar el boleto. Yo lloraba demasiado porque lo había luchado por todo un año y aún así no logré los $1.500 que necesitaba... entonces me dieron otra oportunidad de ir a Nicaragua y me fui en bus.
“Ese concurso lo gané y con el dinero que me dieron el siguiente año pude ir a Alemania. Y así es como las cosas se han ido dando. Pero siempre me he esforzado. Rifas, comida, números, de todo hemos hecho. Al principio sí me daba un poco de pena, porque tenía que cobrar un número, pero ya después era tanta la pasión que yo sentía y las ganas de ir al concurso, que ya me acostumbré. Y todo el mundo en mi barrio y mis amigos ya estaban acostumbrados a que les vendieran números y demás”.
—¿Qué ve usted cuando se ve en el espejo?
—Una mujer muy soñadora que nunca se cansó de tocar puertas. Muchas veces en ese camino de tocar puertas y buscar oportunidades pasan muchas cosas. Hay personas que se quieren incluso aprovechar de uno más cuando uno está jovencito. Yo, por ejemplo, allá en San Ramón, iba a las tiendas y pedía patrocinio para ir a un concurso y muchas veces me cerraron la puerta en la cara y me hacía sentir muy mal... se burlaban de mí; y siento que esa experiencia tenía que pasar para aprender a valorar.
—Todos tenemos temores ¿me hablaría de los suyos?
—Yo te voy a decir una cosa: yo amo la vida y a mí, lo que más miedo me da, es morirme. Me encanta lo que es la vida, despertarme todos los días, ir a correr a la playa con mi perrita, tomar mi coco, lo simple de la vida, porque hasta ahora que estoy grande aprendí a disfrutar esos pequeños detalles con los que viene acompañado la vida. Y yo dije: ‘bueno, que pereza morir, yo no quiero que nunca pase, de verdad que no’, ni con los miembros de mi familia, que los amo tanto. Me gustaría que siempre estuvieran ahí, pero yo sé que es parte de la vida, el inicio y el fin, y cuando llegue ese momento pues estaría muy feliz de que viví mi vida al máximo.
—¿Qué piensa del acoso que sufren las mujeres?
—Siempre hemos estado expuestas. Yo recuerdo mucho en el colegio, porque, por ejemplo, siempre fui muy alta para el grupo en el que estaba. No sé, tal vez genéticamente siempre me caracterice por ser alta y rubia. A veces me sentía acosada por profesores porque me veían como muy muchacha para la edad que tenía y eso siempre me frustró muchísimo.
“Nunca tuve miedo de hablarlo y expresarlo. Incluso en algún momento fui a hablar a la dirección y yo creo que eso es lo importante, no es el problema, sino cómo lo resolvemos. Y nosotras en esa posición, si tenemos un momento de acoso, alguien que nos está violentando, tenemos que alzar la voz, buscar ayuda, buscar formas en la que podamos expresar y resolver ese problema. Tenemos que romper con esas barreras y empoderarnos, luchar por lo que somos y nuestros derechos y que nunca se violenten”.
—Me llamó mucho la atención que en su primer mensaje como Miss Costa Rica 2023 usted le hablaba a los niños...
—Sí, bueno, tal vez lo hago porque cuando yo era niña tuve profesores que me inspiraron muchísimo en esa lucha en medio de la adversidad. Muchas veces me iba para la escuela o el cole y encontraba en un profesor una forma de desahogarme, de contarle lo que pensaba o lo que pasaba de mi barrio, a mi familia y buscar esa orientación. Y siento que ahora esa es mi misión; yo quiero ser igual, un ejemplo como lo fueron mis profesores para mí en algún momento. Y si hay un niño o una persona con discapacidad que yo pueda cambiarle un segundo, que pueda sacarle una sonrisa o simplemente escucharlo, para mí la misión se ha cumplido.
Créditos
Joyería: George Bakkar
Vestidos: Boutique Valesky
Calzado: Daniel del Barco
Maquillaje: Priscilla Cordero
Peinado: Mauricio Jiménez