Raquel Castro migró al corazón de San José hace unos cinco años. Abandonó la comunidad de Pejibaye de Pérez Zeledón –que la vio nacer en 1991– para perseguir en la capital oportunidades más congruentes con sus aspiraciones profesionales.
Primero se instaló en Tibás, luego en Heredia y actualmente reside en El Alto de Guadalupe. Desde ese último lugar conecta con su pueblo natal.
“Se me asemeja a Pérez Zeledón. Hay un lugar por ahí que queda cerca de Vista del Mar (en Ipís) que cuando está despejado, se puede apreciar el mar. Ese lugar me conecta con la naturaleza, las playas y los ríos, que fueron parte de mi niñez”, dice.
De aquella época hay recuerdos, pero también lecciones de vida que la convirtieron en la mujer apasionada, carismática, versátil e independiente que la definen actualmente.
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Cuando se escudriña así misma, esta aspirante a la corona del Miss Costa Rica 2018 habla extasiada, pero las revoluciones bajan al recordar dos de los episodios más tristes que debió enfrentar siendo niña: la separación de sus padres y un lamentable diagnóstico médico a su madre.
“Mis papás se separaron cuando yo tenía cinco años. Él era alcohólico y llegó el día en que mi mamá dijo que no podía más. Fue una etapa triste para mí porque soy hija única y amaba –y amo– a mi papá. Sin vergüenza ni temor lo digo: vi en varias ocasiones a mi papá tirado en un caño y yo lo animaba a que se levantara porque no quería que fuera un indigente más. Lo motivaba diciéndole que era una persona con grandes capacidades y cualidades para salir adelante y creo que fue eso lo que lo ayudó a despertar. Mi papá no toma licor desde hace unos seis años”, cuenta con orgullo.
El otro capítulo triste de su vida se relaciona con una enfermedad de su madre. “En ese tiempo que estuvimos solas, a mi mamá le encontraron una masa en el útero. Era un tumor, benigno, por dicha, pero sí estuvo internada mucho tiempo y yo sola en la casa con una tía. Fue una época muy dura porque pensé que mi mamá iba a fallecer, eso y la enfermedad de alcoholismo de mi papá juntos fue muy duro para mí. Gracias a Dios mi mamá se recuperó y años después mi papá”, refiere.
Entrada en la adolescencia, los padres de Raquel la impulsaban a independizarse como una forma de protegerla ante cualquier eventualidad. “Me dijeron que necesitaban que me hiciera una mujer independiente y fuerte”, afirmó.
Así comenzó a recibir el apoyo para echar a rodar sus sueños. A los 15 años ya coqueteaba con el modelaje y los concursos de belleza, pero antes debía terminar sus estudios secundarios y elegir una carrera universitaria. Escogió Educación Física.
“Mi mamá me decía que debía procurar ser una mujer inteligente e integral, antes de pensar en estar en cualquier certamen”, dice.
Hoy agradece aquella lección de vida de su madre al tener posibilidades de coronarse como la mujer más bella de Costa Rica el viernes 27 de abril.
Castro, aficionada al ballroom, al belly dance, a la natación, al yoga, a los pilates y al modelaje, fue admitida al certamen nacional debido a su vasta trayectoria. Entre otros certámenes ha ganado Miss Costa Ballena (2009), Miss Expo PZ (2010), Miss Señorita Verano (2016) , así como los internacionales Miss Summer America y Best Body, también en el 2016.
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Raquel Castro tiene novio, es amante del sushi, el salmón y el plátano maduro y está a meses de concluir su licenciatura en Educación Física.
Nota del redactor. Durante los siguientes nueve días y sin ningún orden en particular, Viva publicará una reseña de cada una de las aspirantes al Miss Costa Rica de este año.