El Festival Picnic reapareció este 28 de enero. Por primera vez en su historia se celebró a comienzo de año y consigo trajo la ya tradicional jornada de música que se acompaña de looks instagrameables, cadenas, camisas de Tupac y, sobre todo, fiesta.
No es en vano: pocos eventos han podido hacerse un campo como lo ha hecho este festival, organizado por la productora Jogo desde el 2015 y que lleva a la fecha ocho ediciones (por la crisis sanitaria de la pandemia se suspendió en el 2021).
El secreto del éxito se comprobó en esta nueva edición, que ocurrió, de nuevo, en el Centro de Eventos Pedregal, en Heredia.
Aunque Costa Rica poco a poco ha intentado consolidar un circuito de festivales musicales, como sucede en otras latitudes del continente, con el Picnic hay un sentimiento distinto en comparación con eventos similares: la energía de la gente es intensa y agradable y hay de todo por hacer (más allá de la música, como atracciones de feria, interesantes activaciones de marcas, regalías de bebidas y comidas).
Aunado a un line-up cada vez más ecléctico (este 2023 vio la inclusión de artistas anglo veteranos, como Incubus y Cypress Hill), todo esto hace que el festival no sea otra cosa más que un proyecto con el cual entusiasmarse.
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Extensa y entretenida jornada
Fue poco antes de las 2 p. m. que Picnic soltó su alfombra musical. Ojo de Buey, grupo tico que siempre sabe conectar y resonar con el público, inyectó su bailable reggae en horas en que la alta radiación solar era notoria.
Pero, como suele ocurrir en estos eventos, los looks playeros funcionaron a la perfección. Frescas t-shirts con logos de bandas, sombreros de verano, pantalones cortos, medias altas y lentes de sol al mejor estilo Bad Bunny hicieron que cada quien se sintiera en su charco. Sonrisas, bailes, humo y cervezas no podían escasear para dar el tono de fiesta.
Ryan Castro fue uno de los primeros platos fuertes del festival. El colombiano es una de las estrellas en ascenso del reguetón más interesantes y se nota en su inclusión en grandes festivales continentales, como los Lollapalooza de Brasil, Argentina y Chile, y el Estéreo Picnic de Colombia. Castro hizo una parada en nuestro país antes de empezar esa envidiable ruta y sacó la faena con creces, en lo que significó su debut en Costa Rica.
Entre el perreo y el dancehall, mostró sus mayores joyas: temas como Jordan, Monasterio y Mujeriego fueron el inicio del jolgorio tan esperado y bien recibido.
Piso 21 le siguió al colombiano con la funcional receta de temas que no paran de oírse en la radio. Déjala que vuelva, Tan Bonita y Pa’ Olvidarme de ellas fueron canciones gritadas a todo galillo en una bella tarde de enero, soleada y acompañada de una excelente ingeniería de sonido.
La puntualidad fue otra positiva característica del festival. Picnic se mantuvo en norma con el horario prometido y a las 5 p. m. aparecieron en dos escenarios separados, en simultáneo, Vicente García y Mora.
Aunque son propuestas distintas (el primero está más virado hacia la balada; el segundo es un emergente del reguetón apadrinado por grandes nombres como Bad Bunny), cada uno logró calar con el público del festival.
Mora resaltó como 512, Volando y Una Vez, todos temas diseñados para perrear intensamente. Cuerpos rozándose y un sudor que iba más allá del calor del día fueron prueba de que el puertorriqueño tiene el talento necesario para despegar en el continente y hacerse un referente.
Cuando cantó Memorias sucedió algo muy curioso: todo el público la coreó sin parar y el propio Mora se quedó sin palabras. Se dedicó a bailar en el escenario y, de vez en cuando, soltar una que otra frase del éxito porque no hacía falta su voz. El fiestón estaba montado.
Mora le dejó la barra alta a Guaynaa, el siguiente artista en subir a la tarima Jogo, pero no tuvo el menor inconveniente en mantener el calor. El clima cambió a eso de las 6 p. m., cuando le tocó su turno. La brisa tomó Pedregal sin generar ninguna diferencia en el ambiente: Guaynaa se movió de derecha a izquierda en el escenario y el público con él.
Se te nota y Rebota son dos canciones que se bailan y cantan a grito pelado. Guaynaa lo sabe y se aprovechó de los ticos, a quienes ya había seducido en el Picnic del año anterior. Incluso el público le rogó que se quitara la camisa, petición que cumplió sin pensarlo dos veces.
Sean Paul y De la Ghetto fueron los artistas en asomarse al cierre de la edición de esta reseña. Sean Paul ya ha venido en dos ocasiones al festival y De La Ghetto debutó por primera vez en este formato, ambos con gran humildad y conexión al público. Este último se presentó en la tarima Hideout, ubicada dentro del centro de eventos techado donde la oscuridad dio vía libre a perrear hasta donde el cuerpo aguantara.
Eladio Carrion, uno de los artistas más esperados de la jornada, salió al escenario con fuerza. El show fue tan espectacular que desde antes de su aparición se advertía que el juego de luces era delicado para personas con sensibilidad o epilepsia.
Cuando el estadounidense desató su show fue impactante la cantidad de fuego y colores que se desplegó. Eladio, cuya popularidad se disparó desde que estuvo en el Picnic del 2022, cantó Si la calle llama e hizo que todos gritaran con él y levantaran sus vasos de cerveza.
Unas horas más tarde, llegaría el turno de Incubus. Las guitarras cambiaron el tono del festival, así como el público meta: fue evidente que hubo un cambio generacional en la audiencia. De jóvenes veinteañeros a una masa de roqueros de 30 y 40 años (o más).
Este nuevo público gritó aquellos éxitos de hace ya algunos años como Drive, Vitamin y Anna Moly, sacudiendo la cabeza arriba-abajo y alzando la mano cornuda por doquier.
Muchos de los “más jovenes” se fueron a la tarima opuesta, donde el español Rels B colmó por completo el centro de eventos bajo techo. Fue una locura total pues, en temas como A mí y Como antes, el público coreó las letras completas y el artista quedó llorando. Eran lágrimas de agradecimiento
Cypress Hill sería el peso pesado que pondrían el broche de oro para el cierre de esta primera jornada de conciertos donde todo pareció alinearse para una serie de espectáculos satisfactorios. Esto fue lo justo para dejar al público pidiendo más, lo cual sucederá el próximo sábado 4 de febrero, cuando el Picnic 2023 realice su segunda jornada, a la misma hora y por el mismo canal.