En el escenario comenzó a sonar una trompeta con una melodía que erizó la piel. Fue el preámbulo perfecto para lo que iba a suceder sobre la tarima unos segundos después. Mariachis elegantes y una banda intensa se fusionaron en la música. Dos estilos: el ranchero y la balada romántica unidos por una sola voz.
Eso es algo que pocos logran con tan buen balance como lo hace Alejandro Fernández. El Potrillo, en su concierto de este viernes por la noche en Costa Rica, dejó muy en claro que él es el representante perfecto del crossover de lo mexicano y lo romántico.
De traje negro, bien mariachi como la sangre Fernández que corre por sus venas: así subió al escenario para ser recibido con una ovación de pie por parte del público que llegó a escucharlo cantar sus éxitos en el show Amor y patria, que lo trajo de nuevo a suelo tico. Visiblemente contento, con una sonrisa que le abarcaba todo el rostro, llevó el charro desde el inicio de su espectáculo, un recital que, como él, fue intenso y fuerte desde la primera canción. Que seas muy feliz fue la elegida para entrar en calor y, como si fuera un buen trago de tequila, pronto las gargantas se calentaron cantando el famoso estribillo.
Pero no era todo lo que tenía preparado El Potrillo; inmediatamente soltó una de sus canciones más queridas: Es la mujer, y ahí ya no hubo nada más que hacer que entregarse desde el corazón para decirle con gritos y aplausos a Alejandro que, aquí en Costa Rica, su música resuena en el palpitar de sus fans.
El mexicano, en respuesta al amor que recibió de la audiencia, fue todo calor y entrega. En Hoy tengo ganas de ti hasta se le vieron los ojos llorosos por la intensidad con la que interpretó la pieza, y así fue viajando entre diferentes emociones que se le notaba que lo embargaban desde la garganta hasta las venas.
Fernández, heredero de uno de los más grandes linajes artísticos mexicanos, demostró con poderío que su apellido se respeta y, en una muestra de orgullo y talento, no fue más que perfección en su espectáculo. Los colores blanco, verde y rojo de su bandera se sintieron a flor de piel gracias a la honra que le dio a la música vernácula de su país.
Y, siguiendo con el gran show que hubo en el Centro de Eventos Pedregal, en Belén, Fernández y sus músicos mostraron la versatilidad que ha marcado su carrera como cantante.
De un momento a otro, se bajó del tren mariachi para tocar las fibras más íntimas del alma con la balada Te voy a perder. ¡Qué momento! La intensidad bajó, más no la adrenalina. Había que ponerle atención a su voz convertida en toda dulzura para cantar.
Fernández por todos los costados
Llevar un apellido de tanto peso e importancia en la música del mundo (porque las rancheras no son solo de México; desde hace mucho le pertenecen a millones) es algo muy grande, y eso Alejandro lo sabe a la perfección. Así que lo da todo con el micrófono en mano para cumplir (con creces) lo que el público exige de él.
Por ese legado que tiene la responsabilidad de perpetuar, es que El Potrillo le rindió un homenaje a Vicente, su padre, uno de los más grandes ídolos de esta música, y con Estos celos, El Rey estuvo presente esta noche en Costa Rica.
Más adelante, una vez más el recuerdo de Vicente, el grande, quien falleció en diciembre del 2021, embargó a los presentes cuando su hijo le dedicó Nube viajera. Sí, a más de uno se le aguaron los ojos y se le encogió el corazón.
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El resto del concierto viajó entre la fortaleza de lo ranchero y la sutileza de las baladas. Fernández, con su gran bagaje, sabe cómo hacer un show balanceado en el que no falte nada de lo que el público espera. Él complace y, de paso, la pasa muy bien en el escenario; se le notó.
Tantita pena, Decepciones y Me haces tanto bien, fueron parte de la lista de canciones. Durante toda la velada, Fernández se mostró romántico, sensual, tiró besos y hasta fue divertido. Realmente, fue una muy buena noche para él y para los ticos que se juntaron a escucharlo cantar.
Otro momento de pieles erizadas (como si durante la jornada hubieran hecho falta) fue cuando el mexicano interpretó un popurrí de Qué voy a hacer con mi amor y Qué lástima, dos de sus más grandes éxitos. Ya eso son palabras mayores.
El artista siguió con un repertorio que todo apunta a que fue bien estudiado para que sus seguidores ticos disfrutaran al máximo del show. Sé que te duele, Felicidades (que grabó con Grupo Firme), Si tú supieras, No sé olvidar, Me dediqué a perderte, Canta corazón, Se me va la voz... Hubo de todo para todos los gustos.
“Qué bonito público”, dijo en una de sus muchas intervenciones, agradeciendo por la buena vibra que llegó desde la audiencia. Sí, las casi 8.000 personas presentes en Pedregal (según datos de la organización) gozaron de principio a fin.
Alejandro se despidió a eso de las 9:40 p. m., pero no se iba a ir tan fácilmente. Los ticos no lo iban a permitir.
Los gritos de “¡Otra, otra!” llenaron el recinto y el charro volvió a escena para cantar Caballero, Como quien pierde una estrella, Pero al gran Vicente había que darle más amor, así que su orgulloso hijo interpretó De qué manera te olvido, Volver, volver y El rey.
Y así dijo adiós Alejandro, El Potrillo, el hijo de don Vicente, el que lleva con pundonor la voz, la herencia, la pasión y el orgullo.
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