Así como en Costa Rica nos son familiares el mar y las palmeras, también tenemos una gran afinidad con Juan Luis Guerra y su merengue, el género que, como compositor e intérprete, elevó a otro nivel desde hace casi 40 años.
Ver una vez más al dominicano, tal como sucedió el sábado 10 de junio en Estadio Nacional, es reafirmar que el tiempo pasa y el poder de sus canciones se mantiene incólume. Intrínseco, dirían otros. Él, como cantante, no ha dado un paso atrás, si bien durante el show se sostuvo recurrentemente el monitor in-ear, como si necesitara pegarlo más a su oreja derecha, no falló una sola nota; no perdió ni media sonrisa.
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Podemos hablar también de la calidad de la 4.40, la banda que funge no como apoyo complementario, sino como sustento primordial para que cada bocado de todos los temas tenga la mejor sazón.
Haciendo un paréntesis, rescato el gran trabajo del telonero tico Sebas Guillem, que se presentó justo antes del dominicano. Si bien su música no es la bailable, su repertorio original es de gran factura. Aplausos también por su interacción dinámica con la audiencia.
Volviendo al protagonista de la noche, la gira Entre mar y palmeras toma su nombre de una presentación de julio del 2021. Aquel día, Guerra y la 4.40 se presentaron en playa Esmeralda (República Dominicana) sin audiencia, pero con el sonido de las olas de fondo. De ahí salió un disco homónimo y de él, el setlist que, de manera bastante fidedigna, se ha repetido a lo largo del tour que los trajo a nuestro país.
En gran medida, hay mucho material proveniente de Bachata Rosa (1990) y eso significa tanta nostalgia como algarabía. Mezclando eso con temas más recientes, incluso de su veta cristiana (como Para ti y Las avispas), fue un justo repaso de una carrera prolífica.
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Partiendo del tema Rosalía, la lista de temas continuó por una senda apropiada para el previsible bailongo enérgico y los coros incansables. El sonido balanceado y claro (al menos en la parte delantera de la gramilla) favoreció la experiencia.
Es la tercera vez que veo a Guerra en nuestro país, y diría que en las ocasiones el resultado fue el mismo. Esta vez, el show evolucionó especialmente en la realización visual que se emitió por las pantallas. La mezcla de material de al menos tres cámaras sobre el escenario, alternadas con las que enfocaban a los músicos desde el frente, ofrecía un resultado apetitoso que se reproducía en dos pantallas de alta definición. (“Como de primer mundo”, lo describió mi amiga al lado).
Así, con detalle, vimos la destreza de cada músico, desde los pitos juguetones hasta el hábil manejo del teclado de Janina Rosado, la sempiterna directora musical de la 4.40. Dentro de los instrumentistas, es inevitable destacar la labor de los cuatro percusionistas en escena, que se lucieron con la sabrosura de los timbales, las congas o el güiro mágico del increíble Rafael Carrasco.
Con energía y entusiasmo, el concierto sumó el merengue, la bachata, uno que otro son y hasta un violento perico ripiado. Cada pieza conllevó muestras de destreza en tarima y excusas para sonreír. Es esa la música que merece ser repetida, la que nos lleva a la alegría inevitable. Así como suele gustarnos reencontrarnos con el mar y las palmeras, probablemente por los mismos motivos nos gusta reencontrarnos con Juan Luis Guerra y la 4.40.
El concierto
Artista: Juan Luis Guerra y la 4.40
Teloneros: Dr. Leo y Sebas Guillem
Lugar: Estadio Nacional
Fecha: 10 de junio de 2023
Organización: BLieve