Hay una cualidad que destaca de inmediato cuando se ve un filme con dirección de fotografía de María Secco. A través de la mirada empática que crea con sus lentes, la cámara evoca una relación íntima con los personajes que retrata. Los encuadres establecen su lugar en el mundo y el uso expresivo de la luz refleja la emotividad que los consume.
Esto es cierto en cada uno de los cerca de 30 títulos que tiene en su filmografía, donde destacan algunos de los largometrajes latinoamericanos de cine independiente más aclamados de la memoria reciente, entre ellos: Agua Fría de Mar (2008, con Paz Fábrega), La demora (2012), y La jaula de oro (2013, con la que ganó el premio Ariel a mejor fotografía).
Aún cuando ella es enfática a la hora de señalar la importancia que tienen los directores con los que trabaja para el desarrollo de su estética, la naturaleza envolvente y visión perspicaz que ha caracterizado a su fotografía durante más de 10 años de trayectoria hablan de un indudable sello de autoría.
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Tal es el caso, que la actual edición del Costa Rica Festival Internacional de Cine (CRFIC) decidió homenajear su obra en la sección Retrospectiva, un espacio que en general suele favorecer la jerarquía del rol de director.
“La verdad me parece inusual y muy bonito a la vez. Qué bonito que alguien haya pensado que era importante y quisieran poner una atención ahí”, comentó la cineasta uruguaya radicada en México.
En su entrevista exclusiva con Viva, Secco conversó sobre su aproximación al cine y lo que significa trabajar en el contexto audiovisual latinoamericano.
-Su fotografía evoca un sello íntimo muy particular, ¿qué pensamientos hay detrás de la construcción de estos encuadres?
Este generalmente es un trabajo en conjunto con el director. Depende de cada proyecto, porque incluso con el mismo realizador a veces exploramos de maneras diferentes. Cada película es un mundo y tiene sus propias reglas.
Pensar quién cuenta la historia y desde donde se ve, me ayuda mucho a pensar, y de ahí van naciendo los encuadres. Es eso, escuchar la película.
-Ha mencionado que para el documental La Libertad del Diablo (2017) la fotografía era un juego con la penumbra, y en su última película, Restos de viento (2018), más bien se irradia calidez, ¿cómo se dan estas transiciones en su proceso creativo?
Me encanta. Me da libertad para explorar cosas distintas. Para cada película es un reto nuevo, y esa diferencia me motiva y me entusiasma. Luego también hay cosas que traigo y que estoy buscando, y que las uno con la película.
En Restos de viento era este mundo infantil que se distorsionaba porque la realidad se les estaba cayendo. Entonces fue intentar ver este mundo infantil. Intentar estar cerca.
-Ha trabajado en distintos contextos de Latinoamérica, ¿qué tanto se sumerge en el entorno antes de determinar qué es lo que le interesa captar con los lentes?
Todo lo que puedo (risa). Me encantaría más. De hecho en Guatemala, cada vez que iba aprendía muchísimo más. En el momento de preparación de la película, que cuanto más largo para mí mejor, se está como absorbiendo todo.
Es parte de lo que también me emociona de lo que hago, que voy y no solo estoy haciendo una película, sino estoy comprendiendo nuevas realidades.
-En Agua Fría de Mar (2008) grabó con cinta de 35mm y previamente había trabajado en formato digital en las películas con Julio Hernández (Te Prometo Anarquía, Polvo, Gasolina), ¿siente algún formato más afín a su visión de la fotografía?
Tengo un amor al cine muy grande. Es algo muy plástico, muy experimental. Lo podés palpar, podés jugar con él. Tiene una manera de responder a las pieles, a los colores, a la luz que es muy rico. Ese soporte da más de lo que uno espera.
-Últimamente se ha discutido mucho la “mirada femenina” en el cine, ¿cómo entiende la importancia de quien está detrás de la cámara?
Sí siento que es importante saber quién es ese ojo que está acompañando la película. Hay una serie de decisiones que se están tomando todo el tiempo en un rodaje que reflejan a quién está detrás de ellas. Sobre todo creo que el fotógrafo marca mucho el ritmo, como va a ser el set. Hay un montón de cosas que dependiendo de cómo te relaciones con el espacio, con los actores, con la distancia de la cámara, muestran cuales son tus prioridades.
Si imprime cierta atmósfera que se va a ver en la película. También son como las dinámicas. No necesariamente por ser mujer o ser hombre van a ser esas mismas dinámicas, pero sí por ser esa persona en particular.
-¿Qué es lo que primero que toma en cuenta a la hora de elegir un proyecto?
Es la historia, o si está buena la propuesta y lo que quieren contar. No me fijo tanto en que momento de su carrera está el director, sino que me enamoro del proyecto. Qué es lo que quiere decir. La manera de contarlo, como lo veía el director. Hay algo en las formas singulares de contar que me atrae. Me dan ganas de involucrarme y explorar en conjunto. Tampoco veo distinción entre documental y ficción. La veo como una película.
-Ha mencionado la importancia de cuestionar la idea de la belleza, ¿cómo se logra esto desde la fotografía?
Había estudiado otra carrera (diseño) y siempre había algo de cuestionar lo que estaba. “¿Qué pasa cuando venía alguien y rompía con lo establecido?” Desde ese entonces me había quedado esa idea de ruptura. Eso siempre me atrajo, me divirtió, me parecía algo interesante de explorar. Está bien conocer cómo es lo “que tiene que ser”, pero en realidad nada nunca es cómo eso. Lo que tiene que ser es “¿qué es lo mejor para esa película?”. Es una relación mucho más cercana con lo que se quiere decir.
¿Por qué es bello? ¿Por qué me lo dice el libro de arte o por qué me interpela a mí directamente? Siempre estoy tratando de cuestionarme esos preconceptos de “la mujer bonita” o “la luz bonita”, eso te lleva a explorar.
-¿Para usted el hecho de estar en un contexto como el latinoamericano implica la necesidad de estas nuevas búsquedas?
Creo que el contexto lo que te da es ganas de hacer algo. Yo siento que uno como mejor puede hacer las cosas es simplemente haciendo lo que hace. Es esta cosa de “¿para que sirve la foto?”. Sirve para entendernos, para contarnos cosas, para observarnos. No importa que sea nuevo o viejo, sino que sea una mirada que refleje algo al resto que la ve. Es como un caminito que te hace pensar.