Uno de los cambios menos publicitados que vienen con la paternidad es que uno se convierte en un televidente distinto. Después de estar curado de espantos con los dramas policíacos más sanguinarios, la rueda termina de dar la vuelta y uno termina donde empezó, en la televisión de colores brillantes y voces chillonas. Descubrir la televisión infantil moderna junto a mi hija ha sido una experiencia iluminadora.
No seré yo quien hable mal de los programas televisivos de mi niñez: seguro que ya nunca sentiré una emoción tan grande frente a la pantalla como cuando veía a Mazinger reventar robots ; incluso he llegado a perdonar a la ballena Josefina, aunque todavía debo pagarme una terapia psicológica para curarme los traumas que me heredó. Sin embargo, ya lo pasado, pasado; muerte a la nostalgia: se debe aceptar que este es un muy buen momento para ser un niño televidente, tan bueno que sin pensarlo cambiaría toda mi bolsa de recuerdos por la experiencia de mi hija de hoy.
La televisión infantil actual vive un pico muy alto, pero hay un proyecto vigente que todavía tiende un puente entre nuestras dos niñeces, la mía y la de mi hija. Plaza Sésamo es una iniciativa que cae simpática de primera entrada cuando uno conoce que nació para reforzar el aprendizaje de los niños de escasos recursos en Estados Unidos en 1969. Es hija de mentes revolucionarias, tan propias de aquella época, cuyas ideas modelaron la televisión educativa actual.
Me encanta Plaza Sésamo , la rana René y Archibaldo. Fue por culpa de ese amor que una noticia de noviembre pasado me cayó como un baldazo helado. Kevin Clash, el alma de Elmo, había sido demandado por abusos sexuales contra menores de edad. Elmo es la marioneta más adorable de la familia Plaza Sésamo . Por ello, la noticia tuvo el sabor de un coctel terrible: el mundo de la fantasía ingenua había quedado envuelto en una trama truculenta de La ley y el orden: Unidad de víctimas especiales ; y eso que ya nos creíamos curados de espantos. La noticia provoca la misma confusión –pero sin la hilaridad– del benemérito graffiti josefino de “Colacho fuma piedra”.
Para quien haya visto el documental Being Elmo (2011), la noticia es todavía más chocante. La película narra el emocionante transitar de Clash, desde sus obsesiones infantiles con Plaza Sésamo , hasta convertirse en el personaje más adorable y rentable de la franquicia. La historia inyecta esteroides en el buen humor. Pero más allá de ella, el documental también muestra ese gremio mágico de la gente que viste sus manos con tela y espuma para crear un ser viviente. Es magia pura. Elmo, por ejemplo, es un monstruo rojo y preescolar que es todo amor, y que se refiere a sí mismo en tercera persona. Una cara de piedra no aguanta dos segundos cuando, en el programa El mundo de Elmo , el protagonista le pregunta sobre el tema del día a un bebé.
La denuncia de haber cometido un crimen ya es suficientemente mala para una figura pública, pero que este crimen involucre a menores de edad es letal . El titiritero quedó envuelto en un escándalo más grande que su prestigio, y terminó abandonando el programa.
El pasado 1.° de julio se publicó la noticia de que las demandas contra Clash fueron desestimadas, aunque la información trascendió con un eco mucho menos sonoro. ¿Sabrá encontrar Clash el camino de vuelta a Plaza Sésamo después del escándalo? Estemos pendientes, porque será una lucha digna de ver . ¿Prevalecerá el mundo de fantasía o ganará la trama policial?