No siempre lo que mal comienza, mal termina. El viejo adagio no aplica cuando un público entero está ansioso por revivir una época de oro de la música costarricense.
El sábado, la fila para ingresar al concierto ¿Y por qué no? se hacía larga en el Centro de Convenciones Pedregal (San Antonio de Belén), recinto que no solo albergaba esta presentación, sino también un baile de graduación y una boda.
Aunque se esperaba que el espectáculo diera inicio a las 7 p. m., 20 minutos más tarde trascendió que ni siquiera el director de la agrupación musical había logrado ingresar al lugar debido a la presa.
Entretanto, los encargados de acomodar a la gente en las mesas parecían estar pasándola peor que el director del grupo, pues debían asignar –según su criterio– nuevos asientos a quienes iban llegando.
“Es que como casi no se vendió, no se ocupó la parte de atrás. A ustedes les hubiera tocado allá, pero más bien los vamos a sentar más adelante”, le dijo una de las encargadas de la organización a una pareja.
Mientras Viva le consultaba al productor Marvin Córdoba la razón por la cual se habían colocado mesas solo en uno de los dos salones alquilados para el concierto, uno de los empleados de la organización se le acercó para avisarle que había un problema con las mesas. “Pero, ¿cómo? ¿Dónde están las mesas? ¡Si es un evento que se había organizado para más de 1.500 personas!”, exclamó Córdoba.
Minutos después, ocurrió lo que ya para entonces era inevitable: decenas de personas estaban agrupadas frente al escenario porque sus mesas habían sido asignadas a otras personas, el salón ya estaba lleno y no tenían dónde sentarse.
Gritos iban y gritos venían entre algunos miembros de la producción y los asistentes que reclamaban por los espacios por los cuales habían pagado y que, incluso, subieron en dos ocasiones a la tarima y frustraron los intentos de Vía Libre por comenzar el espectáculo musical.
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“Nosotros compramos una mesa de 10 y pagamos ¢350.000. Ahora llegamos y hay cinco personas sentadas que no se quieren quitar porque dicen que ahí los ubicaron”, dijo, con suma molestia, Cecilia Vaglio, la mujer que se animó a subirse al escenario, arrebatar el micrófono y dejar en evidencia los errores de la organización del concierto.
Con sudor en el rostro, Córdoba comenzó a firmar las entradas de quienes exigían la devolución del dinero, con la promesa del reintegro durante este lunes. Algunos asistentes se marcharon del lugar.
Ayer se intentó localizar a la directora de Apoyo al Consumidor, Cinthya Zapata, pero tras varias llamadas a su celular, no fue posible obtener su reacción.
Tras bastidores. Aunque todo era tensión e incertidumbre frente al escenario, la larga espera por el inicio del espectáculo se había encargado de estrechar los lazos entre las voces que hicieron memorables los 80.
Reunidos en un salón, estaban los miembros de Vía Libre, Rooper y Rogelio Cisneros, Alexis Jiménez, Javier Cartín, Jenny Castillo, Ricardo Padilla, Víctor Kapusta y la banda Chiqui Chiqui, quienes habían comenzado a recargar el espíritu a punta de anécdotas y reencuentros.
“Más bien cuando salimos (a la tarima) ya estábamos roncos de estar hablando y gozando”, confesó Cartín.
Aunque en algún momento artistas como Rogelio Cisneros llegaron a temer que se cancelara el concierto, a causa del conflicto con la distribución de las mesas, lo cierto es que, una vez con el micrófono empuñado por los artistas protagonistas, las tensiones parecían haberse superado.
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A todo pulmón, quienes sí tenían asientos corearon Yo no nací para amar , Ni amante, ni amor, ni nada y Qué vas hacer esta noche , termas que terminaron por encender pasiones en el mismo lugar que minutos antes había sido sede de múltiples calamidades.
Con pañuelos y hasta servilletas en alto, uno de los momentos que provocaron más emoción en el público –y del que probablemente habrá cientos de videos en celulares– fue cuando Kapusta les regaló a los presentes una interpretación más de Chao cariño chao , que debió haberse escuchado a varios metros a la redonda.
“Muchas canciones sonaban en el momento en que éramos novios. Recuerda uno esos momentos tan bonitos del pasado”, dijo Olga Gómez, tomada de la mano de José Ángel Camacho, con quien se casó hace 28 años.
La noche fue inolvidable no solo para los asistentes a ¿Y por qué no? –o por las razones menos deseables para el productor–, sino también para quienes tuvieron la oportunidad de volver a cantar frente a una audiencia masiva, capaz de corear las canciones de principio a fin.
“Nos recordó mucho la época de losaños 80, esa época de oro de los artistas nacionales. No solo la gente se transportó a los 80, sino nosotros también de ver a ese público tan encendido, porque así era antes”, dijo Cartín.
Fue también una noche imperecedera para Sergio Garrido, excantante del grupo Manantial.
El homenaje que le rindieron Rooper Cisneros y Alexis Jiménez, un obsequio que le hizo la producción, y los aplausos del público hicieron brotar las lágrimas en quien lleva años luchando contra un cáncer de cuerdas vocales.
“Gracias, muchas gracias Costa Rica, por apoyarme en los momentos buenos y malos. Este es uno de los malos y, por eso, no estoy aquí cantando”, dijo Garrido, cuando por fin logró hacer brotar su voz entre los sollozos.
Energía inagotable. Las agujas del reloj ya se acercaban a la 1 a. m., cuando la ola de romanticismo se desplazó para dar paso a una improvisada pista de baile.
Un homenaje a Los Hicsos –y la anécdota de Gerardo Ramírez sobre el día en que se embadurnó todo el cuerpo con vaselina y escarcha–, así como la extensa presentación de la banda Chiqui Chiqui lograron poner a todos a sudar como si aquel fuera uno de los populares salones de baile de los años 80.
Colaboró Alexánder Sánchez