Ni la lluvia ni el frío se interpusieron para que Beenie Man pusiera a bailar al público de Palmares por dos horas seguidas.
El jueves 18 de enero por la noche, el cantante jamaiquino regresó al país para recordarles por qué es reconocido en todo el mundo como el Rey del Dancehall.
Este ritmo de origen jamaiquino toma vida en la banda musical de Beenie Man: un cuarteto de músicos también caribeños acompaña al artista y le da forma a las ocurrencias de Beenie Man en el escenario.
Abarrotado
Una lluvia intermitente y la música de los DJ del colectivo Fyah Red recibió al público de la Barra Imperial a eso de las 9 p. m. DJ Fred y DJ Become se encargaron de mantener al público entretenido, moviendo la cadera de esa forma que solo se puede con el dancehall.
Ellos pusieron temas como Gyal You a Party Animal, de Charly Black, Shape of You, de Ed Sheeran, Fever, de Vybz Kartel y No Games, de Serani, todos coreados y bailados por el público.
La barra, recinto con capacidad para 6.500 personas, lucía abarrotada. El público en general estaba despreocupado por la lluvia, que no era suficiente para arruinar la fiesta.
A las 11 p. m., la banda de Beenie Man ingresó al escenario para afinar los últimos detalles y cinco minutos después, empezó a tocar un popurrí instrumental de algunas de las canciones más famosas del jamaiquino.
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Del escenario brotaban llamas y pronto Beenie Man entró al escenario con toda su energía.
Director de la fiesta
Beenie Man inició con Bad Man, tema que fue recibido entre gritos y aplausos del público. Cada tanto Beenie Man detenía a su banda para cantar un par de palabras y luego hacía una seña que desataba todo el poder del conjunto.
Sin detenerse una sola vez, la banda pasó directo a las canciones Romie y Girls Dem Sugah, dos temas que independientemente de gustos, todos hemos oído.
La reacción fue en masa, todo el mundo saltaba, cantaba y grababa videos de la gran fiesta que estaban viviendo.
El grupo interpretó también éxitos como Tell me, Miss L.A.P., además de temas prestados como Nuthin No Go So y el soca Feeling Hot Hot Hot.
En medio de tantas canciones populares y tanta energía, era claro que quien lo hacía todo posible era Beenie Man.
Con su micrófono como batuta dirigía al público y la banda a su antojo, usando apenas pocas palabras o gestos para que todos le respondieran. La impresión de un solo hombre dirigiendo unas 6.000 personas -poniéndolos a saltar y alzar los brazos- era acompañada de sus propios pasos de baile.
Beenie Man movía las caderas tanto como la audiencia y se paseaba bailando y cantando por todo el escenario temas como Murder She Wrote y Dancehall Queen por todo el escenario.
Cumplida la hora de concierto la banda comenzó a tocar la canción Dude, otro clásico de su repertorio. Para ese momento la lluvia se había esfumado, y no daba señas de regresar; era más probable empaparse con sudor ajeno.
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El público, eso sí, no paraba de bailar con intensidad. El área frente al escenario se despejó un poco y eso permitió que varias muchachas se apoyaran en las barras de seguridad para bailar e incluso de acercaran a darle la mano Beenie Man.
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Despedida
Luego interpretó otros dos temas infalibles con el público: King of The Dancehall, Hmm Hmm y One Girl.
Después de esas canciones, con 75 intensos minutos de concierto, fue la primera ocasión en la que se tomó una pausa para hablar al público.
“Ustedes hablan poco inglés y yo hablo poquito español… Puedo decir: 'hola'; puedo decir: 'gracias', pero sobre todo quiero decir I love you Costa Rica!”, expresó el vocalista. La reacción del público fue tan cariñosa como su gesto.
Mientras la música se iba reanudado poco a poco -primero la percusión y teclados y luego el bajo y la guitarra-, Beenie Man se dedicó a secarse el sudor con algunos paños y a regalarlos al público.
El final estaba cerca, y el artista lo hizo a lo grande; no podía ser de otra manera. Empezó con I’m Drinking (Rum & Red Bull), tema que aprovechó para improvisar algunas rimas y luego finalizó con Redemption Song, sí, el tema clásico de Bob Marley.
Todo el público quedó perplejo con el abrupto cambio, pero se dejaron llevar por las inmortales palabras del tema. Beenie dejó de comandar al público y simplemente se dedicó a recorrer el escenario cantando y a sonreír como si no hubiera un mañana.
Tras dos horas de concierto, el jamaiquino se despidió. Sin tener que decirlo, dejó en claro que su lazo con Costa Rica, quedó más fuerte que nunca.
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