El mundo de El cuento de la criada (The Handmaid’s Tale) es tranquilo, calmo, un suburbio como cualquier otro, pero con señales que no se pueden dejar pasar. En cada entrada, un guardia con una metralleta. En los supermercados y escuelas, más hombres armados.
A la orilla del río, hay tres hombres colgados por el cuello: un sacerdote, un médico y un homosexual.
“Creo que alguna vez escuché un chiste así”, piensa Offred. “Pero esto no da gracia”, piensa la protagonista mientras viste el sombrero blanco y túnica roja que la caracteriza a ella y a las otras criadas.
Offred vive en un mundo dominado por una dictadura religiosa que protege “los valores y la familia” y que se encarga de matar a todos los que no estén de acuerdo.
El pecado, dicen, hizo que las mujeres se volvieran infértiles y por eso las mujeres que sí pueden dar a luz son esclavizadas por el gobierno, para seguir el “destino bíblico de las mujeres”. Las mujeres son un medio, no un sujeto.
Si eso suena escabroso como serie, piense en lo similar que suena todo esto a las fuerzas conservadoras que se alzan paso en el mundo en que vivimos. Ese es el propósito de El cuento de la criada.
La serie fue producida por el servicio de streaming Hulu y ahora, finalmente, será transmitida en el cable por el canal Paramount.
Fenómeno
El cuento de la criada solo tiene una temporada de diez episodios y ya se ha transformado en un fenómeno mundial. Con ocho premios Emmy y dos Globos de Oro, se ha destacado por su calidad visual, por la actuación de Elizabeth Moss (la criada Offred) y, por supuesto, por su temática.
La serie fue inspirada en una novela de la canadiense Margaret Atwood, escrita entre 1984 y 1985, justo cuando el presidente Ronald Reagan empezó una cruzada para restaurar los “valores de la familia”.
Atwood empezó a guardar recortes de periódicos en los que había noticias sobre disminución en los nacimientos, políticas represivas para obtener píldoras anticonceptivas o para decidir el aborto y los reunió en un mundo nuevo.
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Las mujeres, le parecía, no eran dueñas de sus cuerpos y el machismo no les permitía tomar decisiones para cambiarlo. En el 2017, justo cuando se estrenaba la serie, un político estadounidense dijo que las mujeres debían pedir permiso a los hombres para usar la pastilla del día después.
“Ellas deben entender que solo son anfitrionas (de bebés)”, dijo Justin Humphrey.
Expresiones como esta han perdurado en los últimos 30 años y así, la novela El cuento de la criada ha tomado más fuerza, ha sido un símbolo para las luchas de las mujeres.
Un distopía
La serie se estrenó en el 2017, el año en que Donald Trump llegó a la Casa Blanca. “Vivimos una época muy diferente a la que vivíamos hace un año”, explicó Elizabeth Moss al diario The Guardian.
“Desearía que habláramos de una distopía y de lo felices que estamos de no vivir en ese mundo porque tenemos una presidenta (Hillary Clinton). Desearía que ese fuera el caso”, añadió la actriz.
La palabra distopía se utiliza a menudo para definir esta serie. Su definición formal es “representación ficticia de una sociedad futura de características negativas causantes de la alienación humana”.
Aquí caben los mundos de películas como Los juegos del hambre, Minority Report o Children of Men, con ideas complejas de lo que se transformaría el mundo ante las divisiones culturales y el auge de la tecnología.
Pero El cuento de la criada se diferencia porque la balanza está completamente en contra de las mujeres.
Las “criadas” visten de rojo y blanco. Las “martha”, quienes se encargan de labores domésticas, visten de verde. Las esposas de los líderes –quienes cuidan la casa y rara vez la dejan–, visten de azul, y las mujeres de clase media –quienes cuidan la casa y hacen labores domésticas–, se visten a rayas.
Estas categorías existen en el mundo que habitamos, así como en la serie se habla de Uber, se menciona ISIS, o lugares de Estados Unidos como Florida. Esa cercanía es aprovechada para plantear sus preguntas, para hablar no de lo que “podría pasar”, sino, de lo que ya está pasando.
“Nuestros derechos están bajo amenaza de una forma que nunca habíamos visto”, explicó Moss, de 35 años, que también es productora de la serie.
Cuando Trump llegó al poder, cientos de mujeres marcharon a Washington D.C., para protestar que un hombre con historial machista estaba en poder y que su vicepresidente, un cristiano evangélico, se opone a cualquier derecho reproductivo de las mujeres.
La Marcha de las Mujeres logró reunir a unas 4 millones de personas –según el Washington Post– y reavivó el espíritu cívico entre las mujeres.
Este 2018, para las elecciones de gobernadores y representantes del senado, la participación femenina llegó a niveles históricos. Por eso, una serie con mujeres oprimidas y que tratan de formar una rebelión juntas caló tanto en el público. La serie, como se dijo, triunfó ante la crítica y ya se anticipa su segunda temporada.
El futuro es hoy
Cuando se anunció El cuento de la criada, en Hulu, y se mostró al público las túnicas rojas y sombreros blancos, se creó un nuevo símbolo.
Las túnicas aparecieron en el capitolio de Estados Unidos en marzo del 2017 –un mes antes del estreno de la serie– para protestar contra las leyes antiaborto. Luego aparecieron en varios centros de votación en Costa Rica el pasado 4 de febrero, durante las elecciones.
“Estamos ante un panorama donde las condiciones materiales de las mujeres han sido un tema invisibilizado por los medios de comunicación y la mayoría de partidos políticos. La mayoría de las propuestas de los partidos hacia las mujeres están relacionadas a labores de cuido y una aparente obligación a reproducirse”, declararon diez mujeres costarricenses en un comunicado.
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Ellas vistieron túnicas rojas y sombreros blancos que cubrían la cara, a la hora de depositar sus votos, como diciendo ‘nos quieren calladas y con la cabeza baja y aún así, venimos’.
Los comentarios en la nota de La Nación sobre esta protesta manifestaron aplausos y en otros casos, desprecio. No faltó quien dijera que –en pleno 2018– era hora de evaluar si las mujeres debían votar.
El mundo de El cuento de la criada, quizá no está tan lejos como creemos.
Véala: Domingo 11 de marzo, 8 p. m., en Paramount Channel.