Alejandro Fernández es capaz de hacer lo que quiera y su público, enamorado de él apasionadamente, le permite al mexicano jugar con sus sentimientos.
Así fue la noche de este sábado en una intensa jornada de baladas, pop y rancheras que salieron de la garganta del talentoso hijo de Vicente Fernández.
25 años de trayectoria no han pasado en vano. Fernández luce orgulloso su apellido y su dinastía artística, pero ha sabido llevar con más orgullo su nombre propio haciendo gala de la potencia de sus cuerdas vocales. El Anfiteatro Coca-Cola fue testigo fiel de la locura que provoca tanto la sensualidad del charro mexicano, como de las emociones que emanan del alma de sus fans con canciones icónicas como Si tu supieras y No sé olvidar.
Como potro sin domar, así se sentía el ambiente de algarabía y gritos en el Parque Viva, ya que desde que arribó a escena con una elegancia envidiable, Fernández fue todo galantería, gracia y sensualidad durante la primera parte de su espectáculo Rompiendo Fronteras, gira con la que justamente festeja este cuarto de siglo enamorando a miles con su voz.
“Estoy emocionado de estar en mi Costa Rica linda y querida. Lo más importante es que siempre me he llevado un recuerdo increíble de aquí, esta es de las mejores plazas que tengo en Centroamérica”, dijo El Potrillo.
Las pocas, pero sentidas palabras del azteca calaron más en las miles de voces que abarrotaron el recinto y que, obviamente, se desbordaron en piropos para el espigado artista que vistió de traje azul para cantar el set de temas pop y baladas románticas.
A sus 47 años, Alejandro maneja muy bien su papel de galán, pero no por eso deja de lado al artista que corre por sus venas cargadas de sangre Fernández: El Potrillo hizo vibrar el micrófono y los amplificadores con espectaculares interpretaciones de piezas de la talla de Qué voy a hacer sin tu amor y Hoy tengo ganas de ti.
Fue tan enérgico el concierto y había tanto por cantar que casi no hubo tiempo para retomar la respiración entre canción y canción. El artista solo pausaba unos cuantos segundos entre las piezas para volver a empezar a cantar con drásticos cambios de emociones entre los temas que interpretó.
Aunque pueda sonar trillado, el sube y baja emocional extasió a una audiencia rendida ante la calidad del show, que fue más bien recatado visualmente, pero que debía ser así para darle a la voz de Alejandro el protagonismo que se merecía.
El sabor ranchero
Uno de los momentos más emotivos llegó cuando sonaron los guitarrones y las trompetas de los mariachis.
La segunda parte del recital iba a traer a escena la etapa de Fernández que tal vez más lo identifica con su familia. Así, iban a sonar piezas grandes de la música mexicana en la voz de su Potrillo.
Debo decirlo, la quinceañera que se enamoró del compañerito de cole que le cantó en serenata el tema Nube viajera no pudo contener suspiros de emoción cuando el propio Fernández llevó la canción al escenario.
Al igual que yo, estoy segura de que la gran mayoría de los presentes teníamos una historia que nos liga a la carrera de Ale (sí, así con cariño) desde hace ya un buen tiempo.
Él tiene esto muy en claro y por eso se dedicó a hacer un repaso por toda su obra.
Desde discos como Piel de niña (1993) cuyo sencillo Cascos ligeros fue un hit radial, pasando por A corazón abierto (de 2004) con la romantiquisima Me dediqué a perderte, hasta lo más reciente con Sé que te duele, que grabó a dúo con los colombianos de Morat para el disco Rompiendo Fronteras que estrenó el año pasado.
Al cierre de esta edición todavía quedaba mucho por bailar y corear.
Alejandro más que galán con su traje de charro de color gris iba a entonar himnos como Tantita pena, Guadalajara y Mátalas, además de realizarle un homenaje a Vicente.