Hace más de 50 años, en 1965, Roberto Carlos lanzó su primer álbum con canciones en español, titulado Roberto Carlos canta a la juventud.
Aquel trabajo discográfico no fue solo un esfuerzo mercadológico de su carrera, sino más bien una necesidad lógica para concretar la inevitable internacionalización de sus canciones originales.
El resultado de su talento compositivo fue la transición natural de que sus sencillas melodías pasaran a convertirse en himnos en varios idiomas, no solo portugués y español, sino también en italiano e inglés.
Todavía a los 77 años de edad, Roberto Carlos sigue pisando los escenarios y, se nota, no es por un afán de innovar o de explorar nuevas posibilidades interpretativas, sino porque su extenso cancionero mantiene relevancia en el corazón de múltiples generaciones que exigen la prolongación de su vida en escena.
Sin dejar de lado la relevancia histórica que conllevan sus temas, quizá es mejor ser claro en que es difícil catalogar su presentación como un “show”, al menos en términos de dinamismo.
El recital transita sin mayores cambios de inicio a fin. No hay mayor atractivo en las luces, mientras el artista se mantiene estático en el centro, apoyándose reiteradamente en la lectura de las letras en un teleprompter a su izquierda.
Se entiende que las carencias de energía obedecen al estado de salud del cantante o su avanzada edad, sin embargo, a la vez, no hay un solo esfuerzo de producción para darle mayor atractivo a su presentación. Lo que queda valiendo más es la nostalgia y, no exactamente, el entretenimiento.
A fin de cuentas, lo que perdurará en el inconsciente colectivo de los asistentes será, no la puesta en escena, sino el hecho de haber escuchado, coreado y asimilado en directo, los himnos inmortales del brasileño.
A nivel musical, la banda que lo acompaña hace méritos permanentemente. Sobresalen un quinteto de vientos de arreglos sencillos pero potentes y un teclado que remite especialmente al sonido clásico de las baladas de los años ochenta.
Si bien el volumen fue excesivo al puro inicio de la noche, las correcciones fueron oportunas, sumándose hasta ofrecer una gran nitidez, que fue notable inclusive cuando el mismo cantautor tomó una guitarra electroacústica en una buena intervención.
Sus conversaciones recurrentes entre un tema y otro le aportaron humor a la velada, pero además también evidenciaron el respeto que evoca el veterano artista más allá de su canto.
A nivel vocal hay temas que se le escuchan mejor que otros, pero es innegable que “el Rey de la música latina” todavía se mantiene con la capacidad de ejecutar matices y de darle una interpretación creíble a los sentimientos profundos de los que hablan sus temas.
El concierto, si bien tuvo pocos momentos emocionantes, sí contó con previsibles ocasiones de emotividad. La vigencia de Roberto Carlos se mantiene en la longevidad de sus canciones románticas, donde da igual si el escucha solo reconoce la melodía principal de Amigo, el coro de Cóncavo y Convexo o la totalidad del repertorio. Su aporte musical a la historia, ya está más que escrito en piedra.
EL CONCIERTO
ARTISTA: Roberto Carlos.
ARTISTA INVITADO: Astrid Celeste y Yasmil Marrufo.
LUGAR: Anfiteatro Coca Cola, Parque Viva.
FECHA: 12 de mayo.
ORGANIZACIÓN: Move Concerts.