Medellín. Kenzo Takada tiene 80 años y parece de 60. Su cabello lacio japonés es negro y apenas tiene un mechón blanco de canas. Usa botines con un tacón chic y se sienta cruzando las piernas. Siempre luce ecuánime y para comunicarse lo hace en francés. Así es este señor, quien no da descanso al color ni a la creatividad.
Kenzo, creador de la firma de artículos de lujo Kenzo y que en 1993 la vendió al grupo LVMH, visitó Colombiamoda, pues una de sus colaboraciones más recientes es la de perfumería y maquillaje que hizo con la marca Avon; en las fragancias destacan los aromas a magnolias y maderas; en la paleta de color los tonos fuertes, esos que le han caracterizado siempre.
Durante su estancia en la feria de moda, negocios y conocimientos, que se realizó del 23 al 25 de julio en Medellín, Kenzo dio un par de charlas y además una conferencia de prensa. Aparte de hablar de su nuevo proyecto, también volvió a sus inicios y mencionó cómo va su vida.
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Enamorado del color
Hoy, este octogenario continúa conectado con el color vivo que ha caracterizado su obra de siempre, hace lo que lo llena. Tras retirarse, Kenzo empezó a hacer colaboraciones con algunas marcas, incluso con Disney y H&M.
En su proyecto más reciente destaca que los colores presentes en sus nuevos productos son para transmitir energía, bienestar y alegría por vivir. Con esa filosofía de toda su vida, ¿qué es lo que le da alegría en esta etapa?
“Cuando hablo de alegría y en gozo pienso en la libertad de hacer lo que lo hace a uno mismo, de hacer lo que quieras con tus amigos, de estar en buenas condiciones y procuro siempre llenarme de buenas emociones”, respondió Takada a La Nación.
Ahora mismo, más de 20 años después de vender su marca de lujo, su tiempo es invertido en hacer lo que le satisface, entre ello el poder detenerse a pintar. También está diseñando el vestuario de la ópera Madama Butterfly.
“Trabajé duro desde los 70. Mi sueño era dejar de trabajar, hacer lo que quería. Me interesaba la pintura. Tengo sueños. Mi salud está bien. Me gusta emprender nuevos proyectos. El año entrante quiero hacer una exposición de pinturas. Necesito algo que me mueva.”, contó en una entrevista con varios medios internacionales.
Entre sus anhelos actuales está poder conocer bien Japón, su país, un lugar que considera “lindísimo” pero al que no tuvo demasiado acceso por ir a alcanzar un deseo que nació en su conciencia infantil.
“Tengo que volver a encontrar ciertas cosas de Japón, cultura e historia. Este es momento para descubrir Japón, hacerlo ahora es importante”, dijo.
Creatividad que no se detiene
Cuando era un niño, Kenzo jugaba con sus hermanas a dibujar muñecas. En la adolescencia y recién pasada la guerra en Japón, el ambiente era devastador y él no se sentía bien. No había nada con qué divertirse y un día los periódicos que compraba su hermana captaron su atención, en esas páginas encontró nuevamente aquello que desde pequeño le entusiasmaba: la moda.
En un ambiente tan abrumador jamás vaticinó lo que unos 15 años después viviría. En ese momento, cuando estaba cerca de entrar a la universidad, ninguna carrera le motivaba, lo que le gustaba, era una profesión apta solamente para mujeres en su natal Hyōgo.
Tiempo después, también en un periódico encontró la información que buscaba: una escuela de diseño y costura aceptaba varones, pero estaba en Tokio.
“Durante las vacaciones trabajé para ganar dinero e ir a Tokio. Tuve gran suerte a los 16 años. La meta era ingresar a esa escuela. Me fui en setiembre. Mis padres no tenían dinero. Encontré trabajo pintando casas”, contó.
Tras Tokio, su meta era llegar a París, la ciudad con la que a través de películas empezó a soñar. Quería llegar allá y crear. Ahorró y consiguió irse por seis meses cuando tenía 25 años. Era 1964 y viajó en barco, cuenta que todo era mágico.
Topó con un París frío y gris. Luego esa impresión cambió. Todos los días salía a ver vitrinas y a tomar fotos. En una de esas visitas conoció Dior y Cartier, en ese instante descubrió la alta costura. “Me impresioné porque creí que en Japón se hacía moda”. Se decepcionó y abandonó el diseño de moda. Del tiempo que le quedaba en París, pensó en lo que haría al regresar a Japón.
Luego recapacitó: “Me quedaban seis meses y decidí que si no funcionaba no importaba, lo intenté y durante una semana dibujé. Una vez fue a una tienda en busca de una crítica, una señora vio mis dibujos y me compró cinco por 25 francos, yo no sabía cuánto cobrar, porque no fui con la intención de vender. Ese dinero no era mucho, pero al menos estaba trabajando. Ello me dio ánimo y allí empecé", rememoró.
Luego de ello, en los 70 abrió su primera boutique, Jungle Jap. Su madre y algunos amigos le prestaron el dinero para pagar el primer alquiler. Su desfile inaugural contó con las trabajadoras de su tienda como modelos.
“Antes de abrir la tienda la tendencia era la moda francesa y colecciones de alta costura. Yo nunca pensé en mi identidad. Luego abrí otra tienda, pero pensé que tenía que encontrar mi identidad. Venía de Japón, donde están los kimonos y esas cosas, me sentía muy cercano de esa cultura”, rememoró. A partir de esto, se impuso en la época con color, grandes formas y esencia japonesa..
Más de dos décadas después vendió la firma que nunca previó llegar a crear. Hoy está alegre, como sus tonos. Muy consecuente con sus esfuerzos de tantos años, recomienda a las nuevas generaciones fijarse un objetivo y trabajar por él todos los días, ya que, en algún momento “llegará la oportunidad”.
“Aunque haya dificultades, hay que seguir”, aseguró el japonés, quien vive desde hace más de 50 años en Francia.