Otto Vargas recuerda que la última ve z que se presentó con su orquesta fue el 22 de diciembre de 1994, en el Complejo Kamakiri. Cuenta que estuvo 6 años retirado, hasta que el fallecido Paco Navarrete lo llamó para tocar en el Bar México, y estuvo un par de años acompañando otras agrupaciones . Hace doce años dejó oficialmente de tocar el saxofón.
“Ahora permanezco activo, pero componiendo y haciendo arreglos para la Orquesta La Solución. No lo hago en afán de plata, es para entretenerme”, explica.
Sin embargo, este martes abandonó su retiro para ser solista en un concierto con Sonsax.
El homenaje fue un concierto dedicado a la era dorada del baile de salón: al bolero que nació en Cuba y se extendió , romántico, por Centroamérica. En Costa Rica fue popularizado por grandes orquestas, como la que dirigió, por más de 50 años, Otto Vargas.
La audiencia que asistió al Teatro Nacional lo hizo para recordar y revivir los bailongos de esos años. Les tocó bailar quedamente en sus butacas, pero se les permitió acompañar los cambios rítmicos con sonoras palmadas.
“Vamos a tocar una época de amor, una época que todos vivimos”, declaró, entre aplausos , Javier Valerio, director de Sonsax.
Sin embargo, los músicos no comenzaron con canciones románticas su repertorio. En su lugar, entraron con Mambo en sax , una movida pieza compuesta por el cubano Dámaso Pérez Prado.
Fue hasta después de esa pieza, que los saxofones y percusión de Sonsax iniciaron con el plato principal del encuentro: los boleros. El primero fue la canción de Cheo Feliciano, Amada mía , que preparó al público para recibir en el escenario a Vargas.
Nuevamente, Valerio tomó el micrófono para presentarlo sin mucha explicación.
“Todos sabemos quién es Otto Vargas y no vinimos a celebrar lo que hizo, sino lo que está haciendo hoy, en su debut en el Teatro Nacional”, dijo el músico.
Regreso. Vargas se unió a Sonsax en el escenario para escuchar un pasodoble de su composición ( Costa Rica ) y para ser solista en dos boleros.
El saxofón que sostuvo entre sus manos no era su instrumento. El músico confesó al público que hace años regaló el suyo; sin embargo, dos semanas atrás, le solicitó a Valerio que le prestara uno para practicar.
La sorpresa fue colectiva: ni el quinteto Sonsax podía creer que iban a acompañar el regreso de Otto Vargas, ni los hijos del músico imaginaban que verían a su padre tocar en el Teatro Nacional.
De hecho, en un breve descanso de la música, su hijo Otto y su hija Cecilia subieron también al escenario a abrazar a su papá y a entregarle una placa de conmemoración por el evento.
La incredulidad cedió el paso a una excelente impresión. Con sus 85 años, Vargas logró subir al escenario e interpretar fluidamente dos boleros que él mismo eligió: Incertidumbre , del mexicano Gonzalo Curiel, y Amor de oro , de la cual escribió la música y, contó que, posteriormente, la letra, dedicada al romance entre dos personas mayores.
Al terminar, iniciaron las peticiones de una tercera pieza. Sin embargo, la última canción del concierto estuvo a cargo de Norman Calderón, arreglista de muchas de las piezas originales de Vargas, incluyendo Amor de oro .
Calderón le dio una serenata a su colega con una interpretación de El sax melodioso , un lujo musical obligatorio para los solistas de las orquestas.
Al cierre, Vargas retomó el ritmo de Amor de oro para complacer el público, y hasta acompañó a Sonsax con una improvisación del chachachá Frenesí .
El teatro estalló en aplausos en ambos momentos.
“Los señores siguen ahí, después de tantos años”, dice Vargas de sus fans. “Por lo menos nos quedó un buen recuerdo.”
También en España
Desde el 2014 , el pasodoble Costa Rica también lo toca la Banda Sinfónica Municipal de Sevilla. Según cuenta Vargas, la partitura de su composición llegó al director de esa agrupación por medio de la Banda de San José.