Al mal tiempo buena cara y al mal paso darle prisa, dos refranes de la sabiduría popular que calzaron a la perfección en la XIX edición del Festival de la Luz.
Y es que anoche, como pocas veces ha pasado en la historia de esta fiesta, cayó un aguacero que no le tuvo piedad ni a la ilusión de los niños que aguardaban por las bandas y las carrozas desde temprano, a lo largo de su recorrido.
La lluvia, que había amenazado con presentarse desde horas de la tarde, no cedió desde las 7 p. m.
Caras de preocupación entre los organizadores y de infarto entre los directores de las bandas que temían por los instrumentos de sus músicos, eran el panorama para ese entonces.
Para colmo de males, la carroza de la Municipalidad de San José, una bella alegoría a Peter Pan y su país de Nunca Jamás, tuvo problemas para desplazarse pues su altura era superior a los cables de las calles josefinas, lo que provocó atrasos en el recorrido.
Pero como sucede en el mundo del espectáculo y en el de los negocios cuando de por medio hay importantes patrocinios, la función debe de continuar y así fue.
El agua cayó sin piedad sobre las bailarinas que salían de la enorme caja de música que era la carroza de Samsung.
Cada vez que se abrían sus puertas las muchachas sonreían como si nada sucediera; sin embargo, su piel delataba el frío que sentían.
Unos pasos más atrás, el director de la Banda Comunal de Orotina marchaba con sus muchachos. Al preguntarle si le preocupaba el daño que aquel aguacero produciría en los instrumentos, sonrío y dijo: “Claro que sí, pero no podemos retirarnos”, y así siguió rumbo al paseo Colón.
Una reacción similar tuvo Juan Carlos Ugalde, vecino de barrio Lujan, quien se hizo un puño junto a los 15 integrantes de su familia a orillas del set de canal 7.
“Yo llegué aquí a las 3 a. m. para guardarle campo a toda mi familia (uno de ellos en silla de ruedas) y aquí nos vamos a quedar”, explicó mientras se guarecía bajo una sombrilla playera.
A eso de las 8 p. m., el desfile aceleró el paso, al igual que muchos de los espectadores que comenzaron a hacer camino a sus casas y se quedaron sin ver la carroza del ICT y sus siete maravillas naturales, o la de Claro con todo y sus personajes fantásticos.
Tampoco oyeron el esfuerzo de los músicos de las bandas que prepararon para ellos canciones como Happy de Pharrell Williams y el clásico Año Viejo de Tony Camargo.
A las 9 p. m., ya no se sabía si el agua había disminuido o todos los presentes nos habíamos acostumbrado a ella.
Los que quedaban para ese momento se deleitaron con el Punto guanacasteco , interpretado por la Banda Municipal de Zarcero, una pieza contrastante con las gaitas que sonaban desde el bosque encantado de la carroza del Banco de Costa Rica, carro que iba adelante de los músicos.
Al cierre de la edición, de las miles de personas que estaban a la altura del Gimnasio Nacional, solo quedaban unas cientos y un mar de basura en las aceras.
Músicos y carros alegóricos como el de Coca Cola con sus osos polares y su enorme árbol navideño seguían su camino.
La noche cerró con la Carroza de Movistar y su Abuela que Vuela. Eran las 9:30 p. m. y el agua ya había dejado de caer; aquella noche quedará congelada en la memoria de los asistentes.