Son pocos los artistas que en la actualidad tienen el don de haber construido una carrera capaz de trascender distintas generaciones, logrando reunir bajo un mismo tiempo y espacio a un grupo de fanáticos tan heterogéneo, pero cuyo hilo de unión entre ellos sea la música, el más universal de los idiomas.
El colombiano Carlos Vives puede darse ese lujo, luego de casi 37 años de trayectoria artística, con los que sigue confirmando que cumple con su labor de conquistar a sus fanáticos, especialmente, cuando lo hace en vivo, sobre un escenario. Es precisamente en este espacio donde el cantante es capaz de darle rienda suelta a esa energía frenética y contagiosa que caracteriza sus shows.
Así quedó demostrado este sábado, cuando el artista fue el principal protagonista de un concierto en el que compartió tarima con la agrupación Bacilos, quien también supo echarse a la bolsa a las 10.000 personas, según la productora Jogo, que asistieron al Centro de Eventos Pedregal para cantar y bailar al ritmo del vallenato y de la cumbia.
Puntualmente, Vives salió al escenario a las 11 p. m., en medio de los gritos y aplausos de un público deseoso de disfrutar de sus éxitos, pero que, al inicio, no pudo hacerlo por problemas con el sonido, que hizo que el espectáculo se detuviera en varios momentos, mientras el cantante intentaba resolverlo con su equipo de trabajo.
Visiblemente incómodo, pero con la energía al tope, el colombiano interpretó los primeros temas de la noche: Pa’ Mayté, Déjame entrar y Carito, siendo este último interrumpido por los gritos de “no se oye” por parte del público. Sin embargo, el cantante no estaba dispuesto a ceder en su propósito por hacer de esa noche un recuerdo inolvidable.
Y es que si algo tiene Vives en exceso, además de talento, es carisma, la misma que utilizó para lograr mantener al máximo el ánimo de sus fans durante más de hora y media de concierto. A esto se suma también la complicidad de su banda, de la cual ha hecho su mejor aliada en esto de inyectarle energía y felicidad a los asistentes.
“Tenemos que aprender tanto de ustedes, Costa Rica. Así que quiero darles las gracias por permitirnos estar aquí, esta noche, para compartir con todos un poco de nuestra música colombiana”, expresó mientras mostraba en sus manos las banderas de Colombia y Costa Rica unidas por la palabra amor.
Este sería el preámbulo para interpretar Fruta fresca, una de las canciones más coreadas de la noche, y que fue la excusa perfecta para que su inseparable acordeonista, Egidio Cuadrado, demostrara su amplio dominio en este instrumento musical.
Vives lo tiene claro: cada uno de los músicos de su banda, además de las dos coristas que lo acompañan, son parte esencial para que el espectáculo sea intenso de principio a fin. No en vano los hace partícipes en canciones como Nota de amor, cuya versión original interpreta con Wisin y Daddy Yankee.
Uno de los momentos clímax llegaría con La tierra del olvido, uno de los temas más emblemáticos de su carrera, y en el que invitó al vocalista de Bacilos, Jorge Villamizar, a que lo acompañara en el escenario, al mismo tiempo que le dedicaba la letra a los “hermanos venezolanos, colombianos y nicaragüenses” que llegaron a acompañarlo.
Esa capacidad de “hermanar a los pueblos” fue lo que más alabó Claudia González, una señora de 72 años que asistió al concierto en compañía de su hija Carla, de 48 años, y dos nietos, Luis y Alejandra Camacho, de 22 y 20 años, respectivamente. Para esta mujer herediana, que fue complacida el sábado con el tema La gota fría, aseguró que la música del Caribe colombiano es capaz de despertar todo tipo de emociones.
“No existe otro artista que los cuatro disfrutemos como Carlos Vives. A mí me gusta desde que cantaba Fruta fresca, lo que le pasó también a mi hija. Con mis nietos fue algo que me sorprendió, porque nunca me imaginé compartir con ellos este gusto musical y estar aquí hoy con ellos”, comentó entre risas González, cuyos nietos fueron quienes la invitaron al concierto.
La parada del Vives Tour 2019 en Costa Rica llegaba a su fin con temas como El rock de mi pueblo, además de La bicicleta, que interpreta el artista junto a su compatriota Shakira. El broche de oro para una noche llena de celebración y nostalgia, para algunos, fue Robarte un beso, canción con la que el colombiano selló un pacto de un pronto reencuentro en suelo nacional con sus seguidores.
Para el recuerdo
La agrupación Bacilos fue la encargada de ir calentando el ambiente en Pedregal, cuando salió al escenario a las 9 p. m., encabezada por su vocalista Jorge Villamizar. Al ritmo de Pasos de gigantes, la banda dio por inaugurado su espectáculo.
“Costa Rica, la verdad es que jamás tendremos cómo agradecerles que le hayan abierto las puertas de su hermoso país a tantos compatriotas todos estos años. Bacilos espera recompensarlos con una noche llena de buena música colombiana”, dijo Villamizar.
Durante una hora, el grupo hizo un repaso por sus más importantes éxitos, entre los que destacaron Tabaco y Chanel, además de Caraluna. Su repertorio también incluyó canciones como Yo no sé mañana, interpretada por el salsero Luis Enrique y escrita por Villamizar, además de Un montón de estrellas, de Polo Montañez.
El cierre llegó con Mi primer millón, el sencillo que lanzó a Bacilos a la fama en el año 2002, y que aún hoy, 17 años después, sigue encendiendo los ánimos del público.