La cultura hip-hop nació en Nueva York, Estados Unidos, en la década de 1970. Primero vino la música rap, pero con los años se añadieron elementos como el break-dance y el grafiti, creando un movimiento cultural callejero que –al abarcar música, danza y pintura– ejerció gran influencia a nivel local y, a la postre, internacionalmente.
A partir de la década de 1980, el hip-hop se convirtió en el modelo perfecto para lanzar comentarios sociales y reinventar expresiones artísticas recicladas; tanto la música como el arte y la danza de la cultura hip-hop tienen el común denominador de que crean algo nuevo encima de algo viejo.
Rapper’s Delight, de la Sugargang Hill, popularizó el rap en Estados Unidos. Lanzado en 1979, el tema tiempo después llegó a más países, en cuenta Costa Rica, donde fue un éxito en Radio Juvenil, según una investigación histórica de Enrique Castillo (conocido como Kingstar), uno de los artistas y productores de hip-hop más longevos de la escena nacional.
Así las cosas, la cultura hip-hop tiene más de tres décadas y media de haberse instaurado –así fuera indirectamente– en Costa Rica, pero no fue sino hasta tiempos recientes en los que todos sus elementos empezaron a convivir juntos y, eventualmente, a atraer a una buena porción del público.
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Años 80. Música de artistas como Herbie Hancock y Afrika Bambaataa se abrió paso en las emisoras locales durante los primeros años de la década de 1980. Sin embargo, el término hip-hop no era muy conocido en el país, como recuerda Marlon Fadell, uno de los primeros b-boys (bailarines de break-dance) ticos.
Fue por películas como Flash-dance (1983) y Breakin’ (1984) que la juventud costarricense conoció el break-dance, la primera expresión del hip-hop que se comenzó a desarrollar localmente a ojos del resto de la población.
Fadell recuerda que antes de esas películas había jóvenes interesados en la movida, pero después de sus proyecciones en el país comenzó el boom. “No había muchos lugares donde escuchar música que no fueran Hola Juventud. Una vez pasaron el video de Buffalo Gals (canción de rap de Malcolm McLaren) y no lo pude ver, y me dijeron que salían maes bailando de cabeza, así que vi el programa todos los días hasta topármelo”.
No existía YouTube ni había tutoriales para aprender a bailar break-dance. Lo que tenían los ticos a mano era la experiencia de algunos extranjeros que traían la cultura al país y los segundos de baile que veían en los videos.
Después de Breakin’, varios jóvenes se empezaron a acercar a La Sabana para bailar y practicar, y empezaron a surgir grupos de break-dance. Uno de ellos –Latin Crew Breakers, al que pertenecía Marlon– se presentó en la primera Teletón (1984) y causó todo un fenómeno de atención.
Luego de campeonatos, nueva música y más información sobre la cultura (uno de los pilares del hip-hop es compartir el conocimiento), el breakdancing empezó a desvanecer en Costa Rica.
“La gente empezó a aburrirse, los grupos dejaron de meter bailarines, y empezaron a inventar que la gente se moría por bailar de cabeza”, dice Fadell sobre la baja de la movida a partir de 1987.
A esa altura es probable que otras personas tomaran un lapicero, apuntaran una rima y cantaran encima de una pista, pero ningún artista de hip-hop había salido a la luz públicamente aún.
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Auge. El hip-hop tuvo un auge más comercial a comienzos de los años 90 gracias a artistas como Vanilla Ice y MC Hammer, cuyos éxitos llegaron a Costa Rica y despertaron nuevamente el interés de la gente en el break-dance.
Paralelamente, aparecieron los primeros artistas formales de rap en el país. Cuenta la leyenda que cerca de esa época un MC (rapero o maestro de ceremonias) llamado Gustave hizo una de las primeras grabaciones de rap local, pero actualmente es imposible encontrar registro de ello.
Kingstar alega que durante esa época ya había bares y discotecas donde seguidores del hip-hop y el reggae se congregaban. En 1990, se da el que para él es “el primer acontecimiento que marcó la historia del hip-hop costarricense”, cuando algunos raperos se presentaron en el concierto de aniversario de Hola Juventud.
Un año después vinieron C+C Music Factory y Mellow Man Ice, y como teloneros locales estuvieron los grupos VCR y La Pasa Tarasa, de los primeros exponentes locales del género. Estos grupos grabaron sus canciones y fueron populares en varias actividades, en las que incluso se combinaba música y baile.
La primera mitad de los años 90 vio ir y venir más recintos para el gozo de las rimas, los beats y los pasos aerodinámicos, y en 1996 el rap tico rompe su distancia de la popularidad con el arribo de Ragga by Roots, una de las bandas más icónicas de la música popular costarricense.
“En la mitad del grupo sus raíces eran el hip-hop y la otra mitad era reggae”, afirma Kingstar. La relación del rap y el reggae es esencial, no solo en Costa Rica, sino en el mundo, pues el género nace por influencia afro. Ese vínculo haría un poco más borrosas las fronteras entre géneros con un movimiento que se daría años después en el país, liderado por las compilaciones de Radicales.
“Ragga by Roots se convirtió en un fenómeno en su momento. Fue un lapso de dos años en los que el grupo salió y murió. El mercado nacional ocupaba algo con lo que los jóvenes se identificaran”, dice Kingstar, quien cerca de esa época formó parte de otro grupo de rap, Natural Vibes.
Tapón se dio a conocer en 1997 con Creada a mi manera y la historia jamás volvió a ser la misma. El tema sonó en cada esquina del país y dio paso a una nueva generación de músicos que, sin importar si fueran reggae, dancehall o rap, alimentaban una cultura que parecía tener amplia aceptación en el país. Por otro lado, grupos como Squad respetaban la corriente más pura del hip-hop y lo mezclaban con soul y R&B.
Los primeros compilados de Radicales mostraron mucho talento nuevo en el país y, respaldadas por Sony Music, fueron un éxito de ventas durante buena parte de comienzos de los años 2000, cuando otro elemento del hip-hop comenzó a surgir de forma más elaborada y en línea con el movimiento cultural: el grafiti.
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Repunte. El artista de grafiti Mush considera que, de los elementos del hip-hop, el grafiti es la expresión que más puede salirse de esta cultura, pues no todos los artistas se relacionan con el rap o el break-dance. Él recuerda que al comienzo del milenio surgió una nueva generación de grafiti, al mismo tiempo que la música urbana tomaba fuerza en el país.
“No todos los grafiteros se consideran parte del movimiento hip-hop, pero lo que no pueden negar es que el grafiti es parte de la cultura hip-hop”, manifiesta Federico Peixoto, quien se ha dedicado a documentar la cultura del grafiti en Latinoamérica y a la vez es DJ de hip-hop.
Del lado musical, después del boom del dancehall muchos empezaron a hacer reggaetón, género que tomó fuerza durante el arranque del siglo. El rap quedó un poco rezagado durante esos años, recuerda Kingstar, pero volvió a surgir en la segunda mitad de la década del 2000.
Con mayor exposición en medios, actividades y festivales, y gran interés del público, la cultura hip-hop vio su proceso de unificación a partir del 2008, y deparó artistas como 3scrivas, Yaco, Las Viejas de Patio, Crypy y GaB, por mencionar algunos. La producción musical creció, las academias de break-dance pulularon y el gratifi decoró de forma más elaborada las paredes de la ciudad.
“El hip-hop está de moda otra vez”, dijo Kingstar, quien se refirió al último ciclo como la era en la que la cultura pasó “de solo un grupo de amigos a algo más grande”. Parte de la responsabilidad se la llevan los organizadores de festivales en los que se unen las disciplinas y la atención del público.
"Los festivales de los cuatro elementos son mucho más fuertes que una noche de raperos”, dice Mush. “La idea es siempre jalar más público para llevar el mensaje”, añade. Ese mensaje está en la calle, en las paredes, en los audífonos, en cada paso de baile que da alguien sobre un cartón. Este mensaje es endémico.