La noche fue para Luis, Federico, Abel y Massimo. El cuarteto salió al escenario para celebrar sus 25 años de trayectoria, una que introdujo a muchos chicos al rock. Aún tengo muy presente el 24 noviembre del 2002 cuando el disco Páginas Perdidas cayó en mis manos de adolescente.
Fue una velada digna de enmarcar. Gandhi hizo un repaso por sus temas más emblemáticos y también hubo espacio para sorpresas en un repertorio que contó con la colaboración de músicos invitados. Una jornada redonda que resumió a cabalidad un cuarto de siglo sobre los escenarios y siete discos de estudio.
El chivo arrancó con una interpretación de la pieza Dibujos animados. Los cuatro músicos salieron de negro. Federico y Massimo con guitarras, Abel con el bajo y Luis, fiel a su estilo, recibió al numeroso público –un 90% del teatro– con un simpático sombrero de copa gris.
Gandhi arremetió con la misma energía con la que nos tiene acostumbrados. Sí, ahora acumulan más canas y arrugas. Nosotros también. Puede ser en un concierto en el pretil de la UCR, en el Estadio Nacional o en un improvisado escenario de un bar josefino, pero el cuarteto se mantiene fiel a la esencia que los consagró por tanto tiempo.
En 25 años pueden pasar muchas cosas. Uno se gradúa, se casa y tiene hijos. Empieza a pagar la luz y el agua. Se hace adulto. Quizá por esa razón habían muchos niños en las butacas del Melico. Esos chicos escucharon por hora y media los sonidos que marcaron la época de cuando papá y mamá eran jóvenes. Cuando la vida era más sencilla y los chivos eran más baratos y frecuentes.
“¡Bienvenidos! Espero que disfruten esta celebración”, enfatizó el cantante. Posteriormente, el escenario fue tomado por un quinteto de cuerdas que interpretó Del Corazón, la última pieza del primer disco El Jardín del Corazón, el cual presentaron en ese mismo escenario allá en el año 1997.
Ya para ese entonces, los fanáticos estaban con el corazón en la mano y eso apenas estaba empezando.
El concierto prosiguió con Ondularte, uno de los sencillos del disco Arigato No. Los músicos estuvieron acompañados por una pantalla gigante que mostraba sus movimientos y, además, el juego de luces fue uno de los puntos altos de la jornada.
El chivo continuó con LA469, una de las rarezas de la noche. Para interpretar esta pieza del disco BIOS, Luis echó mano de un megáfono para conseguir el efecto de la pieza.
Gandhi continuó con Ciclos y Cuarenta. En ambas canciones los músicos fueron acompañados por la cantante Luz Romero y el guitarrista Bernal Villegas.
Luego le llegó el turno al Ático, una de las canciones más queridas del disco Páginas Perdidas. Esta pieza contó con un arreglo de cuerdas de gran factura. Los músicos ya lo habían advertido que planeaban tocar las canciones de toda la vida pero con arreglos para que sonaran diferente.
El concierto prosiguió con Asimétrico y Se viene el agua, dos temas que forman parte del último disco del cuarteto, Universo Asimétrico. La primera canción contó con la participación del ingeniero de sonido Juan Pablo Calvo, mientras que Se viene el agua fue interpretada por el trío de guitarras Los Josefinos.
Ráfaga de recuerdos
Antes del concierto Abel confesó que quiere a cada canción como si fuera un hijo, por eso no se aburre de interpretarlas, eso sí, cada vez busca darle o un cambio o un arreglo para que no se vuela monótono. Las palabras del bajista se materializaron en piezas que el público ya maneja al dedillo como El invisible y Quisieras.
Obviamente tocaron Otro Gol, un himno que se reproduce hasta el cansancio cada vez que juega la Selección de Costa Rica– y Dios guarde si gana–. Durante la interpretación de la pieza futbolera, Luis aprovechó para darle un saludo a Paulo César Wanchope, quien se encontraba en las butacas.
El tiempo transcurría, las memorias caían como ráfagas y Gandhi seguía sorprendiendo con la amplia alineación de músicos. Las piezas Estréllame y El día que nos quedamos contaron con la colaboración de Debi Nova, quien inició su carrera como corista del grupo. Por su parte, las piezas Jardín y El invisible contaron con la voz de la noruega Anna Beathe, quien fue la corista del cuarteto para el disco El Jardín del Corazón y, ahora, es una prominente política en su país.
Fue un concierto con pocas intervenciones pero Luis no podía terminar la noche sin dirigirse a la audiencia.
“Si nosotros estamos aquí 25 años después es por que vivimos en un país hermoso. Por esta razón les quiero pedir a todos y a todas que por favor se reserven sus comentarios en redes sociales. Si ustedes tienen el dato denlo, pero el “yo creo, yo creo” no funciona y más bien genera falsas expectativas y prejuicios en un país tan lindo como el que tenemos", reflexionó el cantante con la bandera de Costa Rica en los hombros.
La última pieza de esta maratónica jornada fue Seca roja reja, también del primer disco. Fue una explosión de energía en la que todos los músicos se lucieron con sus instrumentos. Luis se bajó del escenario para saludar al público personalmente. La música acaba y la audiencia se levanta para ovacionar de pie al cuarteto.
El telón cae y la gente no para de aplaudir. Quizá ese es el momento en el que uno reconoce que las piezas de Gandhi han crecido con uno, como las barras que pintaba mamá con un marcador negro en el marco de la puerta cada cumpleaños. Gracias Luis, Federico, Abel y Massimo. ¡Gracias por 25 años de buena música!