Se frotaba las manos, miraba al cielo y poco le faltaba para llorar. ¡Maaamiii, ya va a comenzar, ya va a comenzar!, gritaba Jonathan desaforado, mientras en su pupila apenas se reflejaba la primera y colorida bombeta del juego de pólvora.
El seleccionado Álvaro Saborío –uno de los mariscales de la noche–, acababa de dar el banderazo de salida y la ilusión de la edición 18 del Festival de la Luz comenzó a brillar. Jonathan estaba realizado.
Como ese niño, en San José ayer habían miles, invadidos por un espíritu que solo el festival sabe inyectar. Anoche, el evento más brillante del año volvió a triunfar.
Ocho carrozas, con las más diversas temáticas se convirtieron en máquinas de sueños, mientras las bandas y los porristas se encargaron de condimentar con ritmo y acrobacias de vértigo.
Luego del tradicional y colorido pasacalles, que como es costumbre fue utilizado por muchas marcas para promocionar sus productos, calentar el ambiente o dar a los niños importantes mensajes educativos, a las 6 p. m. comenzó el esperado desfile de luces.
Luego de unas palabras introductorias de la alcaldesa de San José, Sandra García, llegó Saborío no para inflar las redes, pero sí para pronunciar las palabras más esperadas de ayer.
“Buenas noches Costa Rica, y que arranque el festival”, dijo el jugador sin nada de chispa.
El delantero de la Sele expresó esa frase, casi tan sin gracia como la chica que cantó el himno oficial del Festival de la Luz. Bueno, nada que un lucido y vibrante juego de pólvora no hiciera olvidar.
Las luces en el cielo, con bombetas incluídas, le anunciaron a San José que la fiesta había arrancado. Los destellos dieron la bienvenida a más luces, y con ellas a las miles de sonrisas de los presentes.
En una pequeña tarima inició el Festival de la Luz. Curiosamente, era más pequeña que años anteriores, cuando solo había un mariscal. Ahora era toda la Selección Nacional y el espacio los estrujó.
“Es que esta alcaldesa está recortando presupuesto, para ahorrar, para ahorrar”, dijo una funcionaria municipal que no quiso ser identificada.
Ya con los mariscales en su carroza, el desfile comenzó a avanzar. Mientras el público estaba a la expectativa de apreciar la primera carroza, todo era festejo y gritos tras los cordones de seguridad.
Lanzados por payasos, modelos y varios San Nicolás, como lluvia en pleno desierto caían los confites en los mares de niños, quienes hacían de todo para mojarse con ese popular dulce.
La calle parecía una auténtica pijamada, pues decenas de familias se armaron de colchas y abrigos para protegerse del intenso frío, disfrutar el festival y, de vez en cuando dormirse un sueñito.
Mientras Jonathan saboreaba un popular Morenito, volvió a gritar..¡mamiiii, las carrozas, las carrozas”. Se venía lo bueno.
Como es costumbre, la primera en desfilar fue la de la Municipalidad de San José.
La propuesta municipal brilló como nunca, pero sobre todo encantó con su pegajoso ritmo caribeño. Temas del calypsonian Walter Ferguson recordaron lo mejor y más bonito de Limón.
El famoso Callaloo resonaba con mucho sabor en la carroza, adornada con figuras que representaron con elegancia el genotipo afrodescendientes.
Opacadas un poco por los flamantes mariscales, las seleccionadas nacionales que representarán a Costa Rica del Mundial sub-17, también tuvieron su momento de gloria. Las chicas, humildemente, pidieron el apoyo de la afición y lo recibieron con las palmas.
Incluso, el grito de “ticas, ticas”, resonó por varios lugares.
Más fantasía. Colacho, Santa Claus, sin importar cómo le digan, llegó con todo y renos a San José. Vinieron gracias al Banco Nacional y Hospital de Niños y su carroza, la segunda de la noche.
Regalos, ilusión y fantasía, ese era el motivo de una propuesta que no brilló tanto, pero que sí caló entre aquellos niños que se imaginan abriendo sus regalos en Navidad.
El desfile estuvo un poco lento. Casi una hora tardaron las primeras dos carrozas para pasar en frente de la tarima principal.
No fue algo que resintiera la gente, que realmente la pasaba muy bien escuchando el sabor de las bandas, las cuales estaban armadas con movidos repertorios.
Soca, salsa, merengue y hasta musical nacional bien arreglada para la ocasión, de todo sonó anoche para el deleite del público.
Las porristas también se robaron el show . Entre carroza y carroza, sus acrobacias dejaron sin aliento a más de uno y los inyectaron con pura energía.
Con la fantasía a flor de piel se vistió la carroza de Samsung, la de más movimiento de las nueve. El tema del circo, los payasos y los bufones la hicieron sobresalir.
Precisamente, como un bufón, el modelo Jorge Delgado, se robó las miradas al frente de la carroza.
A Delgado le gritaban de todo. Encima de una especie de tarro de pintura, el modelo bailaba y mostraba su cuerpo de manera deshinibida.
“Mucha ropa, mucha ropa”, eran las palabras más decentes que se escucharon a su paso.
Por lo demás, la carroza tenía un carrusel que se movía alegremente y personajes que automáticamente saludaban a los niños. Sin duda, esta alegoría fue la que mostró más esfuerzo a nivel mecánico.
No fue casualidad que la gente gritara enloquecida cuando el payaso de la carroza de Samsung escupía sorpresivamente confeti multicolor.
Luego, el turno fue para la carroza del ICT, adornada por una inmensa tortuga baula. Atrás de ella, más fauna de esta tierra tica y brillantes colores que representan nuestros atractivos turísticos.
La empresa Claro apostó por la música para su carroza. En playback una niña “cantó una dulce canción”, mientras otros chicos, armados con violines, le acompañaron con armonía.
Aunque con poco menos movimiento, el Banco de Costa Rica mostró en su carroza inspirada en un “país” de los bombones, con mucho dulce, melcochones gigantes y sabor infantil.
Cerrando el desfile, Kolbi le quiso decir al país que cuenta con “supervelocidad”. Cohetes y seres supersónicos así lo hicieron ver.
Coca Cola, al igual que el Banco Nacional, le apostó a Santa Claus como el tema de su carroza. Eso sí, con una recomendación para la época: regale cariño, amistad y muchos abrazos.
Cumpliendo su mayoría de edad, se puede decir que el Festival de la Luz ha madurado: cada vez, esta fiesta es más brillante, más ordenada y más limpia. Sin duda es, y seguirá siendo, el mejor aperitivo que nos trae la Navidad tica.