No fueron mis vecinos, pero crecí escuchando las historias de sus tiempos de gloria musical. Ninguno es mi familia directa, pero puedo asegurar que algo de su amor por la música y por nuestro cantón recorre mis venas. Soy alajueliteña a mucha honra, me enorgullece conocer la biografía artística de mi pueblo y quiero compartirla con aquellos que no están tan familiarizados con ella.
El maestro y compositor Víctor Hugo Berrocal (conocido con cariño como Periquín en el gremio musical del país) creó una canción para homenajear a varios de sus amigos artistas. Resulta que esos amigos (y maestros) todos eran vecinos del cantón de Alajuelita; de ahí nació el tema que se hizo famoso en la voz del cantante Antonio Zavala, con la interpretación a ritmo de cumbia por parte de la orquesta Sus Diamantes.
“Todo lo que se relata en la canción es cierto. Fui muy chiquitillo a Alajuelita a visitar al Santo Cristo de Esquipulas. En esos tiempos se acostumbraba a ir de paseo, llevar comida y después de misa ir a la orilla del río Tiribí a almorzar. Cuando me fui a vivir ahí hice la canción y se armó una cosa muy bonita e inesperada porque de verdad todos éramos vecinos. Tocábamos en las procesiones con las cimarronas, hacíamos toques en bailes y conciertos”, dijo Berrocal.
La pieza se convirtió con el paso del tiempo en un himno no oficial del “pueblito pequeñito cerca de la capital”. En su letra se nombra al trío Los Millonarios, Quique Guerrero, Rojitas, Lan Badilla, Otto Vargas , Manuel Rojas, los Umaña y Ricardo Retana. ¿Quiénes son? Aquí se losvamos a contar; pero primero, para dar una pincelada de las raíces del talento alajueliteño, debemos remontarnos muchos años atrás, a la historia de las hermanas Solano Hidalgo.
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Legado. Esperanza, María y Ángela se aventuraron a romper esquemas allá por los años 20 en un lugar humilde en sus aspiraciones económicas, pero con una gran riqueza de tradición, fe y cultura. Tocaban la mandolina, la bandurria y la guitarra, y así formaron el primer trío musical del cantón josefino. La determinación de estas tres mujeres dio paso a una gran herencia artística que, al día de hoy, sigue dando frutos. Así lo escribió el historiador Héctor Rojas Solano en Biografía musical de Alajuelita.
De las Solano Hidalgo hay muchos descendientes. En Alajuelita, como buen pueblo chico, todos se conocen y sus artistas eran hermanos, primos, amigos y demás familiares.
“Hubo un fenómeno interesante y es que el gobierno municipal y algunos dirigentes de muchos años atrás pusieron a disposición de los jóvenes con talento musical la posibilidad de aprender académicamente la música”, afirmó el historiador e investigador musical Mario Zaldívar.
“Esto creó un sentimiento cantonal de motivación y desarrollo. Los artistas trabajaron duro y hubo una cohesión al rededor de ese sentimiento que permitió la salida de figuras muy importantes. El cantón tomó eso como identidad por encima de otras expresiones como la artesanía. Hoy por hoy todavía a los alajueliteños los representa la música”, agregó.
De la lista de músicos que menciona Víctor Hugo en su canción quedan pocos personajes vivos. El tiempo y la vida nos han quitado de la escena a grandiosos talentos, pero ellos se encargaron de dejarnos un importante legado.
Este 2017 trajo dos golpes muy duros para los alajueliteños. Primero, en febrero falleció el gran maestro Otto Vargas, a sus 89 años; luego, el trompetista Carlos Luis Rojas (Rojitas para el pueblo) murió en mayo, a sus 73 años.
Vargas fue reconocido como “hijo predilecto del cantón” en el 2013. Su música traspasó las fronteras locales y de la mano de su orquesta La Fabulosa de Otto Vargas realizó presentaciones en importantes escenarios y compartió con otros grandes como la Billo’s Caracas Boys, La Sonora Santanera, El Gran Combo de Puerto Rico y hasta el guitarrista Carlos Santana. Así, Vargas se convirtió en el más internacional de los músicos alajueliteños.
“Papá era un gran enamorado de esta tierra. Alajuelita era su paraíso. Qué lindo, para nosotros como su familia, saber que sí hay profetas en su tierra, porque en esta tierra lo chinearon mucho, le hicieron homenajes y los alajueliteños en términos generales sentían que Otto Vargas les pertenecía”, comentó el periodista Otto Vargas Masís, hijo del músico.
ARCHIVO: De oficio músico del pueblo
Por su parte, Rojitas también se ganó el amor del público. Era un músico dotado y versátil con la trompeta, instrumento que tocaba. “Desde que nació era músico. Desde chiquitillo el Niño le traía tambores, dulzainas y cosas así. Hacía música con peines y cualquier chunche que hiciera bulla”, contó Ana Rojas, hermana del artista.
A Rojitas se le recuerda también por su extraordinario buen sentido del humor, era un cómico natural. Pero también porque fue parte de agrupaciones que en su época sonaron muy fuerte como Sonora Juvenil, Mariachi Costa Rica, Alfa 7, Nueva Vegetación, Los Presidentes, Sonora Cartagena y Sonora Rítmica Internacional. Rojitas fue alumno del maestro Ricardo Retana.
Antes de ellos, fallecieron el cantante Quique Guerrero (quien también fue alajueliteño por decisión, no por nacimiento) y que engalanaba la orquesta de Otto Vargas con su voz.
Recordamos a Héctor Lan Badilla, excepcional trompetista que durante 25 años fue parte de la selección de don Otto en La Fabulosa y antes de eso, tocó con la famosa orquesta Murillo. También destacó en la formación de la Filarmonía del lugar cuando tenía apenas 12 años (1932).
“No se imagina el orgullo que se siente cuando le dicen a uno: ¿su papá es el que mencionan en la canción de ‘mi cantón, cantón’?”, expresó Héctor Badilla, hijo.
Don Ricardo Retana es sinónimo de alegría y música de tradición, como lo escribió Berrocal. Él y su hermano Miguel Ángel deleitaron por muchos años a los vecinos del cantón con su tradicional y bien afinada (vale decirlo) cimarrona.
Sin embargo, a don Ricardo se le añade algo mucho más importante en su herencia y es que fue el maestro de muchísimos nuevos artistas. De su cantera destacan, por ejemplo, Rojitas y los hermanos Umaña.
Retana fue durante 11 años el director de la Filarmonía y gracias a su trabajo y conocimientos se dedicó a formar jóvenes artistas. “El legado más importante de mi papá fue que enseñó de forma gratuita. Tenía un ojo y un oído especiales para encontrar talentos, era muy estricto, pero lo hacía con mucho amor. Su casita (después de que trabajaba el campo) se convertía en una pequeña escuela musical”, recordó Rodrigo, su hijo.
Los hermanos Umaña: Guillermo y Abilio (fallecido) también fueron dos importantes instrumentistas que formaron parte de la banda de la Fuerza Pública, de la cimarrona de los Retana y diferentes conjuntos nacionales.
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En familia. Manuel Rojas es otro de los dedicados. “Era un gran trompetista y tocó por muchos años en el grupo de Solón Sirias, era como el alma del grupo. Lo admiré demasiado”, afirmó Berrocal.
“Su embocadura y facilidad para leer música le permitieron, siendo un adolescente, ocupar el puesto de primer trompetista en las mejores orquestas del país de su época, citando algunas, Antonio Solís, Gilberto Murillo, Lubín Barahona, Rafa Pérez y Otto Vargas”, se consigna en e libro Biografía musical Alajuelita.
Manuel era hermano del guitarrista Gerardo Lalo Rojas (padre del saxofonista Lalo Rojas) y su pasión por la música la heredaron de su madre.
Lalo llegó a ser parte del trío Los Millonarios, agrupación que se nombra al inicio del tema, pero también tocó y cantó en los tríos Alma de América, Los Universitarios, Los Josefinos y Solón Sirias.
Los Millonarios fueron fundados por Lalo, Talí Gamboa, Alex Gamboa y Sergio Peñaranda. Actualmente, Rojas sigue haciendo música y es el director de la Rondalla de Alajuelita.
Así termina nuestro repaso, un homenaje a un lugar que, a pesar de ser víctima de la inseguridad, ha tratado de mantener su nombre artístico por encima de una fama negativa.
Brindemos en nombre de estos grandes con un buen vaso de chinchiví espumoso y frío. Busque en plataformas digitales algunas de las joyas musicales que nos legaron estos maestros del pueblo al sur de la capital.