Por mucho que se le relacione con el humor --totalmente inherente en su vida laboral--, Norval Calvo Chacón dista muchísimo de ser un cuenta chistes. En realidad, es un tipo bastante particular, con un perfil público altísimo pero uno privado del que acaso se sabe que está casado y es padre de dos varones, uno de 28 años y el menor, de 13.
Bien se podría decir que Norval Calvo es uno de los personajes conocidos más desconocidos del país pero es que así es, pues en los 30 años que lleva en la palestra pública tras ganar en los años 80 el recordado concurso La Dulce Vida, Calvo no ha parado de escalar y reinventarse en lo profesional.
Sin embargo, él es quizá la figura conocida con más bajo perfil en su parte personal: nunca en todos estos años ha protagonizado escándalo alguno y es alérgico al uso de redes sociales para ventilar su vida personal, de la que no se sabe prácticamente nada. Por supuesto, cuando de sus programas y proyectos laborales se trata, él y su equipo van en fuerte avanzada con sus transmisiones, videos y ocurrencias varias por redes sociales.
Pero bueno, antes de la metralleta de pregunta/respuesta que nos provocó un dejavú a unos veintitantos años atrás, cuando los entrevisté a él y a su socio de aventuras, el ya fallecido Froylán Bolaños, se impone contar que la vida nos unió desde aquel momento, en la lozanía de nuestra juventud temprana, y no nos apartó nunca más.
Si bien “Froylo” --respetado ingeniero civil que terminó haciendo una genial mancuerna de humor con Norval-- era unos 15 años mayor que nosotros, los tres terminamos haciendo una linda amistad y salíamos con frecuencia a tomarnos alguito y a disfrutar de karaokes en lugares como Elvis Kamakiri o el desaparecido Yugo de Oro, en Tibás.
Pero el destino tiene visos insondables y en esa hermosa chiroteadera estábamos, mientras ellos terminaban de consolidarse como una tremenda novedad en el ambiente humorístico del país, cuando ocurrió lo impensable.
Era un sábado 19 de noviembre del 2009 (a todas luces noviembre es un mes icónico para Norval, por todas las razones), los tintes amarillos de un sol radiante prenavideño auguraban un fin de semana soleado y esperanzador, hasta que recibí una llamada a mi celular en la que un amigo de Grecia me avisaba que Froylán Bolaños acababa de fallecer de un infarto, al final de una mejenga de fútbol ya rutinaria todos los sábados.
La periodista avisó de inmediato al diario, donde en un minuto me reconfirmaron la ingrata noticia. La amiga dudó: ¿sabría Norval Calvo ya lo que le había pasado a su socio y prácticamente hermano de vida?
Hice acopio de prudencia y le marqué. Norval me atendió al segundo timbrazo, feliz de la vida, venía saliendo de San Carlos, ya en ruta a San José y, evidentemente no sabía lo que recién había ocurrido con Froylán. Le dije que parara el carro y en eso estaba cuando me dice “Uy, tengo un montón de llamadas perdidas, de Carlos Álvarez, René Barboza y otra gente... ¿qué fue lo que pasó, mi amor?”.
Y bueno, acopié serenidad y le dije en pocas palabras lo que acababa de ocurrir. Desde aquel momento de dolor y desconcierto descubrí la ecuanimidad en medio del estupor y del dolor que embargaba a Norval. Acogió la recomendación de no venirse manejando en ese estado anímico y, en fin, como suele ocurrir con esos trances de vida y muerte, el tiempo poco a poco fue encargándose de reencaminar la senda de los que seguimos con vida y así lo hizo Norval.
Pero resolver la encrucijada no era un tema menor: ¿qué iba a hacer ahora sin su socio del humor y del negocio, sin su amigo? ¿Abandonar lo que ya habían construido y dedicarse a la administración de empresas, carrera que estaba concluyendo? ¿Seguir adelante con Pelando el Ojo pero cómo y con quien?
La decisión que tomó es de todos conocida y hoy, exactamente 12 años después de la tremenda pérdida y dos décadas después de haber arrancado con el proyecto, Norval ha creado una robusta empresa humorística encabezada por Pelando el Ojo en su versión radiofónica, televisiva y en redes sociales.
De manera que no había forma de conversar este zipizape de entrevista con la primera gran pregunta:
-- En medio de lo exitosos que han sido tus proyectos, has tenido que sobreponerte y reinventarte tras golpes duros, empezando por la muerte de Froylo. Norval, si pudieras decirle algo hoy, ¿qué le dirías?
(Se produce un silencio). Según yo, para facilitarle la respuesta y ahuyentar el silencio incómodo, le digo:
--Nor, si querés hablamos ahora luego sobre lo de Froylo. Entre lo que quería saber es que vos, viviendo del humor ¿llorás a veces? ¿cuándo fue la última vez que lloraste?
-- (Da un respingo y me contesta, sin poder evitar el cruce de las lágrimas con las risas) “¡Diay ahorita, imbécil! (ese ‘imbécil’ en nuestro código, es sinónimo de un profundo afecto y confianza. Norval continúa:) Ahorita, ya pasaron 11 años pero siendo que fuiste vos quien me avisó me pasaron esos segundos por la mente... pero sí quiero contestarte... le diría “Viejillo... --hace la voz como de un viejillo amargado, pues con ese mote llamaba él a Froylán, cariñosamente-- Viejillo ¡sacamos la tarea! ¡Como mucho orgullo, gracias a Dios, 11 años después ¡sacamos la tarea!”.
Otra pausa. Ahora ninguno de los dos puede seguir hablando, pero lo tomamos como un ratico de silencio en honor a la memoria del amigo mutuo, y pronto retomamos el vaivén.
--Durante varias semanas y en medio del duelo, tuviste que tomar la decisión de seguir...
--Sí, imaginate, en ese momento Pelando el Ojo éramos Froylán y yo, los dos humoristas y Pototo, el moderador, ya luego en lugar de Pototo entró Christian Hernández. Yo decidí seguir pero fueron tiempos muy difíciles y desgastantes, porque tuve que echarme el programa al hombro con diferentes temas políticos e interpretar por lo menos a tres personajes yo solo, al mismo tiempo-- rememora Norval pero sin espíritu de mártir, más bien con un dejo de orgullo y satisfacción por haber logrado continuar, con todo y todo.
--Bueno, este 10 de noviembre cumpliste 51 años y el 19 de este mes Pelando el Ojo cumple 20 años. En el 2010, en una entrevista anterior, dijiste que ibas a permanecer unos cinco años más con el programa y que luego te dedicarías a administrar empresas, que es tu grado académico aparte del de periodista, que obtuviste tiempo después. Pero pasaron no cinco años, sino 10 y más bien venís cada vez con más proyectos, ¿qué te hizo cambiar de decisión?
-- La vida, las circunstancias, las coyunturas. Ya después de haberme estabilizado tras la muerte de Froylán empezaron a aparecer nuevos talentos para el programa, y me siento muy orgulloso de eso porque viéndolo en retrospectiva, he formado talento durante los últimos 20 años y si vos ves a los humoristas actuales, la mayoría ha pasado por Pelando el Ojo.
“Claro que hay gente que todavía se enoja (con las imitaciones). Diay doña Amelia Rueda estuvo un tiempo todo bien con Camelia Llanta, pero hace rato que ya ni me saluda, no sé por qué se enojó. Don Óscar Arias me ha reclamado alguna que otra vez. Yo pienso que se carbonean, se enojan solos y se contentan solos...(”risas") Con gente como Chito Mantos (Ignacio Santos) sí tengo una entrañable amistad, ese no solo no se enoja sino que se ríe montones con su personificación".
— Norval Calvo
-- Obviamente te enganchaste, te enamoraste de tu quehacer, a pesar de que en el fondo uno debe sentirse presionado porque las imitaciones que vos hacés a menudo son confrontativas, sin mala intención, eso se sabe, pero imitás sin ningún temor a políticos y gente de gran peso en este país..
--¡Ah no, no! O sea la forma en que yo me divierto no solo en el programa si no por ejemplo ahora, que hemos estado concentrados haciendo las caracterizaciones de los personajes que vamos a tener en los especiales de las corridas de fin de año... Yo me pongo a pensar ‘¿hasta cuándo voy a hacer esta vara?’ pero honestamente lo disfruto tanto que ni pienso en eso, no hay plata que pague esta pasión.
--Y eso que la caracterización te lleva su buen tiempo, depende de quien sea ¿Debe ser algo agotador a nivel físico?
--Ah sí, claro. Por ejemplo con el de Figueres (José María) duro dos horas y media... con Óscar Arias unos 40 minutos, igual con Camelia Llanta (Amelia Rueda); Ignacio Santos ‘Chito Mantos’ anda por ahí, media hora y por cierto, es uno de los personajes con quienes más me identifico... igual con don Pepe Figueres, Miguel Ángel Rodríguez, Rafael Ángel Calderón ... ¡a la gente le encanta don Pepe!
--¿Para estos especiales de diciembre quiénes estarán vigentes?
--Ah, traigo al exdiputado no vidente, Oscar López; a ‘Mi reicito’, Everardo Herrera; a Yashín Quesada, al inolvidable Mario McGregor, al abogado Juan Diego Castro, a José Miguel Corrales, Rolando Araya, Vladimir de la Cruz, el entrenador de fútbol Johnny Chávez y uno de mis favoritos por siempre: ¡Don Francisco!
--¿Y todavía hay gente que se te enoja?
--¡Ah claro! Diay doña Amelia Rueda estuvo un tiempo todo bien con Camelia Llanta, pero hace rato que ya ni me saluda, no sé por qué se enojó. Don Óscar Arias me ha reclamado alguna que otra vez. Yo pienso que se carbonean, se enojan solos y se contentan solos...
--¿Qué pasa cuando alguien que se convirtió en el pato de la fiesta del programa te llama para reclamarte?
--Ah sí, claro, hay gente que se ha ofendido, políticos que me llaman y me dicen que no les gustó tal o cual cosa. Yo les ofrezco una disculpa y ahí seguimos, siempre tratamos de no pasarnos de la raya.
-- Pero es un programa en vivo y que toca temas nacionales a todo nivel. ¿Sí se han pasado de la raya?
--¡Clarooo! Eso suele suceder, ya tenemos una dinámica y códigos y tratamos de no pasearnos en alguien con temas de doble sentido y así, pero a veces nos ocurre y al final hacemos un análisis, reconocemos que se nos fue la mano y coincidimos en bajar el tono.
-- Y a la inversa ¿te has enojado con algún radioescucha que se ha ido a los extremos?
-- No pasa mucho pero nunca faltan. El otro día me enojé muchísimo con un oyente que no solo empezó a tratar de ladrón al aire a uno de los personajes de los que estábamos hablando, sino también de hijueputa para arriba y ahí sí lo paré en raya, no solo porque se puede dar una posible demanda, si no que el programa no da para tanto. “Mire señor, usted no puede venir a expresarse así aquí, no vamos a permitir que continúe su participación”, y simplemente lo sacamos del aire.
Sus famosas canas
Y bueno, llega la hora de las preguntas personales y sin ambages me dice que le pregunte lo que quiera. Claro, ese colmillo de tantos años al aire ya es como un título de vida y lo primero que le pregunto es si tiene muchas admiradoras, por ser tan conocido y popular y bueno, porque a lo largo de estos años yo misma he sido testigo de los piropos públicos que más de una le ha dedicado.
Guarda unos segundos antes de contestar y luego se sale por la tangente...
--Diay no sé ¿tengo admiradoras? Si las tengo me contás porque yo no las veo por ningún lado-- contesta muerto de risa.
Con sus 51 años recién cumplidos, Norval Calvo, por fin, ha dejado de sufrir por las canas que empezaron a blanquear sus sienes cuando apenas había cumplido 20 años. De hecho han sido un tema en decenas de entrevistas y siempre ha dicho que se resignó a parecer mayor de lo que era por cuenta de sus canas pero que, por nada del mundo, por ninguna plata, se teñiría el cabello negro.
Muy relajado al llegar al quinto piso, cuenta que tener más de 50 años ha sido liberador para él y que desde hace rato vive asido a una filosofía de llevar todo con más calma, de no ofuscarse, de no estresarte, de aprender a vivir con el “ni modo”, aunque siempre, eso sí, guiándose por los cánones de profesionalismo con los que ejerce su amado trabajo y el cual, insiste, le da trabajo no solo a él sino a 12 personas más.
Esto, amén de los nuevos proyectos que tiene en ciernes, en cuenta una nueva edición de La Dulce Vida (cuyos derechos compró) y otro programa de humor que pretende descubrir nuevos talentos y claro, entretener a la teleaudiencia.
Pero de vuelva a su vida personal, Norval insiste aún con más vehemencia y se permite una que otra palabrota para explicar por qué no entiende cómo tantísima gente conocida hace de su vida un muestrario, una vitrina pública.
“Ve, yo desde que empecé en esto hace 30 años siempre pensé en desligar mi vida personal de mi vida pública y lo he logrado, y eso que en esos tiempos no había redes sociales, ni siquiera televisión por cable, entonces uno era objeto de más visibilidad... es que digo, ¿a la gente qué le importa quiénes son mis hijos, o qué hacen? Es hasta por un tema de seguridad, igual con mis asuntos personales. Yo soy muy cuidadoso y me gusta vestir bien y todo pero jamás voy a pagar 100 mil colones por una camisa, mucho menos para andarla luciendo en redes sociales”, dice con un tono un toque “sulfurado”.
Al hablar del cuido físico y de si está haciendo ejercicio, “explota” en un ataque de sinceridad: “¡Ni mierda! Yo no sé lo que es correr hace 10 o 15 años, son metas que he ido postergando y que ya ahora a los 51 sí me están preocupando... ¡más que estoy echando una panza!”, dice, con tono más chiva aún.
A lo que sí le ha puesto atención y manos a la obra es a un problema de acné que sufrió desde muy joven, antes incluso de sus canas prematuras y que le dejó tremendas huellas. “¿Sabés cómo tenía yo la cara? ¡Como Noriega! (Manuel Antonio Noriega, exdictador panameño).
Ante mis risas, explica sin reparos que a la piel del rostro sí le ha metido su platica en su momento, porque este asunto de las huellas del acné lo mortificaban mucho: “No te voy a ocultar que me hecho carajadas, me he puesto Botox en la jacha, luego me empecé a hacer carajadas con láser, dermoabrasiones, plasma rico en plaquetas... en cambio el pelo me lo lavo con el champú que haya, ya las canas no me preocupan, lo que sí me agüeva un toque es que creo que se me está empezando a caer el pelo”.
Yo, para terminar lo mejor posible esta andanada de consecuencias de la edad que Norval se puso a enumerar como metralleta, le digo: “¿Bueno, ves? Ya no tenés la cara como Noriega, y sin invertir un solo cinco tenés las canas sedosas y con brillo idénticas a las de Richard Gere”.
Su fascinación máxima, eso sí, es viajar. “En enero todos tenemos vacaciones y eso sí es cierto que es una gran pasión. Entre los lugares que me han vuelto loco están Italia y Rusia ¡quiero volver! Pero por ahora, en cuanto pueda, quiero conocer Japón. Igual nadie se dará cuenta porque volvemos a lo mismo, ni mi familia ni yo subimos fotos en redes de los lugares que visitamos ni las experiencias que vivimos, lo que hacemos es para nuestros recuerdos. A nadie le importa qué lugar ando visitando. Yo no lo logro eso de la ‘Foto pa’l Face’, por supuesto lo respeto, pero no lo entiendo. El bajo perfil es, para mí, una de mis máximas de vida”, agrega.
Y bueno, siendo él quien más ha imitado a políticos y presidentes en el país, se impone preguntarle si tiene color político y si le importaría contar por quién votará en las próximas elecciones.
--“No, no, para nada, no tengo ningún problema en decir. Lo que no tengo es color político; yo voto por el candidato de mi preferencia y lo decido ya cerca de las elecciones. Por ejemplo yo voté por Miguel Ángel Rodríguez, por Óscar Arias, Johnny Araya, Rolando Araya y la última vez por Carlos Alvarado ¡aunque después me corté el dedo!”, y suelta de una vez tremenda risotada.
Así, con varias efemérides en noviembre y un mundo de proyectos para el 2022, Norval agradece profundamente a Central de Radios y en especial al presidente de Repretel, don Fernando Contreras, por haber permitido que Pelando el Ojo se convirtiera, aún en lo más y peor de la pandemia, en un espacio de solaz para todos los costarricenses que pudieron escaparse de las noticias terribles que azotaron al mundo el año pasado y parte del 2021.
“La batalla no ha terminado, todos lo sabemos. Pero en los tiempos más oscuros, saber nosotros que estábamos llevando hasta las casas, donde estaba la gente encerrada, una dosis de humor sano, sacarles risas o carcajadas, reflexiones que fueran. Para mí y para todo el mundo la pandemia ha sido una pesadilla, pero si de algo me siento contento y feliz es de haber contribuido, aunque sea en una mínima parte, a que la gente se distrajera por un rato con las loqueras de nosotros. Eso, mi queridísima amiga, eso sí es cierto que no tuvo ni tendrá precio”.