Desenfadado y a menudo criticado, expresa lo que siente sin que importar el qué dirán; trabajador incansable y enamorado hasta la médula de la música, así es Geovanny Durán, mente y colmillo detrás del grupo costarricense El Guato.
El grupo es de él, sus nombres son sinónimos y es impensable imaginarse a la agrupación sin su icónico vocalista; es por esta razón que, aunque por sus filas ya han pasado muchos músicos, El Guato sigue siéndole fiel a Geova y él le corresponde como debe.
Hijo menor de una camada de 11 hermanos, herediano de cepa y alcohólico en recuperación, ha pasado buenas, malas, duras y maduras y sigue manteniéndose vigente aunque ya peina canas y le incomoda decir su edad.
Han pasado 19 años desde que aquel chavalillo se alistó con varios amigos para tocar en su primer chivo oficial como la banda perruna. Antes tuvo el grupo Niño Problema, lo que sirvió como experiencia para que se formalizara su amor por el ska , el rock y otros ritmos que ya dominaban la escena underground en las tarimas en Costa Rica.
Fue mayo de 1997 el testigo del alumbramiento de una de las agrupaciones más icónicas del país hasta el momento.
Dirigido siempre por Durán, El Guato ha mutado en varias ocasiones. En la actualidad, los militantes de la longeva banda son Geova, Alan Aguilar, Alfonso Araya, Daniel Barranco, Yuz Carvajal y Luis Solís.
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Durán habló con Viva sobre su trayectoria y contó detalles de su vida personal. A continuación un extracto de la entrevista:
¿Se dedica solo a la música?
Siempre tuve negocios paralelos a la actividad musical, pero actualmente estoy dedicado 100% a la música. A veces hago cosas alternativas, grabo comerciales, voy a cantar a ciertos lugares con pistas. No doy clases porque realmente no me considero un buen cantante. Soy apasionado, pero la realidad es la realidad: si alguien quiere aprender que vaya donde los maes que han estudiado porque lo mío es empírico.
¿Se considera joven todavía?
En mis adentros me siento igual a como cuando tenía 18 años, pero en la vida real trato de tener el equilibrio. Nunca me puse a decir que ya tenía que madurar porque eso me lo dijo la sociedad muchas veces; llevé palo en cuanto a las críticas de mi gente, mi familia, vecinos y amigos porque hacía cosas que, según ellos, no estaban bien. Soy de esa generación que se mandó a que lo que digan les valen madre.
¿Cuántos años tiene?
Ah no, eso no se vale.
¿Cómo está de salud?
¡Uh! Como si nada. Nunca fui deportista pero mi estándar es que mientras pueda desbaratarme en un concierto, pegar brincos, sudar y no quedarme sin aire, esa es mi meta, mis 100 metros planos. Cuando eso empiece a fallar me voy a portar mejor.
¿Ha padecido alguna enfermedad grave?
Tangible, que se note, solo el alcoholismo, pero ya no lo practico. Yo no tomé durante el colegio, fue cuando salí y ya estaba grande que me pegaba la fiesta y las cosas fueron evolucionando; me escondí ocho años para que en mi casa no se dieran cuenta. Cuando quería dejar de tomar lo hacía por temporadas, duré dos años en dejar de tomar pero recaía. Un día me tomé un par de birras, me despedí de mi mejor amigo y cuando se fue me pegué una tanda como hasta las seis de la mañana y cuando pensé en él y en mi familia me sentí como un verdadero desgraciado.
¿Cómo logró dejar de tomar?
Como todo iba aumentando, una vez tomé cuatro días seguidos y ahí fue cuando dije que tenía que parar porque se había acabado lo divertido. Estaba en un bar un lunes a las 3 p. m. y todo el mundo estaba trabajando. Recuerdo que pensé que ese era mi fondo porque la diversión ya no existía; no había mujeres, ni amigos ni fiesta. Eso fue el 10 de octubre del 2005. Es un trato mío conmigo mismo y nunca más.
¿Qué fue lo que escuchó que lo hizo enamorarse de la música?
No fue como que desde pequeño pensara en ser cantante, pero me acuerdo que agarraba el enchufe del tocadiscos de mi hermana como si fuera un micrófono y cantaba La noche en que Chicago murió , me acuerdo perfectamente de eso.
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¿Cuándo tomó la decisión de dedicarse a la música?
Un novio de mi hermana me regaló un casete que de un lado tenía Jane's Adiction y del otro Social Distortion y yo me quedé impactado con lo loco que sonaba. Fui a Estados Unidos y ahí seguí escuchando The Clash, Wham!, Genesis; era rockerísimo ; después vino la época del grunge y yo me emocioné con las varas que hacían y cómo la gente se volvía loca, ahí me di cuenta de que quería hacer cosas parecidas.
¿Cuáles fueron esos primeros pasos musicales en Costa Rica?
Cuando volví había un grupo en el colegio Castella que hacía algo parecido, Hormigas en la Pared. Después de verlos me dije que iba a hacer un grupo y ya yo tenía influencias de cantantes, como Trent Reznor (Nine Inch Nails), Anthony Kiedis (de Red Hot Chili Peppers), Mike Patton (de Faith No More) y un poco de Kurt Cobain (Nirvana).
¿Cuándo empezó ese grupo?
Puse un cartel en mi tienda de intercambio de música donde decía que se buscaba músicos para armar un grupo, pero tenían que tener influencias de ese montón de grupos raros que yo escuchaba; algunos llegaron y me decían que no sabían nada y otros se quedaron; así nació Niño Problema.
¿Qué cantaba entonces?
El primer chivo fue con 12 covers , la primera canción que interpreté en vivo fue Alive de Pearl Jam, después algo de The Clash y de Stone Temple Pilots.
¿Cuándo y por qué se terminó Niño Problema?
El guitarrista no podía seguir porque estaba estudiando y yo dije: “Qué madre, bueno, vamos a hacer un concierto de despedida” y se acabó. Por inexperiencia no pensé en buscar otro guitarrista.
¿Y cómo empezó El Guato?
Niño Problema se terminó en enero de 1996 y desde que se deshizo empecé a buscar gente para un grupo nuevo, supongo que no me nacía hacer la banda con los mismos maes porque estaba cambiando algo en mí y en la escena. Niño tocaba grunge y punk melódico, luego algo de originales y se dio una transición en la que tocábamos más ska y eso ya era lo que yo quería hacer, así que llegaron nuevos músicos y se dio.
¿Cuál fue el proceso de creatividad de las piezas de El Guato?
Las primeras canciones de El Guato eran las vivencias mías y de lo que veía en la calle; yo ya estaba enamorado del rock latino y del ska porque oía a los Fabulosos Cadillacs cantar Matador o Mal Bicho en contra de Pinochet, por ejemplo, y me identificaba.
¿Por qué El Guato?
Es una anécdota vacilona. Una vez en La Nación sacaron una foto de una niña de la Isla de Chira que viajaba en bote a la escuela y en la foto había un perrillo desnutrido, todo guato. Pensé que sería chiva llevar ese nombre fuera de las fronteras del país y que la gente se preguntara qué significaba.
A los guatillos de la calle se le pegan las garrapatas, las pulgas, los patean y si se topan a alguien bueno son muy agradecidos. ¿Así es El Guato de Geova?
Eso nos ha pasado. Tuvimos que lidiar mucho con las críticas al principio de la carrera porque éramos un grupo que tocaba por amor a la música y las críticas iban por el talento musical de ese momento; pero a nosotros no nos importaba. Siempre ha sido un grupo transparente y sincero, así como un perrillo fiel; somos maes siendo felices de la vida tocando.
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Han hecho lo que les da la gana.
Sí, hubo hasta un momento donde nos vetaron de las radios. Yo no quería estar rogando para nos pusieran en una emisora, ni tampoco estar llorando para que nos den un lugar porque yo sé que mi grupo se lo merece.
¿Cómo ha logrado mantener ese grupo incómodo este tiempo?
Se ha logrado porque es lo que me hace feliz y porque no me he desesperado por un éxito que no es el que me pertenece. Yo le preguntaría a la gente cómo hace para aguantarnos o por qué colegios religiosos o empresas privadas contratan a un grupo que decía “hijueputa” en sus canciones.
¿Qué les responde a quienes dicen que usted no canta?
¿Cuál persona mayor de 20 años no se da cuenta de que existen las clases de canto? Nadie es tan bruto. Pero entre más hablan más risa me da y menos quiero aprender; no me van a oír como a Pedro Capmany o Pato Barraza porque el ska tiene mucho de rap y los que cantan no tienen buena voz. Si quisiera cantar bien, llevo clases y ya. No le pongo atención a eso y entre más me dicen menos me da la gana; mejor aún, imagínese, no canto ni mierda y tengo un grupo de casi 20 años.