Cuando se ha esperado tanto para una cita, los minutos antes de la hora convenida ¡estorban! Así que Andrés Calamaro dio el apresurado primer paso para verse cara a cara con Costa Rica. Y a las 7.58 p. m., dos minutos antes de lo convenido, se apareció en el escenario.
Fue con un versión a lo Calamaro del clásico Stand By Me lo que este Salmón, que sí habla, ofreció a un Palacio de los Deportes que se iba creciendo en asistencia conforme pasaban Los divinos. Este fue el segundo tema que el argentino se sacaba de entre pecho y espalda; se notaba, con todas las ganas.
Como en Los divinos , el cántaro se rompía: solo que en Heredia, en lugar de ausencia de monedas, salía un Calamaro al que todo el mundo le daba bola. El destino, que escribe las historias cómo le da la gana y sin preguntarle a nadie, parece que lo había planeado así: que Costa Rica se esperara 32 años para ver en carne y hueso a Andrés Calamaro, prolífero y abundante.
Un Palacio de los Deportes ya con su parte baja casi llena le aplaudió a rabiar tras su versión del tema de Los Rolling Stones, Jumping Jack Flash, al que le pegó una parte de su clásico, emblemático y umbilical: El Salmón.
Luego vino Mi rock perdido, Carnaval de Brasil y Revolución turra. Y sus seguidores, que ya sabemos tenían sus buenas razones para hervir de hambre... hambre de Salmón, lo premiaban con coros de “¡Andrés, Andrés!”
Desde 1978 andaba Calamaro tirándole a la música con el grupo de latin jazz Raíces y para aquel primer disco de su vida, el B.O.V. Dombe, Tiquicia ni se imaginaba que crecería El Salmón y que, algún día, buenas aguas lo traerían por esta Costa que es Rica.
No llegó por estos rumbos ni con Los Abuelos de la Nada ni con Los Rodríguez pero se apareció ¡al fin! con On the Rock, ese disco que es el número 37 en su discografía.
Dar todo Con aquellas primeras cinco canciones, apenas comenzaba todo anoche. Canción a canción, el Palacio de los Deportes, por sus gritos, parecía que le quería más, un poco más, mucho más.
La sexta entrega fue un regalito para sus más fieles seguidores porque del disco Alta suciedad llegó Nunca es igual, a la cual le cosió de forma fina Get up, Stand up, del siempre querido Bob Marley.
Esa era su parte reggae porque dentro de Calamaro hay muchos Calamaros: el roquero, el jazzista, el que le entra a la cumbia, el que aborda el tango y hasta aquel que no le saca el cuerpo al rapeo.
Es que El Salmón es un género en sí mismo. Lo de anoche fue una lección de ‘Calamarrock’.
Más duele y Out Put in Put sacaron lo más eléctrico de Calamaro y de su banda, donde figura en el bajo Andy Caramelo, quien produjo con El Salmón su On the Rock.
Comida china, Todos se van (de su nuevo disco) se dejaron escuchar y, entonces, llegó una frase que conmovió al gentío.
“Cuando venía para acá iba a pasar a comprar un diccionario para poder decirles lo que siento al estar tocando aquí, al estar frente a ustedes. Muchas gracias”, dijo Calamaro y el Palacio le retribuyó con un grito arrasador como marejada.
Tras de eso había que brindar y qué mejor que Mi Gin Tonic y después All You Need is Pop, a la cual le pegó un fragmento de Walking On the Moon. No podía quedarse Calamaro sin guiñarle el ojo a The Police y al mismo Sting.
Mi enfermedad fue lo siguiente y, de seguido, vino un disparo al corazón: Todavía una canción de amor. Esa canción... duele.
Para seguir se apareció y, al terminar ese tema, Calamaro dijo: “Les vamos a estrenar una canción” y tocó Me envenenaste –del nuevo disco On the Rock–.
Hizo un brindis y afirmó: “Vamos a volver, volver, volver a los brazos pura vida de Costa Rica”. Y se puso ranchero Calamaro, como para seguir demostrando que en él hay espacio para todos los géneros y tocó esa ranchera creada por el mexicano José Alfredo Jiménez: Te solté la rienda, y que también incluyó en su On the Rock.
Y así, al cierre de esta edición y cuando eran las 9:20 p. m., aún quedaba Andrés Calamaro para rato en el Palacio de los Deportes.
Colaboró en esta cobertura Yendry Miranda, periodista.