La música también puede ser un destino manifiesto. Cuando Keren Padilla habla sobre su vida y el canto, todo parece ser hilvanado por una fuerza más allá de lo conocido, a lo que ella se limita a decir “que esto era lo que estaba destinado para mí”.
El fin de semana pasado en un concierto especial, un par de notas en el piano antecedieron la poderosa entrada de Padilla, quien miró profundo a la audiencia, sonrío, y soltó las exigentes notas del aria Quando men vo, de la ópera La bohème.
Por eso no es en vano cuando dice que es una intérprete histriónica, lo cual le hizo pensar que su vida entera ocurriría desde el registro de una mezzosoprano. De esa vida pasaron más de 15 años, pero desde el 2018 la música hizo que su día a día cambiara, cuando descubrió que su voz le pedía un cambio de cuerda hacia la tesitura de soprano. En una historia que se construye con luces, Padilla relata cómo se vive una transformación de cuerdas vocales.
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Cambio de voz y cambio de vida
De la misma manera en que alguien se sorprende cuando se mira al espejo, Keren Padilla se asombró cuando un día de su adolescencia le puso atención a su voz. Supo que quería ser cantante; no sabía de qué, pero confiaba en que el camino se dictara por cuenta propia.
Una vez terminada la secundaria, Padilla partió hacia Sudamérica para internarse en la Escuela de Música de Perú, donde estudiaría para ser cantante. Bastó acercarse a la conocida partitura de la ópera Carmen de Georges Bizet para enterarse que su camino sería la lírica.
“Me impactó demasiado y supe que quería dedicarme a la ópera. Me comenzó esa manía por averiguar sobre más y más obras y ahí tuve que enfocarme en buscar cuál era mi voz”, recuerda la cantante.
Los maestros de la escuela de música aparecieron para guiarla en el camino, con un consenso casi absoluto: la voz de Padilla parecía destinada a especializarla como mezzosoprano, tesitura media que se encuentra debajo de la soprano y por encima de la contralto.
“Pero yo me sentía distinta. Me encantaba ser mezzo porque eso iba mucho con lo que requieren sus personajes: ser extrovertidos, muy histriónicos... Suelen ser brujas, femme fatales, personajes que me encantan. Pero yo sabía que había algo extraño en mí”, rememora.
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La sospecha no tuvo espacio y sus 15 años de vida en Perú, más otro par de años en su regreso a Costa Rica, la hicieron conocerse por su tesitura como mezzosoprano. Aún así, seguía con dudas y para resolver su crisis decidió encerrarse en su casa por más de un año para escuchar su voz y averiguar qué se le estaba escondiendo.
“No es algo que recomiendo”, dice entre risas, “pero estar sola me ayudo a saber que había algo más. Fue frustrante porque el año pasado me di cuenta que ya debía dejar de ser mezzo; que debía cambiar mi voz para ser soprano ahora con 32 años, algo que no iba a ser sencillo”.
En su soledad, Padilla quiso buscar la recomendación de un viejo conocido: el barítono José Arturo Chacón. Lo buscó como colega y acabó como su maestro, tras una conversación que le confirmó lo que tanto creía.
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“Sí, mi voz siempre fue de soprano. Sabía que lo mío era permanecer en las notas altas, por más que me encantara todo lo que ofrece ser mezzo. Necesitaba que alguien me lo dijera”, dice. Eso implicó un año completo en aprender la técnica y ahora se encuentra montando repertorio para su nueva tesitura.
En octubre pasado, Padilla se bautizó como soprano. En un concierto en el Salón Dorado del Museo de Arte Costarricense, la cantante llenó el salón para debutar en su nueva tesitura.
Aunque no puede revelar detalles, Padilla se prepara para un montaje internacional del próximo año, además de un concierto especial de temas operísticos. Mientras el momento llega, Padilla escribe una suerte de diario en el sitio kerenpadilla.com, confiando en que las cuerdas vocales le direccionen su destino.