Carlos Rivera es uno de esos artistas que lo tienen todo. Él no solo canta, sino que baila, tiene un carisma que hechiza a cualquiera y unas fanáticas de esas que son gritonas y que cualquiera desea.
Él es algo así como el Chayanne de los millennials, que con una sonrisa pícara seduce a quien tiene al frente, y la noche de este sábado 15 de abril, el Estadio Nacional fue testigo de ello.
Pasadas las 7 p. m., el recinto, que estaba lleno en su gran mayoría de mujeres, estaba listo para presenciar a un artista que se entrega a sus fans, les entrega su corazón y les trata de agradecer en cada momento de todas las formas que puede.
Las luces se apagaron y en la oscuridad se escuchó la voz del cantante.
“Estimados pasajeros: les habla su capitán Carlos Rivera. Gracias por acompañarme en este viaje. Disfruten el vuelo”, pronunció adelantando que llevaría a su público a descubrir el mundo con él.
Entre gritos eufóricos y aplausos, el cantante mexicano salió a escena, como era de esperarse, vestido de capitán para interpretar Un viaje a todas partes.
Pero la interrogante era: ¿Adónde nos iba a llevar Carlos?
Eso era todo un misterio, pues Costa Rica fue el país que el artista eligió para iniciar su gira internacional “Un tour a todas partes”, así que los ticos iban a ser sus primeros pasajeros.
“Qué emoción estar aquí, en esta tierra bendita. Te traigo unas ganas, Costa Rica. Hoy te pertenezco a ti. Este es tu show”, dijo antes de confirmar que la primera parada iba a ser México.
El paseo por tierras aztecas arrancó con Escapémonos y 100 años y el público estaba disfrutando el viaje, pues no dejaban de fotografiar el escenario… o más bien, al capitán.
Como buen mexicano, Carlos hizo una pausa para brindar con sus fanáticas, quienes alzaban y movían carteles con desesperación para que el cantante los leyera. A dos de ellas la estrategia les funcionó y fueron “las afortunadas” de la noche, pues el cantante leyó sus pancartas y les regaló un trago de su mezcal Santo Gusano.
El paseo por México continuó con Ya no vives en mí y terminó con Recuérdame, tema en el que además mostró fotografías de seres queridos que los ticos le enviaron al artista para este show.
La siguiente parada no fue en un país, sino en el frío, el invierno. Esta estación incluyó temas como Luna del cielo, El hubiera no existe y Sería más fácil.
“De todos los boletos que podemos comprar, el pasado es para el único destino que no podemos comprar tiquetes para visitar a esas personas que no están aquí” afirmó.
El cantante procedió a contarle a los ticos que su papá falleció hace siete meses. “Me di cuenta que la vida también te puede romper el corazón”, compartió.
Y entonces comenzó a sonar Digan lo que digan.
De pronto, el cantante tuvo que detener el concierto debido a un pequeño percance.
“Se me rompió el zíper del pantalón y así no puedo seguir, ¿qué va a decir la gente? Denme un segundo, porque así no puedo cantar”, dijo apenado ante una ola de gritos ensordecedores.
A su regreso, cantó Que lo nuestro se quede nuestro, uno de los mayores éxitos de su carrera.
En ese momento, bailarinas vestidas con trajes de flamenco tomaron el escenario para confirmar que ahora estábamos en España.
Alguien me espera en Madrid, Déjame amarte y Regrésame mi corazón forman parte de este corto pero provechoso paseo por tierras europeas.
Y es que hay que decirlo: Carlos Rivera sabe cómo hacer para que el escenario sea un completo espectáculo: bailarines, músicos, luces y muchos colores.
El siguiente destino fue lo más íntimo de su corazón. Descalzo, sentado en una grada del escenario y vestido con una camisa blanca y un pantalón de mezclilla, presentó temas como Si te vas, Sincerándome y Gracias a ti.
Continuó con Siempre estaré aquí, canción que narraba el inicio de su sueño de artista, mientras en las pantallas se reflejaba un álbum de fotos en el que mostraba recuerdos desde su infancia.
Multifacético
Carlos Rivera sabe cómo pasar de ser un romántico cortavenas, a armar un carnaval en pleno Estadio Nacional.
La siguiente parada del tour fue nada más y nada menos que Brasil, arrancó con el tema Bendita la vida.
Como era una fiesta, el cantante decidió subir a siete fanáticas al escenario, entre ellas una niña de siete años, una sobreviviente de cáncer, una nicaragüense y una esposa que se le escapó a su marido (al menos eso decía la pancarta que llevaba).
El cantante las presentó en el escenario, las abrazó, bailó con ellas y les aceptó sus regalos, que incluían un mameluco y unos zapatos para León, su bebé en camino.
Mientras tanto, abajo pancartas con mensajes como: “Cantemos juntos”, “Eres inspiración”, “Tengo 78 y muero por un abrazo tuyo”, “Eres mi regalo de cumple” y “Puedo ser tu comadre, ama de llaves y niñera de León”, se movían de un lado a otro al ritmo de Amo mi locura.
De nuevo, el capitán de este concierto anunciaba que el siguiente destino estaba en el continente europeo. Se trataba de París, en el que sonaron temas como Empieza por mi boca, Solo tú y Fascinación.
“Esto está cada vez más fuerte. Yo creo que debemos parar aquí”, dijo entre risas el cantante; mientras un “no” en coro le respondió de inmediato y con vehemencia.
Y durante Otras vidas llegó el turno de la kiss cam, en la que las parejas tenían que darse un beso si aparecían en las pantallas ubicadas en el escenario. Los gritos y los aplausos del público mientras los enamorados se besaban, eran como un tipo de celebración al amor.
Luego empezó a sonar La carta, canción que hizo de las suyas, pues hasta dos propuestas de matrimonio hubo cuando Carlos cantaba.
“Espero que haya dicho que sí”, dijo el cantante, quien se percató de los pedidos de mano.
El viaje comandado por Carlos Rivera estaba llegando a su final, pero antes de despedirse tras tres horas de concierto el mexicano interpretó sus éxitos Me muero y cerró la noche con Te soñé.
Con una bandera combinada de Costa Rica y México, el cantante finalmente se despidió agradeciendo, una vez más, al público tico, a ese que envidia por su café.