Candela pura, perreo intenso, sensualidad, cadencia y mucho bling bling. El primer concierto de despedida de Daddy Yankee en el Estadio Nacional fue toda adrenalina...y más.
Decir que su energía fue contagiosa es quedarse corto, pues parecía que nadie en el Estadio Nacional se quedó sentado ante la descarga de magia y alegría que se vivió en la primera jornada de las dos que tenía pactadas para este fin de semana en Costa Rica. El boricua vino para despedirse de los ticos con el tour La última vuelta, con el que le pone fin a su carrera musical.
No quisiéramos arruinarle la sorpresa a quienes asistan este domingo 23 al segundo concierto, pero sí queremos revivir los recuerdos de quienes vivieron el show del sábado y, por qué no, antojar a aquellos que del todo se lo perdieron.
Al inicio del show una cuenta regresiva de cinco minutos (que se hizo interminable ante la emoción) marcó el pitazo inicial de una noche que prometía, y mucho. Previo al plato fuerte, ya se habían presentado como abridores los nacionales Kavvo, Tapón y Dani Maro, quienes sacaron la faena de poner al público en la sintonía correcta.
Para Daddy Yankee, el escenario estuvo dividido en dos niveles. Había una pantalla gigante al fondo de la tarima y otra en la parte inferior, así que las proyecciones se apreciaron en dos dimensiones.
Antes de que Yankee saltara a escena, en la pantalla gigante un avión empezó a aproximarse. Su tripulante más importante: el reguetón que Daddy ha interpretado durante 30 años.
El Cangri comenzó a cantar fuera de escena: su voz sonaba y él se veía en las pantallas, pero aún frente a la gente. Fue como para darle al público aún más ansiedad. Finalmente, el tema Campeón de su último disco Legendaddy fue el elegido para empezar la fiesta.
Inmediatamente, un grupo de 14 espléndidos bailarines arribó a tarima para la interpretación de Remix y Problema. El público enloqueció.
Vestido de negro con una chaqueta dorada brillante, el cantante fue toda energía desde el principio y el show estuvo a ese mismo nivel.
Un juego de luces impresionante que iluminaba tanto al escenario como al público, mientra que las proyecciones de colores en las pantallas y escenografía virtual fueron puntos altos de la producción. Lo mismo se puede decir de la pirotecnia y el fuego que prendió aún más los ánimos de las 25.000 personas que se reunieron para cantar con el Big Boss.
Agradecido y feliz
Daddy Yankee fue, además de candela pura, muy agradecido con el público que lo acompañó este sábado.
Desde que dio sus primeras palabras dijo que Costa Rica era un lugar muy importante para su carrera. Incluso contó que todavía recuerda la primera vez que cantó en nuestro país el tema Ella me levantó.
Para ese momento, Daddy, que fue una máquina de tirar éxitos, ya había interpretado Rompe, Machucando, Lo que pasó, pasó, Rumbatón y Mayor que yo.
Algo de lo que también podían estar agradecidos el puertorriqueño y los miles de ticos que se reunieron para verlo fue que la providencia tuvo un detalle especial para la despedida de Legendaddy y espantó la lluvia que amenazó desde la tarde con enfriar el ambiente.
Daddy Yankee cantó en una noche fresca y despejeada, como si las nubes se hubieran sentido intimidadas ante lo que se iba a vivir en el Nacional. El público tal vez fue el más beneficiado por esto, aunque con lluvia de seguro hubiera perreado igual.
La fiesta siguió, como el artista lo dijo, así como si fuera una pachanga de barrio.
Es obvio que el repertorio del concierto era un repaso por las tres décadas de Yankee en la música y eso estuvo más que bien, tanto para aquellos “jóvenes de 40″ como para las nuevas generaciones, hijos de quienes conocieron al artista cuando empezaba a atrapar miradas y titulares, allá a finales de los años 90.
Precisamente esta fue una particularidad muy llamativa en el show del boricua: ver disfrutando por igual a niños que tal vez nacieron cuando Yankee cantó al lado de Luis Fonsi Despacito, junto con otros que llegaron al mundo con Gasolina, y a sus papás, los jóvenes del ayer.
El repaso desfiló por Tu príncipe, Sal y perrea, Soltera, Llamado de emergencia, Baila baila, China y Pasatiempo. Punto y aparte para Shaky Shaky, pieza en la cual la bailarina principal del grupo coreográfico hace gala de su talento para el twerking... ¡Qué impacto!.
Más, más y más
El concierto iba como tren bala, pero no se sintió apresurado. Cuando ya Daddy tenía una hora de cantar, había interpretado más de 20 piezas.
A lo largo del setlist, el reguetón más intenso y el de corte más romántico estuvieron bien balanceados. Hubo espacio para bailar apretadito y también para mover las caderas como si no hubiera un mañana.
Otro punto que emocionó muchísimo fue tener la oportunidad de escuchar a Yankee rapear. Lo hizo en varias ocasiones al modo freestyle mientras interpretaba sus éxitos y sus rimas improvisadas las dedicó a la belleza de las mujeres de Costa Rica, así como a la energía fiestera del público y a lo contento que estaba de visitar una vez más nuestro país.
Para el cierre del show inevitablemente llegó la nostalgia y el artista habló como Ramón Ayala.
Alabó a Costa Rica como un país hermano, que le recuerda la comida, costumbres y el calor de su gente en su natal Puerto Rico.
Como Ramón también reconoció que con cada concierto se acerca al adiós y que no deja de sentir algo de tristeza, pero también orgullo por el camino recorrido.
El público le devolvió el amor con un aplauso que se sintió como un abrazo y Daddy lo agradeció interpretando Despacito, esa canción que grabó junto a Luis Finso y que se convirtió en todo un hito de la música mundial.
El cierre se mantuvo igual en intensidad, era imposible que la energía bajara... más bien subía y subía a cada momento.
La última parte fue calor y cadencia pura. La despedida, Qué tengo que hacer, Hot, Limbo y la más nueva Bombom, casi botan el Estadio.
Pero como si ya no fuera suficiente, Con Calma llegó como un huracán. El coro era ensordecedor.
Y por supuesto que lo mas fuerte quedó para el adiós. Pese a que ya eran las 9:52 de la noche y, ahora sí, el tiempo apremiaba, Dura, así de intensa como es, con su toque de edición no permitió bajar revoluciones.
Y todavía faltaba Gasolina. El éxito eterno llegó como fuego a escena. El Estadio Nacional en pleno se dejó ir.
De verdad que la noche fue de grandes recuerdos y nostalgias, pero también de demostrar que en 30 años de carrera se tiene la posibilidad de seguir conquistando y cosechando nuevos amores.
Daddy Yankee marcó un hito y Costa Rica fue testigo del fin de una era.