Guadalupe Urbina dice que la vida le dado y quitado muchísimas cosas, pero que la constante en ha sido su conciencia. Ese bien intangible es el responsable de las decenas de canciones que ha escrito en sus más de 40 años de carrera.
Este 5 y 6 de mayo ella expondrá largo y tendido su historial musical en el Teatro Popular Melico Salazar. “Este concierto es para contar ese viaje de la vida. Desde la Guadalupe que salió de Guanacaste haciendo canción contestataria sobre la tenencia de la tierra y la segregación, a la ‘Guadalupe Urbana’, la que tomó pertenencia de la capital”, explicó la cantautora en una entrevista.
La mención a la ciudad no es gratuita. Urbina revivirá 100 varas al sur del herediano (1995), un álbum grabado junto al grupo de rock Los Callejeros. El nombre de una de las canciones del álbum nombra su espectáculo: Abril se va .
Urbina también interpretará composiciones más recientes, escritas con la experiencia que le dio vivir tanto tiempo en Europa, su etapa de “exilio económico”, como ella lo llama, marcando las dificultades que ha tenido para mantenerse como artista en el país.
“La Guadalupe de ahora no pretende hacer más que lo que le gusta. Esta mujer está un poquito más cansada y el cuerpo le demanda atención”, dice ella en referencia a los tres tratamientos que ha sobrellevado por la aparición de tumores.
Urbina reparte su tiempo entre el sur de la capital –donde viven sus hijos, Antonio y Ángela– y su finca en Volcán de Buenos Aires, en Puntarenas. Ella es parte de la comunidad autogestionada Longo Mai.
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En los últimos años, Urbina solo ha parado de trabajar en la tierra y la música por su enfermedad, pero incluso esta le abrió espacio para tantear otros terrenos creativos. Ha escrito poesía, elaborado pinturas y escrito cuentos infantiles.
Su vida ha sido una eterna primavera y los frutos de esta serán protagonistas, por dos noches, en el Melico Salazar.
Los boletos para ambas fechas cuestan ¢15.000 en luneta, primero, segundo y tercer piso y ¢5.000 en cuarto piso. Se pueden adquirir en www.boletería.cr
De la tierra. No habría Guadalupe Urbina sin Guanacaste. Fue en esa provincia en la que creció y llenó por primera vez su cabeza de sonidos, de voces y música. Las historias contadas en voz alta y la música de un radio de pilas despertaron las musas dentro de Guadalupe.
Ella no empezó, por supuesto, cantando temas como Vengo de una tierra (del álbum 100 varas al sur del herediano ), sino rancheras o canciones populares de la radio.
“A mi pueblo la electricidad llegó en 1969, entonces solo se podía escuchar la radio por baterías y lo que llegara por ahí. La radio tenía espacio para mayor diversidad musical de la que hay ahora, que casi todo lo que suena son enlatados de la industria”, explicó la cantautora.
Rancheras y canciones de Víctor Manuel y Joan Manuel Serrat eran parte de esa variedad en el dial. La música era una conexión con mundos diferentes de los que ella conocía, unos que estaba a punto de ver con sus ojos.
En 1970, a los once años, su madre se enfermó y la familia se mudó a la capital para hacer frente a la enfermedad. Ese mismo año, la madre murió y Urbina no regresó a su pueblo.
En la imaginación de la muchacha quedó la tierra en la que había crecido. A la tierra de Guanacaste solo ha vuelto por temporadas, pero desde entonces, es el espacio que ha mantenido abonada y fértil su obra.
“Vengo de una tierra ardiente / que solo es para una gente / que sabe sentir y que quiere vivir”, canta Urbina en el tema Vengo de una tierra , uno de losicluidos en 100 varas al sur del herediano .
No habría Guadalupe Urbina sin Guanacaste, pero tampoco sin la capital. Allí, con 16 años, aprendió a tocar guitarra y empezó a hacer sus primeras armas como poeta y cantautora.
La voz. “Vengo de una tradición agrícola de autosuficiencia, lo que implica un entendimiento de la libertad de actuación y también de sentirse seguro como propietario de tu espacio. Creo que eso me hizo tener un estilo propio”, explica la cantautora.
Su relación con las raíces guanacastecas la define como “sagrada”. Para Urbina, ser de Guanacaste significa compartir sangre blanca, indígena y negra.
“No tuve la necesidad de andar buscando un estilo para parecerme a alguien, sino que heredé un estilo y estética de mi cultura, no inventé nada, solamente jugué con esos elementos”, señaló Urbina.
Entre esos elementos se escuchan y se sienten en los vibratos, fraseos y expresiones de su voz. En la canción Abril se va --y en muchas otras--, Urbina utiliza su voz como instrumento de percusión y de armonía. El estilo y el ingenio heredados de Guanacaste le depararon tanta atención como detractores.
“No pasé desapercibida porque se notaba que venía de una provincia donde había mujeres inteligentes y creativas y que tenían propuestas nuevas.
”La capital no podía cerrarme las puertas, aunque el panorama era complicado. La canción de autor era eso, de autor. Autoras no había, casi”, recordó Urbina sobre sus primeros encuentros con otras personas creativas.
Las conexiones se dieron tanto en la Universidad de Costa Rica como la Universidad Nacional, a las cuales les atribuye haberle dado “todo”. Sin beca, no habría podido terminar sus estudios en música.
“Y aunque yo no soy de aquí / ya tengo costras de ciudad / en mi corazón de abril”, canta Urbina en el tema Abril se va .
A pulso. El despertar creativo de Urbina no estuvo liberado de retos. Abrirse espacio como creadora de cultura en la capital requería una posición privilegiada que una mujer de Sardinal de Guanacaste no daba por sentado.
“Para abrirse paso en los medios culturales y llegar a tener un lugar, era necesario que tuvieras un apellido importante”, señaló Urbina. “Yo no tenía eso, se puede decir que gané todo a pulso”.
Ese pulso constante llamó la atención de varias figuras. Para ella, la figura fundamental fue Carmen Naranjo, quien se encargó de presentarla a la élite del país con artículos de prensa, varios en La Nación .
Naranjo también se encargó de presentarle su obra a Graciela Moreno, entonces directora del Teatro Nacional, quien acogió la propuesta de abrir espacio para un espectáculo de Urbina junto a la cantautora acompañada del Grupo Experimental de Adrián Goizueta.
“No era fácil, yo era guanacasteca, con cara de chola, en una capital muy racista y además, tenía un discurso que no era fácil, uno crítico.
”Se puede decir que soy una pionera que llevaba pocos años en la ciudad y que llega al Teatro Nacional en 1987 (y luego repetimos en 1989)”, detalló.
Además de Goizueta (su profesor de armonía), fue aliado Fidel Gamboa (su profesor de música), quien hizo los arreglos musicales para el concierto. “Fidel también me ayudó con los arreglos para el concierto de los Derechos Humanos (1988)”, acotó Urbina.
También fue clave el apoyo de Maritza Castro. “Yo nunca he dicho esto, pero tengo que decirlo. Durante un año (Castro) me pagó un sueldo y yo me dediqué a viajar por los pueblos de Guanacaste montada en una bicicleta con mi hijo de dos años”, confesó la cantautora.
En esos viajes Urbina le dio forma al primer volumen del Cancionero Tradicional Anónimo de Guanacaste , a finales de los años 80. El segundo volumen fue publicado recientemente y fue elaborado con el apoyo del Ministerio de Cultura y Juventud.
Satisfacción. El trabajo entre los 80 y 90 fue intenso pero recompensado. Urbina ha hecho giras por Europa y por África y se ha presentado en escenarios tan prestigiosos como el Círculo de Bellas Artes en Madrid.
Para Urbina, su fuerza creativa es un espíritu que despierta constantemente. “Algunos de mis aportes no vienen de esfuerzos racionales”, confiesa. “Para mí la parte creativa ha sido absolutamente impulsiva, he creado cuando he sentido ganas”.
Dice que en los últimos diez años su producción artística no ha caminado al ritmo que quisiera, “dejó de ser como quería y ahora es como el cuerpo mande”. Pero ganas le sobran. El tiempo que estuvo en cama le dio mucho material que aún no se ha grabado, pero que espera grabar. Cuando la dicha es mucha, la tierra siempre está fértil.
“Ya que hacer arte y vivir de ello cuesta tanto, hagámoslo por aquello que nos haga sentir una gran satisfacción”, dijo la cantautora.
“Creo que eso lo piensa la misma persona que empezó esto desde pequeña: la misma patas deschorreadas que cantaba rancheras aprendidas en radio Columbia, la misma que cantaba la Calandria, la misma que cantó Vengo de una tierra y la que ahora canta El sueño , para agradecer la magia del universo”, finalizó la cantautora.
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