El 7 de abril del 2019 es una fecha que aún resuena en la Orquesta de Jazz del Centro Cultural Costarricense Norteamericano (CCCN). Ese día la banda ganó la competencia universitaria del Next Generation Jazz Festival, un reconocido e importante evento que se lleva a cabo en California, Estados Unidos.
Este era un reconocimiento que no esperaban, pero que les ha permitido dimensionar su talento, el gran nivel artístico que existe en Costa Rica y el potencial con el que cuenta el país para desarrollar proyectos de jazz al estilo big band (como es el caso de la orquesta).
“Ese premio es increíble, nosotros esperábamos un tercer lugar y con eso hubiéramos estado superfelices, es algo inimaginable y de mucha importancia para lo que se viene en este país. Fue como una felicidad histórica porque corrobora lo que ya está pasando en Costa Rica, que el jazz está creciendo y tiene mucha fuerza”, relata el pianista del ensamble, Eduardo Montero.
El recorrido para llegar hasta ahí ha sido largo, empinado, lento, pero sus integrantes presumen del gran aprendizaje y la formación profesional que han recibido.
La banda como tal nació hace ya algunos años atrás; al principio eran un grupo que tenía muchos sueños y que solía reunirse para ensayar, pero que por mucho tiempo no tuvo una persona que los guiara. Sin embargo, en noviembre del 2017 se propusieron llevar el proyecto a otro nivel, tras incorporar a Carlomagno Araya, quien asumió el rol del director. Con él llegaron nuevos integrantes y otros fueron.
Él es un músico costarricense que se formó en las escuelas de Estados Unidos, pero que luego de trabajar y estudiar por más de 20 años en territorio norteamericano decidió regresar a Costa Rica.
“Yo me topo con unos muchachos que están reuniéndose en el CCCN, y cuando me plantean ser el director yo les dije: ‘si quieren que hagamos esto nos sometemos en un proceso de transformación de lo que significa para ustedes un ensamble como este, un proceso formativo indefinido, se acaban los conciertos, cualquier proyecto, cualquier exposición en redes sociales, todo se para y nos sometemos a un proceso para arrancar desde cero a un cambio de paradigma’” recuerda Araya.
Entonces comenzó un proceso de formación y profesionalización que hasta la fecha continúa. Araya logró compenetrar poco a poco a los 23 músicos que actualmente conforman la banda para que llegara a tener el sonido que tanto anhelaban.
El grupo está integrado por jóvenes entre los 20 y los 35 años, quienes tocan trompeta, trombón, saxofón, piano, batería, entre otros.
“En el país han habido muchos esfuerzos por hacer big bands y este fue un esfuerzo más de un grupo de muchachos muy interesados pero que no tenían director. Yo siempre les dije a ellos que cuando la música se pone en primer plano, todo el mundo quiere ser parte de eso, porque después las cosas van a venir solas entonces para mí era importante que no se preocuparan por entrevistas, fotos, videos, porque hay que poner la música primero. Hay un dicho que dice: ‘si tu cuidas de la música, la música cuida de tí’ y yo a ellos les inculco valores, porque creo que es importante para su formación”, explica Araya.
‘Ad honorem’
Eduardo Montero estudia, vive y trabaja en Pérez Zeledón, pero su pasión por la música está dispuesto a viajar hasta el centro de San José cada martes y jueves para asistir a los ensayos de la big band, que se realizan en el CCCN.
Son a las 7 p. m. y duran aproximadamente dos horas, pero es un sacrificio que Montero así como algunos otros de los integrantes del proyecto hacen para sacar este proyecto adelante.
“Me organizo y viajo todas las semanas dos veces por el Cerro (de la Muerte), en realidad creo que esto es mucho amor”, añade el pianista.
En realidad, la Jazz Orquesta es una agrupación que conoce de esfuerzo y entrega, no solo por las distancias que recorren los músicos para los ensayos, sino que hasta la fecha esta es una agrupación que trabaja ad honorem, es decir, no recibe ninguna remuneración económica por sus presentaciones.
“Es una de las cosas ‘tuanis’ del ser humano, que no todo lo mercantiliza y nosotros le tenemos tanto amor a esta música que lo hacemos de gratis. Ojalá que haya más oportunidades de remuneración a futuro, pero lo seguiré haciendo de gratis durante años”, dice el joven.
No obstante, en cuestión de poco más de un año ya han obtenido frutos, prueba de ello es el apoyo que han recibido de CCCN. Esta institución, es desde noviembre del año anterior la patrocinadora oficial del ensamble.
Dicho apoyo fue fundamental para que la agrupación lograra viajar a Estados Unidos a la final de la competencia y costear los boletos, el hospedaje, la alimentación y el transporte durante su estancia en territorio norteamericano.
La competencia
Tras ensayar por más de un año, prepararse, profesionalizarse y mantener el proyecto en bajo perfil, la agrupación ya estaba lista para su debut.
Los jóvenes entendían las intenciones de su director y lograron afinar cada detalle para que el ensamble se acentuara igual, pronunciara igual y estuvieran dentro del mismo discurso para que el sonido de la big band sonara de forma espectacular.
“Yo les doy el valor que ellos se merecen, les hago entender, los convenzo y los hago enamorarse del concepto de que ellos tienen que sonar bien, porque ellos saben lo que tienen que hacer para sonar bien y pues ellos se enamoraron de sonar bien”, detalla el director.
Lo primero que hicieron fue enviar un video donde el jurado evaluaría si podían estar a la altura de la competencia. Posteriormente, realizaron una audición a ciegas y por último se presentaron ante los jueces en Monterey, California junto a las otras cinco bandas finalistas.
“Nos tocó de últimos y bueno, yo pensaba: ‘estos muchachos nunca han visto una big band al frente de sus narices sonando como van a oír ahora y se me van a intimidar’, pero yo me preguntaba: ‘¿qué podía hacer?’. La experiencia es más valiosa que ganar. Entonces ahí pasó la competencia y les dije que había que disfrutar, sonar como una unidad”, afirma Araya.
El resto es historia y los jóvenes obtuvieron el debut más perfecto que pudieron soñar. Así se convirtieron en la primer banda extranjera en los 49 años de la competencia en recibir ese codiciado galardón.
Pero, ¿cuál fue ese ingrediente extra que les permitió superar a las agrupaciones norteamericanas?
Para Araya está en el estudio que hizo de previo a la aplicación de la competencia, el conocimiento sobre el jazz en Estados Unidos que adquirió durante las dos décadas que vivió allí y el afán de los jóvenes costarricenses por un debut mágico.
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“Yo, al estar en Estados Unidos observo un montón de cosas, pero nunca pensé que iba a dirigir una big band, no tenía eso en la mente, no era una cosa que yo pensaba hacer, pero siempre fue algo que auténticamente me llamó la atención: cómo trabajaban, los conceptos, entonces fue como que naturalmente lo fui absorbiendo”, añade.
Proyectos
Con el reconocimiento en mano, el 2019 no se detiene para la banda de jazz que continua alzando vuelo y preparándose para los proyectos y presentaciones que vienen.
Por ejemplo, en setiembre volverán a Monterey, California, para presentar dos conciertos en el marco del Monterey Jazz Festival. Para el 10 de agosto ya tienen agendado un concierto de gala en el Fijazz que se llevará a cabo en el CCCN junto al pianista Danilo Pérez.
“Para mí todo esto que está pasando es sumamente gratificante y me siento privilegiado dirigiendo a una banda con gente que está apuntada, con muchachos atentos de absorber los conceptos; es decir, para mí no tiene nombre”, asegura Araya.
Además, existe un proyecto más ambicioso que los jóvenes junto a su director quieren desarrollar. Se trata de un repertorio de música costarricense, para adaptar música de compositores ticos en versión jazz.
“Este es el inicio de un proyecto enorme. Como banda queremos una mayor exposición tanto a nivel nacional como internacional, vimos que ya con un poquito de esfuerzo logramos llegar a otro país y representar bien a Costa Rica. Ahora queremos hacer música costarricense adaptada a nuestro estilo y llevarla fuera de nuestras fronteras”, comenta el saxofonista Andrés Camacho.
La idea es grabar un disco con siete piezas; cada composición representará a una provincia. Eso sí, los arreglos de este trabajo los realizarán especialistas en Estados Unidos.
Y si de proyectos se trata, Araya asegura que espera continuar con el proceso formativo para que los músicos que integran la orquesta puedan ir creciendo en sus destrezas. Además, esperan tener la capacidad de traer artistas de renombre internacional para que toquen con ellos y seguir haciendo conciertos en el Teatro Nacional.