El reconocido director de orquesta estadounidense John Nelson falleció a los 83 años, confirmó el Centro Nacional de la Música. Nacido en Costa Rica de padres misioneros, alcanzó gran prominencia internacional, pero mantuvo una estrecha relación con su país natal.
Nelson fue director invitado principal de la Orquesta Sinfónica Nacional de Costa Rica en distintas ocasiones, la última de ellas para dirigir La condenación de Fausto en 2019. También mantenía una residencia aquí, aparte de su hogar en Chicago.
“Si tengo un hogar, ese es Costa Rica. Siempre que me preguntan ‘¿de dónde vienes?‘, yo digo ‘de Costa Rica’. Es imposible olvidarse de las raíces y no tengo el deseo de hacerlo porque mi juventud fue feliz aquí, tengo muchos amigos aquí; esta es una tierra magnífica”, dijo en 2011 a La Nación.

John Nelson: su carrera musical
John Nelson nació en San José el 6 de diciembre de 1941 por casualidad: sus padres eran misioneros destacados en el país. Estudió en la Juilliard School en Nueva York, donde obtuvo el Premio Irving Berlin por su dirección.
En su extensa trayectoria trabajó con las principales orquestas estadounidenses y canadienses, de Nueva York y Chicago a Montreal y Toronto. Fue director musical en Indianápolis, el Opera Theater de St. Louis, el festival Caramoor de Nueva York y la Orquesta de Cámara de París. Asesoró a Nashville y Louisville, aparte de una extensa listas de ensambles.
El músico era reconocido por su versatilidad, aunque destacó con su interpretación de las obras del romanticismo, el repertorio barroco y también la música contemporánea. Mozart y Haydn también fueron de sus predilectos, pero Berlioz también le ganó aplausos, con múltiples grabaciones y conciertos dedicados a su música. La música coral fue su gran pasión en las últimas décadas.
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En 1994 cofundó Soli Deo Gloria en Chicago para promover la música sacra contemporánea. Ganó el Grammy en 1993 por su grabación de Semele, de Händel; Les troyens (2017), con Joyce DiDonato, le mereció premios de Gramophone y BBC.
“Creo que tengo más costumbres de tico que de estadounidense y de sueco (ascendencia de sus padres). La sensibilidad, la emoción, el cariño... Todo eso es muy latino y lo conservaré”, decía a La Nación hace década y media. Cuando venía a Costa Rica, era recibido con cariño por músicos y melómanos. Se recuerdan sus gestos y su entusiasmo, pero además cómo abordaba obras desafiantes.
El Fausto de Berlioz, justamente, implicó la presencia de 200 músicos en escena, entre la orquesta, el Coro Sinfónico Nacional, el Coro Surá y el Coro de Niños del Instituto Nacional de la Música (dirigidos por Marcela Lizano). En el 2014, también dirigió otra obra monumental: La Pasión según San Juan, de Bach, junto a la Sinfónica y el Coro Sinfónico Nacional.

Su trabajo con composiciones corales casaba bien con su afinidad por la música sacra, que iba más allá de la partitura. “Soy cristiano, nacido en una familia misionera en Costa Rica, y he pasado toda mi vida buscando la mejor manera de vivir como Cristo. No es fácil en mi mundo musical de élite”, decía en una entrevista de 2017.
“Jesús pasó su vida con los pobres, los enfermos y los oprimidos, no con los ricos. Quizás por eso me siento atraído de nuevo a mis raíces misioneras y soy Director Principal Invitado de la Orquesta Sinfónica Nacional de Costa Rica, en un intento de retribuir”, comentó entonces.