Primer acto. Telón abajo, emociones al tope. El maestro de ceremonias trató de calmar las ansias con una entretenida y dulce presentación. Subido en una bicicleta miniatura, hizo malabares. El público lo agradeció.
Segundo acto. Música circense. La voz de Ricardo Arjona se manifestó en el fondo mas su espigada figura no se podía ver por ningún lado del escenario. Circo Soledad, la canción, sonó acompañada del grito ensordecedor de un estadio Ricardo Saprissa lleno a tope.
El telón de color rojo y blanco seguía abajo. Más emoción, esta vez con ansiedad. Más gritos, más pasión. Miles de celulares apuntando con sus cámaras peligrosamente a la tarima. Nada de Ricardo.
Tercer acto. Telón al suelo. Siempre sorpresivo, como cada vez que se presenta en su querida Costa Rica, Arjona comenzó a dar a cuentagotas su voz. Las notas de Ella, canción más que apreciada por los ticos, sonaron y las voces de su fanaticada se unieron para entonar la pieza junto a él.
Tan alto como es, con la guitarra en mano, salió de una especie de caja de sorpresas que adornaba el escenario de su Circo Soledad que, la noche de este viernes 26 de enero fue todo menos solitario. Como él mismo lo dijo realmente no estaba tan solo.
Arjona sabe cómo reinventarse en cada gira que realiza. El artista chapín se desvive porque sus espectáculos sean de calidad, pero cabe decir que en esta ocasión no se dejó nada guardado.
El montaje de Circo Soledad, gira con la cual promociona el disco número 16 de su carrera, cumplió con creces lo que se dice en medios y lo que el mismo Ricardo ha contado: hay magia, hay pasión, detalles, fantasía, música y mucho, muchísimo amor.
El guatemalteco llevó a su público por un viaje de romance y de rimas gracias a una veintena de canciones que soltó acompañado por grandes músicos. Hubo espacio para todo: para lo nuevo y para lo más viejito.
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Con una buena dosis de energía, como siempre, Ricardo recorrió una y otra y otra vez el escenario conversando con sus seguidores, dedicando canciones y hasta interactuando con el público. Preguntó qué era un aprete, le cantó Desnuda a una mujer que grababa con su teléfono cada paso que daba. En fin, este acto del circo de Arjona, pasó a ser más que íntimo.
Cuarto acto. Palabras en complicidad. "Cada vez que vuelvo me lleno de ganas de agradecer, de recordar lo que hicimos juntos. Estar aquí, a como está la cosa allí afuera, es un acto de buena voluntad, un acto solemne de vida", dijo.
No es por nada que hizo este comentario, su relación con nuestro país data de muchísimos años atrás, cuando incluso no era cantante, sino un joven deportista que se enamoró de una tica. De eso hay pasado quién sabe cuántas décadas, pero el cariño cada vez se hace más grande, es recíproco.
Las canciones. Con un montaje extraordinario, un juego de luces envidiable, proyecciones de alta calidad y en tercera dimensión las piezas de Arjona estuvieron muy bien acompañadas.
Con un fondo de color rojo, mientras una bailarina hacía sensuales movimientos al ritmo de un violín sonó Acompáñame a estar solo. Antes de eso cantó El problema y Tarde, luego llegaron Lo poco que tengo, Realmente no estoy tan solo y Porque puedo.
Quinto acto. ¡Qué emotivo! Las canciones, Ricardo y su público eran uno, pero en el escenario había más para ver. Sin que el espectáculo musical le quitara el protagonismo al circense, ni viceversa, el desarrollo fue impactante.
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Historia de taxi, como es costumbre, fue una de las más esperadas y aplaudidas. Ricardo lo sabe y le da su lugar especial a uno de sus temas más famosos. En escena, cantante y corista hicieron pareja, junto a ellos un acróbata dentro de un aro de hierro hacía de las suyas.
Con las primeras notas de Apnea cayeron del techo unas telas, en ellas se deslizaba delicadamente la bailarina costarricense Nicole Carvajal. Un momento sublime del show, las palabras se quedan cortas para describir la hermosura y lo apasionante de esos minutos en los cuales tica y chapín fueron uno solo en tarima.
Último acto. Energía. Con Si el norte fuera el sur, Cuándo, Cómo duele, malabarismo, baile tap y pasiones desbordadas fue el cierre. Hubo hasta chande de mandar al carajo a Donald Trump, en un concierto de Arjona no podía faltar el toque de crítica social en medio del derroche de romanticismo.
Uno de los momentos más esperados de la noche fue cuando la trompeta de Señora de las cuatro décadas calentó más la atención. Arjona escogió a una señora que estaba en lo más alto del estadio, en sol sur, allá donde casi no se ve bien, pero se sentía a flor de piel el calor del guatemalteco, para cantarle el tema. Tardó, pero Gisela llegó a escena, se fundió en un profundo abrazo con el artista. Cumplió su sueño y el de muchas.
Complacencias. Ricardo se dedicó un buen tiempo a cantar lo que el público le pidió: Nada es como tú, Quién diría, La mujer que no soñé jamás, Mi primera vez, Se nos muere el amor.
El adiós. Ricardo salió del escenario para volver casi de inmediato tras la petición de sus fans, Minutos fue la primera canción de despedida. Salió y volvió a regresar, obviamente la última pieza tenía que ser Mujeres. Tras una ovación y mucho cariño se despidió por última vez.
Previo a que la locura por Arjona se destara en el escenario estuvieron los costarricenses de Suite Doble (Marta Fonseca y Bernal Villegas), quienes hicieron un recorrido por su obra original. También se presentó el argentino Maxi Pardo quien calentó el ambiente a las primeras personas que estaban en el estadio.