En un fin de semana de paradoja, se estrenó en el Teatro Nacional la ópera La ruta de su evasión , de Carlos Castro y dirección escénica de Roxana Ávila y libreto de ambos creadores, basado en la novela homónima de Yolanda Oreamuno.
La mayor dificultad, y por consiguiente la gran debilidad, del esfuerzo por crear una ópera a partir de esa obra literaria, radica en gran medida en el texto original. La novela de Oreamuno, valiosa en su papel premonitorio de la literatura y –en general– del movimiento feminista en nuestro país, es algo caótica y ciertamente densa y repetitiva en la caracterización de los personajes. Por ello, el afán por sujetarse al referente literario original, aunque encomiable, dificulta en gran medida la adaptación a un género, que, como la ópera, debe economizar recursos textuales para darle espacio al gesto, la música y una implantación escénica mucho más compacta y comprensible.
Por lo tanto, considero que tanto el libreto como la partitura podrían revisarse a la baja. Hay una serie de situaciones dramáticas que en el texto original se repiten con insistencia, pero en el libreto bien podrían mostrarse de manera más concentrada y sugerente, esa es una de las virtudes de los grandes libretistas de opera.
Partitura
No obstante, notable es el resultado que logra Carlos Castro en el uso melódico y rítmico del folclor urbano de América Latina, en especial del bolero.
Por el contrario, el producto final es mucho más débil cuando recurre a la técnica tradicional del recitativo (recitado), la cual exige una perfecta concordancia con la entonación y prosodia del lenguaje, que lamentablemente no consigue.
Sin embargo, me parece plenamente justificada la monótona repetición silábica en el registro más grave de la voz humana, al estilo de una letanía, para caracterizar a Vasco –autoritario y cruel patriarca de la familia Mendoza–, muy lucida en la hermosa voz del bajo Gabriel Morera.
Otro exitoso recurso vocal son los giros melismáticos, virtuosos en la excelente interpretación de Isabel Guzmán, que, a modo de una saeta andaluza, funcionan de maravilla como leitmotiv de la trágica decepción de Teresa de Mendoza al enfrentarse al machismo brutal que la rodea y domina.
La gran experiencia de Carlos Castro en el oficio de compositor se hizo también evidente en una instrumentación inteligente y original. en la que destacaron los solos de violín de Fernando Muñoz.
Me impresionó sobremanera la utilización protagónica de la percusión, especialmente el uso dramático de las campanas tubulares.
Puesta en escena
Me complace resaltar, en mi opinión, una puesta en escena novedosa a partir de encuadres del telón, figurantes en el papel del mobiliario y una sugerente iluminación en las escenas de mayor dramatismo.
Roxana Ávila resolvió con talento el eterno problema de la necesidad de que los cantantes vean al director; esto sin tener que ponerse en fila mirando al frente como sucede con frecuencia en nuestras producciones operáticas pueblerinas.
Voces
En general, los solistas vocales lograron un dominio aceptable de sus roles. Muy acabados los duetos de Gabriel (Miguel Mejía) con Aurora y Elena (Amanda Rodríguez y Keren Padilla), así como el papel de Marion Madrigal como Juliana y Adriana Víquez como la sufrida Cristina.
Sin embargo, y lamento tener que decirlo, casi todos presentaron problemas de entonación y colocación vocal en el registro superior de la voz, especialmente Winston Washington, quien, como Roberto, mostró, no obstante, una fresca musicalidad, desenvoltura escénica y gran facilidad interpretativa en este tipo de música.
Evasión institucional
Días antes del estreno de esta ópera se recibió la noticia de la destitución relámpago de la directora de la Compañía Lírica Nacional. Lo más lamentable de este hecho de sangre institucional es, empero, la explicación dada a la prensa. ¿Hay acaso alguien en Costa Rica que crea que días antes del primer estreno y, a pocos meses de la segunda y última producción del año, la directora había concluido un ciclo en esa entidad estatal? ¿Por qué no nos dice la verdad el Ministerio de Cultura, por qué evadir su responsabilidad?
El enorme esfuerzo necesario para la creación en el género operático merecería el apoyo irrestricto de las instituciones del ramo. Lamentablemente, en este caso, como en tantos otros, ese respaldo se recibió, cuando mucho, con cuentagotas. Entre impedimentos burocráticos e incapacidad administrativa, muchos artistas están llegando a la conclusión que mejor sería no hacer nada. Por razones parecidas, escritores y artistas de la época de Yolanda Oreamuno se fueron del país para no volver.
En breve
La ruta de su evasión
Ópera de Carlos Castro y Roxana Ávila
Basada en la novela homónima de Yolanda Oreamuno.
Cuándo: Domingo 2 de marzo, a las 5 p. m.
Espacio: Teatro Nacional.