Subida en una estructura metálica, manejando una luz gigante, con poca seguridad, empapada por la lluvia, pero cargada de una emoción intensa, así fue como vivió la cantante costarricense Miriam Jarquín el concierto Derechos Humanos Ya, que sucedió el 13 de setiembre de 1988, en el antiguo Estadio Nacional.
A pesar de que tenía su entrada, Jarquín –en ese entonces de 28 años y siendo una de las voces femeninas más reconocidas del rock costarricense– se quitó los miedos y aceptó ser parte del staff del concierto; eso sí, tenía que subirse a la estructura porque le tocó manejar el perseguidor número tres de aquel multitudinario espectáculo. Ella fue parte importante del hito histórico y musical que se marcaría ese gran día.
“Fui con algunos de los compañeros de la banda. Me acuerdo que ni siquiera tenía cinturón de seguridad y lo que hice fue amarrarme el suéter a la cintura para sentirme algo segura. Pude ver el concierto desde otra perspectiva y aunque tenía audífonos puestos para recibir las órdenes de cómo manejar la luz, lo aprecié al máximo”, recordó Miriam quien en ese momento cantaba con Igni Ferroque.
Era un convulso año: 1988. La paz en Centroamérica acababa de lograrse a pesar de que todavía se sufrían los embates de las guerras, de las dictaduras y la represión. El huracán Juana afectaba terriblemente a la región, hubo pérdidas humanas y económicas; pero durante varias horas de aquel martes todo pareció quedar en pausa gracias a la música, a la unión del amor, de la paz y de miles de almas jóvenes que se reunieron en el antiguo Estadio Nacional para cantar a viva voz en favor de los Derechos Humanos.
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Amnistía Internacional había puesto su mirada en Costa Rica, la pacífica y pequeña nación del istmo que tuvo un papel determinante en el proceso de paz de la región, y tomó la decisión de que el país fuera una de las paradas del icónico show para festejar los 40 años de la Declaración Universal de los Derechos Humanos.
La noticia del concierto emocionó a los fanáticos de la música, no solo porque se sabía que iba a ser un gran montaje, sino por la calidad y cantidad de artistas que presentaba el cartel: Bruce Springsteen & the E Street Band, Sting, Peter Gabriel, Tracy Chapman, Youssou N’Dour y, por Costa Rica, la cantautora Guadalupe Urbina.
Nuestro país fue testigo del espectáculo que se presentó también en Francia, Hungría, Italia, España, Canadá, Estados Unidos, Japón, India, Zimbabue, Costa de Marfil, Brasil y Argentina. En la memoria colectiva de los miles que fueron afortunados por ser parte de la historia, siempre quedará como uno de los recuerdos más importantes de sus vidas.
Urbina fue la artista nacional invitada. La compositora asegura que tal vez en ese momento (tenía 27 años), no dimensionó cuán importante era el espectáculo. “Yo era muy joven, una muchacha campesina y para mí la trascendencia que tenía en aquel momento no la dimensionaba. Ahora, tantos años después, habiendo hecho mi trabajo, noté que a la gente le parecía muy importante”.
“Para mí fue una experiencia interesante aunque no era la primera vez que había cantado frente a un público grande, claro no ante tanta gente como en el estadio; pero justamente por no sobrevalorar, subí ahí a hacer mi trabajo de la misma manera que lo hubiera hecho para un público de 20 personas”, recordó Guadalupe sobre su presentación en la cual interpretó la mayoría de sus canciones originales, incluso algunas que no han sido grabadas.
“No puedo olvidar el trabajo que realizó Fidel Gamboa quien hizo los arreglos para mis canciones. Fidel me ayudó con unos arreglos hermosos, de gratis y de corazón. Todavía conservo los manuscritos de esos trabajos", agregó la artista quien además afirma que se sentía muy identificada con el mensaje en pro de los Derechos Humanos.
Como fanáticos
La importancia de aquel cartel de artistas y de lo que significaba que por primera vez en Costa Rica se llevara a cabo un espectáculo de esta talla fue lo que motivó a moverse a La Sabana –con mucha ilusión– a quienes se convertirían con el tiempo en figuras importantes de la música nacional.
El músico y escritor Jaime Gamboa recuerda que vivió momentos de mucha angustia en los días previos al concierto porque debido a la situación que se vivía con el paso del huracán Juana estaba en la zozobra de que si se iba a realizar o no el concierto. También preocupaba la influencia externa que había por parte de grupos conservadores que afirmaban que el espectáculo no iba acorde con la moral del país.
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“La casa de mi mamá, que estaba cerca de La Sabana, se convirtió en el centro de operaciones para todos los amigos que íbamos al concierto. Había una vibra de hermandad, era como nuestro Woodstock. No sabíamos lo bueno que era, a lo que nos íbamos a enfrentar, creo que la gente no estaba preparada para la calidad del espectáculo”, comentó Gamboa.
El artista afirmó que fue con varios de los integrantes del Grupo Experimental de Adrián Goizueta, incluso Iván Rodríguez, su compañero actual en Malpaís. "El espectáculo de Peter Gabriel fue increíble, conmovedor, la gente estaba en silencio escuchando y sintiendo la música profundamente. Sting, obviamente, fue sofisticado, con gente maravillosa en escena y claro que escucharlo interpretar aquellas canciones por las cuales uno lo había idolatrado como Englishman in New York o They Dance Alone que calzó a la perfección con la idea del concierto, fue algo maravilloso”, agregó el bajista.
Otro que vivió de primera mano el concierto y tuvo oportunidad de estar de cerca a los artistas fue Alberto Zúñiga, comunicador y actual encargado de comunicación de la Asociación de Compositores y Autores Musicales de Costa Rica (Acam). Zúñiga fue un aventurero y, más allá de interesarse en figurones como Sting o Peter Gabriel para sus entrevistas, puso la mirada en el bajista Branford Marsalis, quien tocó justamente con Sting.
El comunicador se dio a la tarea de buscar al músico para entrevistarlo y se lo encontró jugando baloncesto en una cancha del hotel Cariari. “Era muy reservado para entrevistas y yo quería hablar con él porque en la emisora Stereo Azul programábamos jazz. Me colé en la cancha y lo encontré, estaba tirando unas canastas y me puse a jugar con él”, fue la anécdota que contó Zúñiga.
El bajista Abel Guier, de la banda Gandhi, también fue otro de los que vivió en carne propia aquella mítica reunión. Abel tenía 16 años cuando se dio cuenta de que iba escuchar y ver de cerca a músicos de esta calidad. “Para un adolescente imberbe con sueños de rock n' roll, estar ante ese nivel de espectáculo en un Estadio Nacional lleno, fue una experiencia inspiradora. Se estaba haciendo historia en el contexto de un concierto a favor de los Derechos Humanos en tiempos convulsos para Centroamérica”, comentó Guier quien es fan de The Police y, por supuesto, quería ver a Sting tocar su icónico bajo Fender.
El productor Alberto Ortiz asegura que ese concierto cambió su vida y su visión de la música. Ortiz es responsable de las grabaciones de discos de gran importancia para la música costarricense como 69, de Suite Doble; Absorbiendo la magia, de Evolución; ¿Dónde iré a parar?, de Percance y El Parque, de El Parque.
“Tenía 19 años cuando fue el concierto, fui con mi hermana y algunos amigos que teníamos varias bandas; en ese momento yo tocaba con Igni Ferroque. Iba con la ilusión de ver a Sting principalmente, pero Peter Gabriel fue la impresión más grande que tuve, arrasó el concierto desde mi punto de vista”, explicó el productor.
Fue y seguirá siendo EL concierto. En todos los sentidos, desde la importancia del mensaje, la categoría de los participantes, la cantidad de público que asistió al Estadio Nacional (más de 25.000 personas, según información del momento), por el montaje y porque Costa Rica se puso en la mirada del mundo por unir su grito una vez más para la paz.