Uno sabe lo que es octubre, uno sabe lo que son las lluvias, uno sabe lo que es el viento que corre por el Estadio Nacional mezclado con el agua de esta época… Uno sabe muchas cosas de lo que implica un concierto en estas condiciones, pero lo que uno nunca puede dar por sentado es lo que significa escuchar a Marco Antonio Solís en vivo.
El Buki es un artista que no vive de la renta; aunque han pasado años de que su nombre esté referenciado como leyenda, lo cierto es que en su concierto en Costa Rica, este 8 de octubre en La Sabana, demostró que aún tiene una mecha viva, un encanto irresistible y tremendas ganas de seguir saboreando las delicias que implica pararse en un escenario frente a un público sediento de su voz.
No fue una noche sencilla, por supuesto. Churros aguados por la lluvia incesante y vasos que diluían cualquier gaseosa o cóctel fueron profecía de una noche en la que el poncho no era opción sino necesidad.
Una infinita cantidad de cabezas coloridas a causa de los impermeables empezó a agitarse, como una masa gigantesca, cuando el reloj se acercaba a las siete de la noche, hora de la presentación.
Ya se sabe que la música siempre tiene la mágica capacidad de verter paciencia para las audiencias de concierto y con el Buki en la línea de salida no había motivo para frustrarse ante la inclemencia climática aunque, eso sí, cuando ya eran las 7:35 p. m. aparecieron unos cuantos chiflidos de desesperación ante el retraso.
Vaya noche
Cantarle al amor, o en su contraparte, al despecho, es un acto que en el inconsciente colectivo continental no puede imaginar sin Marco Antonio Solís.
La ovación de bienvenida lo demostró y el Buki, elegante, barbilla en alto y con pies escurridizos, hizo que el ambiente quedara en una misma sintonía: había que pasarla bien aunque a gritos se supiera que hacía falta más de un toldo.
Como era de esperarse, las luces se apagaron, destellos rojos brotaron de la tarima, un grupo de bailarinas se colocó a lo largo del escenario y su inconfundible garganta saludó a Costa Rica.
A lo ancho del Estadio Nacional, aparecieron en automático una constelación de linternas de celular, balanceándose en el aire ante la emoción por ver al cantautor azteca.
El Buki salió mostrando su sonrisa perfecta y un traje blanco con perlas amarillas, que empataban con el atuendo de sus bailarinas. La dolorosa No puedo olvidarla fue la canción de apertura, la cual provocó abrazos al cuello entre las parejas del público, a quienes pareció dejarles de importar las gotas en su cabeza.
Después le siguió Tu amor o tu desprecio, pieza que lleva cantando por más de dos décadas y que no en vano siempre suena en karaokes, fiestas y radios de buses. Es un clásico absoluto de la melancolía que el mexicano canta con la mano en el pecho y que saca más de una lágrima.
“Gracias dobles y triples a ustedes hermanitos por darnos esto a pesar de que la naturaleza no nos favorece hoy”, expresó Solís, en un interludio.
“Nosotros los seres humanos hemos pasado tiempos muy difíciles, pero estamos aquí presentes. La vida tiene otro valor: hay que ser más amorosos, más intensos, más atentos con lo que pasa en nuestro mundo. Pásenla bien, ¡salud!”, agregó, invitando a todos a brindar por el amor.
Con guitarra en mano, su concierto siguió con Y ahora te vas. Las luces del estadio se encendieron en su totalidad y el Buki entusiasmó a todos a levantar sus brazos y balancearlos. “¡Eso es, eso!”, gritó como felicitación, “¡así me gusta!”.
La gran seguidilla de éxitos continuó para que su voz se impusiera a la lluvia: Dios bendiga nuestro amor, Invéntame, Te quiero a ti, Morenita, Cuando te acuerdes de mí y Adonde vayas fueron parte del gran catálogo que Solís trajo en esta nueva visita a Costa Rica.
Con cada uno de estos temas, el efecto de la voz del Buki fue invariable: el mexicano encontró en la audiencia tica un coro permanente que se sabía todas sus canciones al pie de la letra.
“Esto es tanto para los jóvenes románticos como para los cincuentones contemporáneos”, dijo el cantautor en su segundo interludio. “Con mucha gratitud les dedico esta canción que en algún momento quise desechar”. Se refería al tema Antes de que te vayas, que fue coreado por todo el estadio. Las sonrisas en el público eran evidentes.
Tras su espectáculo, Marco Antonio Solís confirmó ser una garantía de sensaciones explosivas: sea bajo un rinconcito para guarecerse o con los brazos abiertos a la lluvia, los alaridos de amor por el Buki demostraron que conserva el encanto suficiente para siempre salir ileso de cualquier contratiempo o situación climática. No todos los artistas pueden alardear con algo así... solo las leyendas.