Cada Navidad se vive de forma única. La tecnología, la familia y el contexto moldean cómo celebramos esta época especial del Niño, llena de magia y tradición. Para muchos niños, diciembre es sinónimo de regalos, luces y reuniones familiares, mientras que los adultos recuerdan con nostalgia Navidades más sencillas y familiares.
Figuras costarricenses de la televisión, las redes sociales y el teatro también vivieron la Navidad de una manera distinta: para algunos hoy tiene un significado diferente, para otros la naturaleza festiva se conserva.
Ver y no tocar
Eugenia Fuscaldo todavía tiene muy presente la época en la que vivía en el centro de San José e iba con su familia al avenidazo. Fue algo que disfrutó mucho, mientras el confeti salía de todos lados en la avenida Central.
También, la actriz, quien dio vida por muchos años a Doña Tere en la recordada serie La pensión, recuerda con gran nostalgia cuando se colgaba de las vitrinas viendo los juguetes de temporada, esos que tanto anhelaba, pero que no siempre iba a tener, pues siempre la acostumbraron a que no le podían comprar todo lo que quería.
“Era una Navidad muy centrada en la familia y sí había regalos, pero no excesos. Mi mamá me decía: ‘ver y no tocar’, entonces uno veía los escaparates, pero sabía que no le iban a comprar nada, pero las ventanas eran un lugar al que a uno le daba ilusión ir a ver a San José. Y uno le hacía carta al Niño, pero no era como ahora que piden aquel chunchero y cosas que no se necesitan”, relata doña Eugenia.
La intérprete, vecina de Moravia, afirma, entre risas, que lo más que le compraban era una manzana escarchada y no era “cosa de todo el tiempo”. Sin embargo, reconoce que el que la advirtieran en la infancia sobre lo que no podía hacer, le ayudó a poner límites y que entendiera el verdadero significado de la Navidad, donde los regalos no eran el mensaje principal de la época.
De hecho, la artista, de 70 años, reconoce que en su casa siempre hubo árbol de Navidad, pero también un gran pasito y que este siempre fue el protagonista en su casa.
“Las nuevas generaciones van introduciendo cosas, entonces ahora yo ya ni sé qué es lo que hay, pero creo que son muchas cosas plásticas y yo lo único que pongo en mi casa es el pasito. A mí me gustaba la Navidad de antes, en la que había luces y decoraciones, pero no era exagerado, todo era mucho más comedido, menos imitación al extranjero y a lo que hay en otros países”, afirma.
Amarrador experto
Si hay algo que le dejó la Navidad al actor Gustavo Rojas cuando era niño fue aprender a ser un experto en amarrar tamales y bromea diciendo que “los amarro casi que con una mano”.
Esta era una actividad que nunca faltó en su Navidad, en la que también había tardes llenas de regalos en el núcleo de una familia unida y llena de amor.
“Mi mamá empezaba a envolver regalitos a principios de noviembre porque tenía una cantidad impresionante de ahijados y ella era, en ese sentido, muy cuidadosa, porque tenía como 50 ahijados y a todos les daba algo, aunque fuera una menta o un desodorante. Ella lo envolvía y nosotros sabíamos que el 24 había que llevar a mamá a que repartiera sus regalitos”, recuerda.
Luego, el 25 de diciembre, la madre los sentaba a todos alrededor del árbol de Navidad y comenzaba a repartir sus obsequios. Esta era una actividad que empezaba en la mañana y terminaba hasta la tarde y en la que todos quedaban complacidos con el detalle del Niño.
El veterano actor recuerda que las navidades de su infancia fueron muy especiales. Eso sí, algunas de sus ilusiones se desvanecieron el día que vio a su papá y a su mamá colocar una bicicleta al lado de su cama, pues siempre creyó que era el Niño.
“Para mi papá el que nosotros creyéramos en el niñito Dios que nos llegaba a dejar el regalo era muy importante”, asegura Rojas.
Y por esa ilusión con la que vivió la Navidad es que le duele ver que todo ha cambiado y que la época es más comercial.
“Ahora los niños lo que esperan es tecnología de punta, o que les renueven el modelo del teléfono, porque sino hay trompas; y Dios guarde uno les dé unas mentas, un desodorante o un par de medias, eso podría llegar a ser hasta ofensivo. Y las cenas de Navidad ahora son individualizadas, porque todos alrededor de la mesa están viendo el teléfono, viviendo la Navidad de otros, viendo qué hacen los demás”, afirma.
Sin regalo el 24
Renzo Rímolo recuerda que cuando era niño disfrutaba mucho la Navidad al lado de todos sus primos, con quienes siempre compartía. Sin embargo, hasta la fecha no comprende por qué el Niño le traía regalos a sus primos el 24 después de la cena navideña, y a él era el único al que se los dejaba hasta el 25 de diciembre.
“Por alguna razón, que yo no entendía, el Niñito Dios le dejaba los regalos a mis primos en la cena, anticipadamente, y a mí no. Yo no sé qué inventaban mis papás para que yo hasta la mañana del 25 abriera mis regalos. A mí me tramaban con mentiras”, cuenta.
El comediante, quien aclara que en su familia nunca era Santa Claus quien dejaba los regalos, sino el Niño Dios, asegura que lo más bonito de la época siempre fue la unión que existió y que hasta la época se mantiene.
Afirma que tiene amigos que siempre le preguntan con quién va a pasar la Navidad, pues ellos no corrieron con la misma suerte, y por ello vive agradecido de tener la familia que tiene.
Además, detalla que cuando era niño en su casa siempre había un árbol de ciprés junto al pasito y aunque había dejado de ser una tradición, ahora hay un nuevo integrante en su familia que ha provocado que vuelva (eso sí, ahora es un árbol de plástico). Se trata de Lucca, su sobrino.
Y aunque en su casa nunca tuvieron como costumbre hacer tamales, siempre han sido fieles a colocar el portal.
“Al pasito mi mamá le ponía figuritas que ni siquiera eran de la época de Jesús, entonces uno encontraba un peluchito de una tortuga o un osito de esos de la Coca-Cola. Creo que eso es muy típico en los pasitos ticos y latinos”, dice entre risas.
No obstante, para este creador de contenido, la magia de la Navidad se ha perdido ahora que él es “un adulto que tiene deberes”, y debe trabajar más de la cuenta para juntar su propio aguinaldo. Aún así, sigue creyendo que esta época es una “muy buena excusa para reunirse todos en familia”.
La mejor comida
Si hay algo que Thais Alfaro disfrutaba de su Navidad, era llegar a la casa de su familia y que su tía repartiera chiricaya. Este es un postre elaborado a base de leche y huevos, muy similar al budín.
Su tía siempre mantuvo la receta como un secreto y por ello Thais esperaba las fiestas para probar el postre.
“Me acuerdo que organizábamos cena navideña y todos tenían que llevar algo. Mi papá hacía unos frijoles muy ricos; pero mi tía Ivonne era la que hacía lo mejor: el postre. Solo ella tenía la receta y hasta la fecha lo sigue haciendo”, detalla.
Sin embargo, antes de las cenas navideñas, la periodista y presentadora recuerda que su Navidad era muy tranquila. Siempre se acostaba temprano el 24 de diciembre y el 25, en la mañana, se levantaba para abrir los regalos que estaban junto al portal.
Y pese a que los regalos generaban ilusión, lo que más apreciaba de la Navidad era compartir con su familia , pues asegura que eran muy unidos.
En su casa nunca acostumbraron a hacer tamales, pero organizaban almuerzos los 25 de diciembre. Además, siempre hubo pasito y era su abuela la que lo ponía.
Ahora extraña el compartir como antes con su familia, pues si bien los sigue viendo, es una tradición que se ha perdido entre los seres queridos, no solo porque los horarios de todos han cambiado, sino porque considera que la tecnología los ha separado.
“Desde pandemia hay personas de mi familia que no veo. Ya no nos reunimos como antes, somos poquititos y extraño esa parte”, finaliza.