En las diferentes casas en las que vivió Margoth Brenes Valerio con sus cuatro hijos no abundaban los bienes materiales, pero sí las fuerzas para trabajar en lo que fuera necesario y darle a sus retoños las herramientas para que salieran adelante y edificaran su propio futuro.
La mamá de Lisbeth Valverde Brenes, Miss Costa Rica 2023, ha luchado toda su vida. La reina de belleza no escatima en halagos para esta mujer que no solo le daba todo lo que podía, sino que le enseñaba con su ejemplo que pese a las pruebas o dificultades de la vida, los sueños y metas son posibles.
“Recuerdo a mi mamá hasta tener cuatro trabajos para que nunca nos hiciera falta nada”, dijo Lisbeth en entrevista con La Nación cuando aún era candidata del Miss Costa Rica. Al ser coronada, su discurso lo reafirmó.
Lis, como la llama afectuosamente doña Margoth, es su hija menor. Antes que ella nacieron Adam Gerardo, Janeth y Pablo Valverde Brenes.
Lisbeth siempre ha reconocido sus orígenes; incluso, contó que ella vendía empanadas y hacía rifas para poder concursar y viajar a diferentes certámenes de belleza. No es la única en la familia que ha perseverado por cumplir sus aspiraciones.
Su hermana mayor, la periodista de Telenoticias, Janeth Valverde Brenes, también luchó para convertirse en profesional.
Ambas siempre han estado guiadas por doña Margoth, quien en la vida ha sido un árbol fuerte del que nacieron vástagos que siguieron su ejemplo de trabajo duro. Hoy la mujer, conocida por sus amigos como Xinia, se siente orgullosa.
“Janeth es otra chiquilla que admiro mucho. Mis hijos siempre han querido salir adelante y lo han logrado. Janeth empezó cogiendo café, vendiendo tamales, prestiños y tortillas. Ha trabajado en sodas, en una cosa y en otra, hasta en tiendas. Un día le dijo a los compañeros: ‘Me voy a ir a estudiar periodismo’, y se rieron de ella. Ella les dijo que la verían en cámaras. Hoy ellos se acuerdan de eso”, contó.
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La valentía de Margoth
Margoth Brenes Valerio, de 56 años, pasa los días en San Ramón, de Alajuela. Ahora que sus cuatro hijos son adultos –y la apoyan económicamente–, vive más tranquila, aunque no deja de trabajar, sobre todo vendiendo en el mercado de las Pulgas.
Toda su vida ha trabajado: como niñera, en limpieza de casas, preparando alimentos para venderlos y en restaurantes, entre otros. Cuando se casó con Laudencio Valverde, el ya fallecido papá de sus hijos, dejó de trabajar por un tiempo.
Cuando se separaron, la madre recuerda que volvió a trabajar. A su mente llega la imagen de su querida Lis acostada en una mantita en el cafetal mientras ella recolectaba el grano de oro. También rememora las veces que preparaba empanadas, tortillas y prestiños, y sus hijos mayores, Adam y Janeth, iban a venderlos.
Conforme los años pasaban y la pequeña Lis iba creciendo, notaba como su mamá lloraba. Aunque Margoth ocultaba el llanto, la niña la consolaba.
“Cuando ella creció un poco más y yo debía seguir trabajando en casas, en sodas y cuidando adultos mayores, me hablaron de una guardería del gobierno, la cuidaban desde los dos años. Cuando no se tienen estudios, todo resulta más difícil”, explicó.
Para doña Margoth, Lisbeth siempre ha sido una persona muy especial. “La profesora me decía que a Lisbeth no le había afectado nada, que pasaba todo el día riéndose y con mucho carisma. Que a ella no la había marcado la separación de sus padres”.
La menor siempre tenía una sonrisa para su mamá. La niña rubia era tranquila y nunca “exigió nada”. La madre recuerda cómo “se la jugaba” apenas con pocos uniformes en el kínder, la escuela y el colegio.
“Ha sido una chiquilla muy buena. Recuerdo que me dio varicela cuando ella tenía pocos meses. Yo me sentía terrible y ella no molestaba nada”.
Aun cuando sus hijos han alcanzado sus metas y se han realizado profesional o personalmente, la mamá es modesta y no se echa demasiadas flores. Reconoce, solamente, que siempre les inculcó la religión y lo importante de estudiar: a los cuatro les brindó lo necesario.
La mamá de una reina
Cuando su carismática hija menor empezó en los concursos de belleza, doña Margoth confía que fue bastante difícil, ya que “no tenía los medios económicos”. De todos modos, la apoyó “a como se podía” y la ayudó preparando platillos para vender cuando había alguna actividad. Nunca la limitó.
“Siempre hay ángeles en el camino, los vestidos se los prestaban y usaba los zapaticos baratos que se podían comprar y le ayudaba con los pasajes. La apoyé porque era lo que le gustaba; lo que me preocupaba era la seguridad porque no podía acompañarla por trabajo. Siempre la encomendé a Dios. Hubiera querido darle mejores cosas, pero la mejor herramienta fue el estudio y supo aprovecharla”.
Lisbeth se graduó como profesora de educación especial y la madre resalta que todo lo que su hija ha logrado ha sido “a punta de esfuerzo”.
Los sueños de su hija mejor siempre fueron grandes. Ella la apoyó todo tiempo, aunque a veces ver la grandeza de las aspiraciones la hacían preocuparse, porque no quería que tuviera “sueños frustrados”.
Ser Miss Costa Rica siempre estuvo en la mente de Lisbeth. Cuando su mamá le volvió a preguntar por ese sueño, su hija le dijo que lo iba a dejar “hasta el último momento”.
La actual reina ganó con 28 años, la edad límite para participar. Ella le aseguró a su madre que si lograba clasificarse en el casting “iba a ganar el certamen”.
“Uno ha visto lejos estas cosas por el tema de los medios económicos. Ella siempre ha sido positiva. Es una mujer empoderada y una chiquilla que se lo merece. Es muy especial. A veces me hace sentir como viejita. Cuando anda conmigo, me anda de la mano. Siempre está pendiente de mí. Siento que Dios bendice a los hijos que cuidan a los papás”.
Doña Margoth espera poder acompañar a su hija a Miss Universo, certamen mundial que se realizará el 18 de noviembre en El Salvador.
La señora estuvo presente en la final de Miss Costa Rica y vivió distintas emociones.
“Me sentí muy feliz cuando ganó. Me entró valentía, al rato creí que estaba soñando y que después me levantaría pensando que esto no era cierto. Por las limitaciones (económicas) uno no cree que va a llegar tan alto. Ahora las personas que me conocen me llaman por el gane de Lis y les digo que me siento muy feliz”, narró.
-¿Qué es lo que más admira de Lisbeth?
–Esa seguridad que tiene, ese empoderamiento. Me gusta que sea así. Tiene una forma de hablarle a uno con sabiduría, da consejos hasta a los mismos hermanos. Tiene carisma.
-¿Cómo cree que usted influyó en la vida de ella?
–Ni sabría decirle. Uno ha pasado por situaciones tan complicadas, que uno se asusta que los hijos sacan esa seguridad y empoderamiento. Pienso que he sabido disimular bien. Tal vez ven una mujer fuerte, luchona, que aparenta ser fuerte y empoderada. He sido muy sensible y me han afectado mucho las cosas. Trato de que no me vean así, que no me apachurro.
Doña Margoth dice que se considera una mujer “valiente, luchadora y sentimental”. “Siempre pienso que Dios va a tener cosas mejores para uno y a sanarle las heridas”, confió.
Como mamá que sacó adelante a cuatro hijos y que hoy disfruta junto a Lisbeth su reciente éxito, comparte un consejo: “A las mamás y papás digo que los apoyen en todo lo que ellos quieran, siempre y cuando sean cosas buenas. Que nunca se cansen de luchar. Los papás siempre tienen que bendecir a los hijos”.