Beyoncé, tejana criada por una madre de Luisiana y un padre de Alabama, se ha lanzado de lleno al género country en su último álbum, una iniciativa que ha ampliado el debate sobre la larga historia de los artistas negros en los espacios de la música country y la persistente reacción de los guardianes blancos.
Cowboy Carter, el segundo acto de la trilogía Renaissance de Beyoncé, ya está disponible para el mundo. En esta producción, la megaestrella de 42 años le hace un homenaje a Dolly Parton al interpretar el clásico Jolene, pero también versiona el clásico del White Album de Paul McCartney, Blackbiird, que estiliza con una doble “i”.
McCartney compuso la canción en 1968 sobre los Nueve de Little Rock, nueve adolescentes negros que se convirtieron en iconos del Movimiento por los Derechos Civiles al ser los primeros en entrar en un instituto de Arkansas oficialmente reservado a los blancos, abriendo paso a la desegregación en el sur de Estados Unidos.
Cuando Beyoncé anunció su próximo álbum y lanzó dos singles iniciales, Parton se deshizo en elogios: “Soy una gran admiradora de Beyoncé y estoy muy contenta de que haya hecho un álbum country”, declaró la cantante.
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Tanner Adell y Willie Jones también participan como invitados en Cowboy Carter, al igual que Miley Cyrus y Post Malone.
El camino de Beyoncé hasta Cowboy Carter
Consumada estudiante de musicología, Beyoncé publicó en 2022 el primer acto de Renaissance, una colección de temas con raíces en la historia de la música disco, que ponía de relieve a las comunidades negra, queer y de clase trabajadora que moldearon la música electrónica y el house.
Está claro que está haciendo el mismo esfuerzo en Cowboy Carter, invitando a colaboradores para hacer una declaración sobre la rica historia del country y la escena contemporánea.
Este proyecto de Beyoncé ha puesto de relieve tanto la larga historia de los artistas negros en este tipo de música como los esfuerzos por cambiar el relato de la industria dominada por blancos y hombres, para crear un Nashville más inclusivo.
Grabó los primeros singles del álbum, Texas Hold ‘Em y 16 Carriages, con músicos célebres, como Rhiannon Giddens en el banjo y la viola.
“Mi esperanza es que, dentro de unos años, la mención de la raza de un artista, en lo que se refiere al lanzamiento de géneros musicales, sea irrelevante”, declaró Beyoncé recientemente.
Cowboy Carter es una muestra palpable de cuánto puede reverdecer la música cuando se sale de las polvorientas restricciones del género.
Beyoncé esquiva hábilmente a los críticos: algunos guardianes de la música country de Nashville que han tratado por mucho tiempo promover una idea rígida del género dentro de una dimensión abrumadoramente blanca y masculina, tanto lírica como musicalmente.
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La megaestrella guía a los oyentes a lo largo de la evolución del country, en un viaje desde los sonidos espirituales afroamericanos y las notas de violín hasta sus mujeres pioneras, como en la colaboración de Linda Martell, y luego proyecta una visión de futuro.
Si bien ofrece una lección de historia, Cowboy Carter es en esencia un manifiesto que se decanta hacia la libertad de dejarse llevar.
En medio del frenesí, Beyoncé ofrece conmovedores retratos sobre la maternidad, celebraciones al sexo y al amor, e incluso una fantasía de asesinato por venganza.
En pocas palabras, el álbum es épico, fresco y, potencialmente, revelador.